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Historia, gastronomía y naturaleza: tres buenas razones para perderse por Extremadura
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PATRIMONIO CULTURAL Y NATURAL

Historia, gastronomía y naturaleza: tres buenas razones para perderse por Extremadura

En el último año, cerca de dos millones de personas han visitado una región que cuenta con reclamos tan potentes como la legendaria Mérida, un jamón de fama mundial y el Parque Nacional de Monfragüe

Foto: Un pareja visita Trevejo, en Extremadura. (Foto: cedida)
Un pareja visita Trevejo, en Extremadura. (Foto: cedida)

De Tentudía a Las Hurdes, milenios de historia atraviesan su columna vertebral de sur a norte. Pocas regiones de la Península Ibérica han podido preservar tan bien su esencia como Extremadura. La esencia de la vida a otro ritmo. Un paisaje único, una naturaleza que se desborda en las sierras de las Batuecas, el Parque Nacional de Monfragüe o el valle del Jerte. La autenticidad de la región es una joya.

En Extremadura es posible retroceder en el tiempo cuando viajamos a Cáceres, Mérida o el Real Monasterio de Santa María de Guadalupe, que cuentan con la declaración de Patrimonio Mundial por la UNESCO.

Más allá del pasado medieval y renacentista de Cáceres, con un casco histórico que es un museo al aire libre o de la majestuosidad del conjunto arqueológico de Mérida, la antigua capital de la Lusitania romana y de su Festival Internacional de Teatro Clásico, Extremadura es mucho más.

placeholder La Iglesia de San Javier, en Cáceres. (Foto: Turismo de Extremadura)
La Iglesia de San Javier, en Cáceres. (Foto: Turismo de Extremadura)

Es historia antigua, tan antigua como lo que descubren los yacimientos arqueológicos de Casas del Turuñuelo, aportando luz a la misteriosa civilización de los Tartesos, los pueblos que poblaron el sur de la península entre los siglos XII y V A.C.

Es el Museo Nacional de Arte Romano de Rafael Moneo; es Zafra con sus plazas, es Jerez de los Caballeros con sus torres, es Don Benito, es los tejados de Llerena, es el alcázar árabe de Trujillo (Cáceres) y el puente de Alcántara que cruza el río Tajo; y es Olivenza, en la frontera portuguesa, fundiendo culturas y desdibujando límites. También es Trevejo, recientemente considerado como uno de los pueblos más bonitos de España, o Segura de León y Cabeza la Vaca, que acaba de sumarse a la red de Pueblos Mágicos de España.

¿Y qué hay más extremeño que el Monasterio de San Jerónimo de Yuste? El bellísimo retiro del emperador Carlos V es todo un tesoro por descubrir paso a paso. O el Real Monasterio de Guadalupe, un crisol donde confluyen el gótico, el mudéjar y el arte renacentista en una simbiosis irrepetible.

placeholder Dos turistas en la Plaza de España de Llerena. (Foto: Turismo de Extremadura)
Dos turistas en la Plaza de España de Llerena. (Foto: Turismo de Extremadura)

Paisajes vírgenes

Buena parte del potencial turístico de Extremadura descansa en su patrimonio natural, donde la naturaleza aún guarda celosamente algunos de los paisajes más vírgenes de España.

Extremadura suma 50 espacios naturales bajo especial protección ambiental, tres de ellos como Reservas de la Biosfera de la Unesco. El Parque Nacional de Monfragüe, el Parque Natural del Tajo Internacional, La Siberia y el Geoparque Villuercas-Ibores-Jara son esos refugios de biodiversidad, ideales para los amantes del senderismo y la observación de aves.

placeholder Geoparque Villuercas-Ibores. (Foto: Turismo de Extremadura)
Geoparque Villuercas-Ibores. (Foto: Turismo de Extremadura)

Sus dehesas, con encinas centenarias, albergan al icónico cerdo ibérico y se extienden como un manto verde que invita al descanso y también a la aventura, como la Garganta de los Infiernos o los parques de Cornalvo y Los Barruecos, con una vasta red de senderos para caminar sin más huella ambiental que la que deja la suela de las botas.

No necesita presentación la floración de los cerezos del Valle del Jerte pero sí Otoño Mágico del Valle del Ambroz, que acaba de ser reconocido como Fiesta de Interés Turístico Internacional porque cada estación transforma su paisaje en un espectáculo de colores y matices que no tiene rival.

Jamón extremeño: reclamo mundial

Y si las caminatas abren el apetito, la gastronomía extremeña es otra de las grandes recompensas que guarda la región. Las rutas gastronómicas sostenibles, entre las que se encuentran la del Ibérico Dehesa de Extremadura o la del Queso, van más allá del placer culinario porque es un viaje al origen de productos icónicos como el jamón de bellota, la Torta del Casar o el pimentón de La Vera, y al entorno que las hace posible.

Extremadura hace bandera de una tradición jamonera ancestral (de fama internacional), en parte gracias a la afición de Carlos V a paladearlo desde su retiro en Yuste. Una devoción por el jamón de Montánchez que heredó su hijo Felipe II.

placeholder Dos participantes de la Ruta del Ibérico. (Foto: Turismo de Extremadura)
Dos participantes de la Ruta del Ibérico. (Foto: Turismo de Extremadura)

Y si todavía hay tiempo (y hambre), anoten estas citas en la agenda gastronómica: la Pedida de la Patatera en Malpartida de Cáceres, la Fiesta de la Matanza Tradicional extremeña en Llerena, la Fiesta de la Chanfaina en Fuente de Cantos, el Martes Mayor en Plasencia, el Día del Jamón en Monesterio, la Fiesta de la Vendimia en Villafranca de los Barros, la Fiesta de la Tenca en la Mancomunidad Tajo-Salor o las Jornadas Transfronterizas del Gurumelo en Villanueva del Fresno.

Autenticidad, legado, tradición, paisaje y un sabor propio para un destino en el que ya se han fijado dos millones de viajeros en el último año. Detrás de estos datos ascendentes facilitados por el Gobierno regional está la apuesta por la calidad, la sostenibilidad y la diversificación de la oferta turística de la Junta como estrategia para generar un impacto positivo en la economía local.

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De Tentudía a Las Hurdes, milenios de historia atraviesan su columna vertebral de sur a norte. Pocas regiones de la Península Ibérica han podido preservar tan bien su esencia como Extremadura. La esencia de la vida a otro ritmo. Un paisaje único, una naturaleza que se desborda en las sierras de las Batuecas, el Parque Nacional de Monfragüe o el valle del Jerte. La autenticidad de la región es una joya.

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