Ruta del misterio en Navarra: así es la ermita medieval construida por los templarios que sólo abre tres días en noviembre

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La ermita de Santa María de Eunate, un rincón lleno de historia y misticismo, se alza majestuosa en el corazón del Valle de Valdizarbe, a unos 23 kilómetros de Pamplona. Con su enigmática arquitectura octogonal y una arquería que parece desafiar el paso del tiempo, este templo medieval sigue siendo objeto de curiosidad y leyendas.

Cada noviembre, durante los días 1, 2 y 3, abre sus puertas a los visitantes, regalando un breve, pero inolvidable encuentro con su pasado. El resto del mes, el silencio vuelve a reinar en este monumento que muchos asocian con los templarios. Según esta hipótesis, los caballeros de la orden del Temple, conocidos por su afinidad hacia construcciones circulares o poligonales, habrían levantado Eunate como una réplica simbólica de la iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén, un diseño común en las construcciones templarias de Europa.

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A pesar de que no hay documentos concluyentes que vinculen a los templarios directamente con su construcción, las características arquitectónicas y las marcas en sus piedras han alimentado esta creencia a lo largo de los siglos. La ermita, cuyo nombre en euskera significa "cien puertas", está rodeada de una impresionante galería porticada de 33 arcos que genera un halo de misterio en todo su conjunto.

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Este santuario situado en medio de la nada y dedicado a Santa María, fue erigido durante el reinado de Sancho el Sabio y, según los documentos históricos, se atribuye su creación a Doña Sancha, una dama noble de identidad aún incierta. A lo largo de los años, su sepultura en el claustro fue objeto de rituales funerarios, y el esqueleto hallado en excavaciones recientes refuerza su vínculo con este lugar sagrado.

La tumba, ubicada bajo poca profundidad, se mantuvo intacta a lo largo de los siglos, agregando otro misterio a la larga lista de enigmas que envuelven este lugar. La ermita de Santa María de Eunate además de ser un templo sagrado, es un espacio que invita a viajar en el tiempo, a perderse entre sus arcos, y a dejarse llevar por las leyendas que aún hoy susurran sus muros.

Para aquellos que desean visitar la ermita, los horarios de noviembre son limitados: de 10 a 14 horas, por la mañana, y de 15 a 17 horas, por la tarde, únicamente los días 1, 2 y 3. Después, la ermita permanecerá cerrada hasta el próximo año. El acceso tiene un coste de 2 € para entradas individuales y 1,50 € para grupos, peregrinos con credencial y personas mayores de 65 años. Algunos colectivos, como los menores de 5 años o los residentes del Valle de Valdizarbe, pueden entrar de manera gratuita.

En diciembre, las puertas de la ermita vuelven a cerrarse por completo, dejando su misteriosa atmósfera en paz hasta la próxima temporada de visitas. Este paréntesis invernal es aprovechado por los voluntarios para realizar labores de mantenimiento, que aseguran la conservación de este tesoro medieval para las generaciones venideras.

Este monumento, cuidado con esmero por la parroquia de Muruzábal y un grupo reducido de voluntarios, sigue siendo una joya del patrimonio navarro, un destino imprescindible para quienes buscan combinar historia, leyenda y belleza en un mismo lugar.