El museo vivo de la Edad Media que puedes encontrar en este pueblo de Aragón: muchas leyendas y la aparición de la Virgen María

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Daroca, un encantador pueblo aragonés situado en el valle del Jiloca, es un auténtico museo vivo de la Edad Media que conserva en cada rincón su historia y misticismo. Murallas centenarias, fuentes monumentales y leyendas que desafían al tiempo convierten a este municipio de Zaragoza en una parada obligatoria para quienes buscan un viaje a épocas pasadas lleno de sorpresas y tradiciones.

La historia de este lugar se remonta al año 837, cuando aparece documentada por primera vez como una ciudad de gran relevancia en al-Ándalus, habitada por la influyente familia de los Banu Qasi. Durante cuatrocientos años, este enclave floreció, siendo un punto neurálgico en la península. Sin embargo, la situación cambió drásticamente cuando Alfonso I de Aragón lo conquistó, lo que dio inicio a una nueva era en su desarrollo y transformación.

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La primera leyenda que envuelve a Daroca se remonta a la época posterior a la conquista de Alfonso I. Los musulmanes, decididos a recuperar la ciudad, planearon un asalto nocturno, confiando en que la sorpresa jugaría a su favor. Sin embargo, justo cuando estaban a punto de atacar, un grupo de ocas comenzó a graznar con fuerza, despertando a los centinelas y alertando a los defensores. Este inesperado giro salvó a Daroca de un posible ataque, y desde entonces, el símbolo de seis ocas se ha incorporado a su escudo, recordando a todos el papel que desempeñaron en la protección de la ciudad.

Un pueblo de leyendas con una muralla de 4 km

Declarado Conjunto Histórico-Artístico hace más de medio siglo, Daroca se distingue por su impresionante patrimonio. Las murallas, que en su época alcanzaron cuatro kilómetros de longitud con más de 100 torreones, y el imponente Castillo Mayor, conocido también como el castillo de la Morica Encantada, son testigos de la riqueza histórica de esta localidad. Este último, además de su valor arquitectónico, guarda la trágica leyenda de una joven musulmana y su amor prohibido con un cristiano, un relato que sigue resonando en sus piedras y atrae a visitantes ávidos de conocer sus secretos.

La Basílica de Santa María de los Sagrados Corporales es otro de los tesoros de Daroca. Este templo románico alberga un retablo jubé de incalculable valor artístico y es un lugar de peregrinación gracias a los misteriosos corporales que guarda. Pero no es el único punto de interés espiritual del pueblo. La ermita de Nazaret, enclavada en una gruta, nació según cuenta la tradición tras la aparición de la Virgen María a una joven. Su atmósfera única y su belleza arquitectónica son imprescindibles para quienes visitan este rincón de Aragón.

El pueblo también brilla por elementos cotidianos que evocan el pasado, como la Fuente de los Veinte Caños. Este lugar, punto de encuentro y vida social en otros tiempos, sigue siendo un emblema de Daroca. Su majestuosidad y su conexión con la historia local la convierten en una de las fuentes más representativas de Aragón.

En la histórica ciudad de Daroca, en la provincia de Zaragoza, se erige una de las murallas más impresionantes de España, solo superada por las de Ávila y Lugo. Esta majestuosa construcción, que data de la época medieval, se extiende a lo largo de un perímetro de 4 kilómetros, reflejando la importancia estratégica y defensiva de la ciudad en su tiempo. Las imponentes paredes no solo cuentan la historia de su resistencia, sino que también son un testimonio del patrimonio arquitectónico que se ha conservado a lo largo de los siglos.

Las leyendas son un ingrediente esencial en la identidad de Daroca. Desde las ocas que salvaron la ciudad de un asalto nocturno en la época de Alfonso I de Aragón, hasta la fascinante historia de la Morica Encantada, cada relato añade una capa de misterio y atractivo a este pueblo medieval.

Daroca invita a realizar un viaje en el tiempo en cada uno de sus rincones. Su patrimonio histórico y sus historias legendarias hacen de este lugar una joya que merece ser descubierta. Una experiencia que, como dice su fama, atrapa a todo aquel que cruza sus murallas.