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El Orient-Express: la leyenda del tren más lujoso y exótico del mundo
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un símbolo de la belle èpoque

El Orient-Express: la leyenda del tren más lujoso y exótico del mundo

Vio la luz en 1883 y conectaba París con Estambul. Testigo de los acontecimientos históricos más importantes de Europa, en él viajaron las figuras más influyentes del siglo XX

Foto: Fuente: iStock.
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Aquellos nostálgicos que tienen siempre la vista vuelta hacia el pasado sufren de ese síndrome al que Woody Allen calificaba como 'complejo de la Edad de Oro', por el cual cualquier tiempo pasado fue mejor, pues se encuentra revestido de un halo de misterio, glamour y color sepia digno de otra época. Piensan por ejemplo en la Belle Èpoque, e imaginan ese mundo inocente y excitante, rápido y efervescente, previo a la Primera Guerra Mundial.

Uno de los mayores símbolos de esa época olvidada por el tiempo fue el Expreso de Oriente, aquel lujoso y exótico tren, digno de Phileas Fogg, que unía en un larguísimo viaje París con Estambul. Occidente con Oriente. La idea de crear una ruta al más puro estilo de la Seda, en donde convergiesen Europa y Asia, vio la luz en 1883, aunque había surgido un poco antes gracias a George Nagelmackers, creador de la Compagnie Internationale des Wagons-Lits (fundada gracias al apoyo de Leopoldo II de Bélgica).

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(Wikipedia).

Esta compañía francesa, creada en 1872, había sido la encargada de patentar los coches cama y los vagones restaurante en los trenes. Nagelmackers había viajado a Estados Unidos y había quedado maravillado con la línea ferroviaria del país, así como con la envidiable comodidad de sus trenes nocturnos. Pensemos que no fue hasta principios del siglo XX cuando se produjeron los primeros vuelos con éxito (los hermanos Wright serían los primeros en realizar un vuelo en un avión controlado en 1903), por lo que el tren era la opción principal en aquellos momentos y pasar una noche (o varias) en uno de ellos no debía ser la opción más cómoda para la espalda o el sueño.

El primer viaje duró más de 80 horas. El tren pasaba por Estrasburgo, Múnich, Viena, Budapest y Bucarest

El 4 de octubre de 1883 se inauguró el entonces bautizado como Express d'Orient (no sería Orient Express hasta 1891), que salía tres veces a la semana de la Estación del Este en París y terminaba en Giurgiu (Rumanía). El primer viaje duró más de 80 horas. El tren pasaba por Estrasburgo, Múnich, Viena, Budapest y Bucarest, y en Giurgiu los pasajeros eran transportados hasta Ruse en Bulgaria y después, en otro tren, hasta Varna. Desde allí podían coger un transbordador hasta Estambul (que entonces era Constantinopla). Más tarde la línea se ampliaría hasta llegar a esta ciudad sin necesidad de tener que coger el transbordador, y tres veces por semana el servicio de trenes paraba en la ciudad pasando antes por Belgrado y Sofía.

placeholder Las rutas posibles. (Wikipedia)
Las rutas posibles. (Wikipedia)

Se puede afirmar sin miedo a errar que el Expreso de Oriente fue (y es) el tren más popular del mundo. No todos los días Agatha Christie o Graham Greene se basan en uno para escribir sus novelas, lo que ayudó probablemente a forjar la leyenda. A bordo del tren se subían las figuras más peculiares: bailarinas, marajás o aristócratas. Son muchas las anécdotas: se dice que Leopoldo II lo montó en dirección a Estambul para infiltrarse en un harén, el búlgaro Boris II pidió que se le permitiese conducir el tren a través de su país o el Zar Nicolás II, siempre amante de los excesos, exigió que para su viaje a Francia se construyese una decoración específica en el vagón que iba a utilizar. Esa era la vida rutinaria del tren, por lo menos hasta que llegó la Primera Guerra Mundial, pues en 1914 el servicio fue interrumpido hasta 1918.

En marzo de 1945, Hitler ordenó a las SS volar por los aires el vagón en el que se había firmado el armisticio tras la Gran Guerra

El tren también era símbolo de los problemas políticos en el continente: en 1919 se inauguró el túnel Simplon que unía Suiza con Italia. Salía de París y pasaba por Lausana, Milán, Venecia, Trieste y Zagreb, un nuevo trayecto que evitaba Alemania tras el Tratado de Versalles. Durante la Segunda Guerra Mundial el servicio volvió a ser interrumpido, momento en el que la compañía alemana Mitropa intentó poner en funcionamiento su propio expreso de Oriente, sin éxito debido al boicot continuo de los partisanos yugoslavos, que saboteaban las vías. En marzo de 1945, Hitler ordenó a las SS volar por los aires el vagón en el que se había firmado el armisticio tras la Gran Guerra y durante la Guerra Fría muchos países del Este cambiaron los vagones por sus propias versiones, mermando la calidad del servicio. Mucho tiempo después, podían encontrarse vagones abandonados en la frontera de Polonia con Bielorrusia. Nada del otro jueves en la historia de Europa.

El ocaso de un dios

Pero, sin duda, la época de entreguerras (años 30) fue la más gloriosa para el Expreso de Oriente. Ofrecía un servicio de primera clase para sus pasajeros, con renombrados chefs y muebles de lujo. Desde Mata Hari a Greta Garbo, pasando por Cléo de Merode o María Callas, las personalidades más interesantes de la época celebraban fiestas, huían o simplemente viajaban en el tren. Con el paso del tiempo, sin embargo, su servicio iría empobreciéndose y cortando presupuestos, reemplazando coches cama por otros estándar, retirando vagones restaurante y convirtiéndolo en un tren casi convencional, muy alejado de la idea de Nagelmackers. A finales de los 70 (en 1977), finalmente, se suspendería el servicio.

Sin embargo, no está todo perdido. A los nostálgicos empedernidos les gustará saber que el Expreso de Oriente hoy en día sigue vigente. Los viajes pueden ser de una noche (en torno a 2.400 euros por persona) o de una semana (conocido como el Gran Tour Europa) y en el recorrido entran Londres, París, Venecia, Berlín, Viena, Estambul o Budapest. Los vagones son originales de los años 30 y recrean los viajes lujosos del siglo pasado, con un mayordomo personal que te atiende durante todo el trayecto. Ideal para millonarios, excéntricos, youtubers como los del vídeo anterior o amantes de una época extinta y olvidada. Todo, por el placer de viajar.

Aquellos nostálgicos que tienen siempre la vista vuelta hacia el pasado sufren de ese síndrome al que Woody Allen calificaba como 'complejo de la Edad de Oro', por el cual cualquier tiempo pasado fue mejor, pues se encuentra revestido de un halo de misterio, glamour y color sepia digno de otra época. Piensan por ejemplo en la Belle Èpoque, e imaginan ese mundo inocente y excitante, rápido y efervescente, previo a la Primera Guerra Mundial.

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