No es Santorini pero lo parece: un paraíso del Mediterráneo en el que tienes que comer caldereta
Un pequeño paraíso del Mediterráneo, famoso por sus playas y su gastronomía, se llena de vida en verano, atrayendo a numerosos visitantes que buscan disfrutar de sus encantos
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Pocas veces una isla tan pequeña logra capturar la atención de los viajeros que buscan una experiencia única en el Mediterráneo. Con sus aguas cristalinas y su atmósfera tranquila, frente a la costa alicantina, esta joya marina esconde no solo playas de ensueño, sino también una rica tradición culinaria que deleita a los paladares más exigentes.
Tabarca, la isla habitada más pequeña de España, forma parte del término municipal de Alicante, aunque está aún más cerca de Santa Pola. Con apenas 0,3 kilómetros cuadrados, esta diminuta isla es un refugio tanto para los residentes que viven allí todo el año (unas 50 personas) como para los turistas que la visitan en los meses de verano. A pesar de su tamaño, Tabarca alberga una gran cantidad de historia y cultura, además de ser un paraíso natural con calas y playas de aguas transparentes que invitan al descanso.
La caldereta de Tabarca es uno de los platos más destacados de su gastronomía. Este guiso, elaborado con pescado fresco y patatas, es una muestra de la herencia marinera de la isla. Preparada en grandes ollas de barro, la caldereta captura la esencia del mar en cada bocado. Es un plato que todo visitante debería probar, especialmente en los restaurantes locales que aún respetan las recetas tradicionales transmitidas de generación en generación.
Un paraíso cercano y accesible
Tabarca, además de su encanto culinario, se distingue por sus playas. La más famosa es la Playa Grande, un lugar ideal para disfrutar de un día de sol y mar. Pero la verdadera magia de la isla se encuentra en sus calas más pequeñas y menos concurridas, donde la naturaleza se conserva en su estado más puro. Estas calas, con sus aguas de un azul intenso, son perfectas para el buceo y el snorkel, actividades que permiten descubrir la rica vida submarina que rodea la isla.
La historia de Tabarca también merece una mención. Fue fortificada en el siglo XVIII para protegerla de los ataques piratas, y aún hoy se pueden ver los restos de las murallas que rodeaban la antigua ciudadela. Además, la isla tiene un interesante pasado ligado a los genoveses, que fueron traídos a vivir aquí por Carlos III. Este legado histórico se percibe en cada rincón de la isla, desde su iglesia hasta las antiguas casas de pescadores.
Llegar a Tabarca es sencillo y parte del encanto de la visita. Se puede acceder a la isla en barco desde Santa Pola o Alicante, con trayectos que duran entre 20 y 40 minutos, dependiendo del puerto de salida. Los barcos operan regularmente durante todo el año, aunque es en verano cuando más frecuencias se ofrecen debido a la afluencia turística. A pesar de ser pequeña, la isla ofrece diversas opciones para pasar el día, desde paseos por sus estrechas calles hasta baños en sus cristalinas aguas.
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Pocas veces una isla tan pequeña logra capturar la atención de los viajeros que buscan una experiencia única en el Mediterráneo. Con sus aguas cristalinas y su atmósfera tranquila, frente a la costa alicantina, esta joya marina esconde no solo playas de ensueño, sino también una rica tradición culinaria que deleita a los paladares más exigentes.
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