Con las primeras nevadas y el invierno asomando en el horizonte, los amantes del esquí comienzan a preparar sus equipos y a planificar esas escapadas blancas con las que llevan meses soñando. Junto a la ilusión, a menudo surge la incertidumbre de elegir ese destino ideal que les ofrezca, además de paisajes impresionantes, estaciones para todos los niveles. Ahí es precisamente donde Aragón se quiere posicionar como el destino preferido de nieve y montaña.
El primer punto fuerte es su entorno: el Pirineo es un enclave privilegiado y, en concreto, el Pirineo central permite que los amantes del deporte y de las actividades de invierno disfruten de su práctica inmersos en escenarios de enorme belleza. Durante esta temporada, los valles y picos quedan cubiertos por un manto de nieve, creando un contraste espectacular con el azul intenso del cielo despejado de montaña. Bosques de pinos y abetos, lagos helados, valles y cañones, cumbres nevadas y amplios horizontes son el marco ideal para dar rienda suelta a la pasión del deporte al aire libre.
Otro reclamo es su diversidad: no solo es un destino para esquiadores tradicionales, también lo es para quienes quieren practicar snowboard, raquetas de nieve o montañismo. Por otra parte, al tener en su proximidad localidades como Jaca y Benasque, permite combinar el deporte con visitas culturales y gastronómicas, disfrutando de la rica historia y tradición de la región.
Pero, sin duda, la clave que ha llevado a Aragón a convertirse en un destino de referencia son sus seis estaciones de esquí alpino que, en conjunto, suman 395 kilómetros esquiables. En el Pirineo aragonés se encuentran cuatro de ellas: Astún y Candanchú en el valle del Aragón; Formigal-Panticosa en el valle de Tena y Cerler en el valle de Benasque. Las sierras turolenses albergan los centros invernales del grupo Aramón: Javalambre y Valdelinares.