Qué se siente al aterrizar un avión en la pista más corta del mundo
Solo tiene 400 metros de longitud, menos de 300 útiles, y en ambos extremos espera una caída libre al mar que no permite ningún tipo de error
La isla de Saba es uno de esos destinos turísticos casi desconocidos, a pesar de su ubicación en pleno Caribe. Se encuentra a medio camino entre Puerto Rico y Venezuela, tiene una extensión de apenas 13 kilómetros cuadrados y su población no llega a los 2.000 habitantes. Sin embargo, dispone de aeropuerto, como cualquier otra isla habitada, aunque el suyo es realmente especial.
Porque volar y aterrizar en Saba no es un plato de buen gusto. La isla destaca por sus enormes acantilados, que han obligado a instalar su pequeño aeropuerto en la única zona llana disponible. El problema es que la pista de despegue y aterrizaje solo mide 400 metros y, de ellos, menos de 300 se pueden usar habitualmente. Por eso, los pilotos saben que entrar o salir de esta isla quede reservado para los más valientes y experimentados.
Por si todo esto fuera poco, al final de los dos extremos de la pista hay dos caídas verticales de decenas de metros que conducen directamente al mar. Es decir, quien no pueda frenar a tiempo en una pista de un tamaño similar a la de un portaaviones acabará en el agua. ¿Se puede pedir más emoción al aeropuerto Juancho E. Yrausquin?
Un aterrizaje aterrador
Se cree que la pista de la isla de Saba es la más corta de los aeropuertos comerciales y, de hecho, en su único pueblo habitado llamado Windwardside se venden camisetas que llevan el mensaje de '¡Sobreviví al aterrizaje de Saba!' Pero una cosa es llegar a esa isla como pasajero y otra muy distinta es hacerlo a los mandos del avión: ¿aterrizar allí es tan impresionante como parece?
Las únicas aeronaves que aterrizan en Saba proceden de la isla de Sint Maarten, un trayecto que se cubre en solo 15 minutos. Se trata de aviones STOL (el acrónimo en inglés para "despegue y aterrizaje cortos") de 19 plazas que están diseñados para operar en aeropuertos de pequeñas dimensiones y donde haya que detenerse rápidamente, precisamente lo que pasa en esta isla caribeña.
Solo un grupo de pilotos está capacitado para cubrir esta ruta y todos ellos pasan por las manos del capitán Roger Hodge, un veterano aviador encargado del entrenamiento. Y, tal y como señala a la CNN, cada vez que termina un periodo de instrucción es noticia: "Una vez que un tipo ha sido completamente entrenado y estamos satisfechos, comunicamos por radio a operaciones que ha nacido otro Top Gun. Así es como los llamamos".
Para llegar a la pista del aeropuerto Juancho E. Yrausquin casi hay que rozar las alas con la ladera de la montaña en la aproximación final. Sin embargo, el experimentado piloto explica que "aunque volar a Saba a veces se vuelve complicado, hacemos que parezca simple y tranquilo".
El aeropuerto se cierra cuando llueve, ya que pondría en peligro cualquier despegue o aterrizaje, y también hay limitaciones de peso y cuando sopla el aire de manera excesiva. Pero el capitán Hodge reconoce que "como piloto, me encanta ir a Saba porque ahí es cuando pones tu experiencia a trabajar. Siempre hay adrenalina que se activa porque los pasajeros y las personas en tierra te observan, pero solo tienes que volar esa máquina".
La isla de Saba es uno de esos destinos turísticos casi desconocidos, a pesar de su ubicación en pleno Caribe. Se encuentra a medio camino entre Puerto Rico y Venezuela, tiene una extensión de apenas 13 kilómetros cuadrados y su población no llega a los 2.000 habitantes. Sin embargo, dispone de aeropuerto, como cualquier otra isla habitada, aunque el suyo es realmente especial.