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'Mindhunter', la nueva y muy oscura serie de Fincher en Netflix es la sorpresa del año
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¿por qué mata un asesino en serie?

'Mindhunter', la nueva y muy oscura serie de Fincher en Netflix es la sorpresa del año

El director acaba de estrenar esta serie ambientada en los setenta en la que profundiza en la psique de los nombres más infames de la crónica negra americana

Foto: Holt McCallany y Jonathan Groff son los protagonistas de 'Mindhunter'. (Netflix)
Holt McCallany y Jonathan Groff son los protagonistas de 'Mindhunter'. (Netflix)

Una descarga eléctrica recorre la espina dorsal, desde la rabadilla hasta la base del cráneo, cuando uno se imagina ese segundo en el que Derf Backderf reconoció a su amigo Jeff al otro lado de la televisión. Antes de mudarse a Cleveland, de ganar fama internacional como dibujante de novelas gráficas y de tener su propia entrada en Wikipedia, Backderf pasó sus años de instituto en Bath (Ohio), una ciudad de menos de 10.000 habitantes. Muchas tardes, en la sala de estudio, se sentaba a su lado Jeff, un tipo algo rarito, pero divertido, al que le gustaba hacerse pasar por retrasado y gangoso —pongamos un Arévalo del Medio Oeste— y al que Backderf perdió la pista una vez acabó la educación secundaria y abandonó Bath tras la estela de la vida excitante que suelen prometer las grandes ciudades a los jóvenes de pueblos pequeños.

Como decía, la siguiente vez que Backderf se encontró con su amigo fue a través de la pantalla de una televisión de tubo, habían pasado más de 10 años y Jeff se había convertido en toda una celebridad. Eso sí, en una celebridad infame: en esos 10 años, Jeffrey, Jeff, había drogado, asesinado y descuartizado a 17 hombres con los que había practicado necrofilia y canibalismo, en esos 10 años Jeffrey, Jeff, el amigo Jeff, se había convertido en Jeffrey Dahmer, 'el carnicero de Milwaukee'. ¿Cómo, cuándo, por qué? ¿Qué es lo que hace que tu amigo del instituto se convierta en un psicópata sádico? ¿Se podía haber evitado? ¿Por qué matan los asesinos en serie?

Esto mismo se pregunta 'Mindhunter', la serie que David Fincher acaba de estrenar en Netflix, un 'thriller' criminal envolvente y desasosegante que intenta adentrarse en las cenagosas circunvoluciones del cerebro de algunos de los nombres más infames de la crónica negra de Estados Unidos. La nueva ficción de Fincher —que aunque dirige solo cuatro capítulos produce la totalidad de los 10 que componen la primera temporada— se inspira en el libro 'Mindhunter: Inside FBI's Elite Serial Crime Unit', escrito por el exagente del FBI John E. Douglas, que en la década de los setenta fue uno de los primeros investigadores que decidieron utilizar la psicología y las ciencias de la conducta para elaborar una clasificación de perfiles psicológicos de criminales que ayudó al Buró Federal de Investigaciones a resolver casos que parecían estar en punto muerto.

Quantico (Virginia). Academia de formación del FBI. Año 1977. La retirada del Ejército de Estados Unidos de la guerra de Vietnam todavía escuece. El verano del amor ha muerto hace casi una década, cosido a puñaladas a manos de 'La familia' de Charles Manson. El país se ha despertado del sueño americano a bofetadas, con las tasas de criminalidad subiendo y la Corte Suprema de Estados Unidos desdiciéndose de la revocación de la pena de muerte que había firmado en 1972 en un arranque de positividad que solo duró cuatro años. Han detenido a David Berkowitz, que después de cargarse a seis personas a base de pistola le echa la culpa al perro del vecino, que está endemoniado. Y aquí y allí, al trono de las cárceles del 'país de las libertades' han llegado unos nuevos reyes, y todos tienen algo en común con Berkowitz: son hombres, blancos, de clase media o baja, y exhiben orgullosos un expediente criminal construido a base de cadáveres, más de uno y más de dos —normalmente mujeres asesinadas de las formas más violentas y sangrientas imaginables—, como si fuese una medalla al mérito civil. En este momento todavía no tienen nombre, pero se les acabará conociendo como 'asesinos en serie'.

placeholder Cameron Britton interpreta al asesino Ed Kempers en 'Mindhunter'. (Netflix)
Cameron Britton interpreta al asesino Ed Kempers en 'Mindhunter'. (Netflix)

Holden Ford (Jonathan Groff) es un joven agente del FBI. Metódico, ordenado, detallista. En una época en la que la única forma de concebir el crimen es desde un punto de vista moral y cristiano —el mal existe, siempre hay manzanas podridas, desechos humanos por naturaleza—, Ford comienza a plantearse que, a lo mejor, existe un componente social y psicológico que empuje a los asesinos en serie a matar. ¿De dónde sale su impulso homicida? ¿Son gente que simplemente está loca o siguen un patrón, aunque desviado, mínimamente racional? ¿Son aberraciones humanas carentes de empatía o, lo que sería más complejo, son gente a la que el ambiente familiar, un contexto social desfavorable y la incapacidad de integrarse en el entorno la empujaron a asesinar? ¿Son todos iguales? ¿Pueden ser redimidos? ¿Pueden ser, de alguna manera, útiles a la sociedad? Ford piensa que la psicología, considerada por entonces una pseudociencia de jipis trasnochados, puede tener la respuesta.

"Nuestro trabajo no es sentir lástima por esta gente. Nuestro trabajo es electrocutarlos", le espeta a Ford el jefe de unidad Shepard (Cotter Smith), como la condensación en una sola frase de todo el ideario sobre criminalidad que hasta entonces ha manejado el FBI. "¿Cómo vamos a adelantarnos a los locos si no sabemos cómo piensan los locos?", le rebate el agente Bill Tench (Holt McCallany), especialista en ciencias del comportamiento, y quien junto a Ford y a la psicóloga Wendy Carr (Anna Torv) pondrá en marcha una investigación para sumergirse en la psicología de los asesinos en serie —sus motivaciones, su trasfondo personal, sus pensamientos— a través de una serie de entrevistas para utilizar la información y desenmascarar a otros asesinos en serie. ¿Por qué ese niño travieso o desapegado o introvertido o extremadamente sensible o extremadamente iracundo se acaba convirtiendo en un psicópata homicida? ¿Y por qué ese otro no?


Otra imagen de 'Mindhunter'. (Netflix)

A medida que pasan los capítulos, la telaraña que teje 'Mindhunter' alrededor del espectador se vuelve más pegajosa y perturbadora. La serie recurre al estilo seco y envolvente de Fincher —'Mindhunter' podría considerarse una extensión de 'Zodiac' (2007)—, de colores fríos y apagados, planos fijos y sostenidos, y poco a poco va llevando al espectador a un lugar incómodo, a un terreno ambiguo y fangoso entre el desagrado y la empatía, como testigo de los abismos más oscuros y aberrantes del ser humano. No hay sangre. No hay vísceras. Sin recurrir casi a la violencia gráfica —como mucho, alguna foto de la escena del crimen—, simplemente apelando a la reconstrucción de los homicidios que hacen los condenados a través de la palabra, la serie consigue sostener una tensión latente que cala los huesos y el alma. Y que asusta.

Asusta que hasta en los actos más despiadados rija algún tipo de orden, de razón. Porque el retrato que más estremece es el de Ed Kemper (interpretado magistralmente por Cameron Britton), el primer convicto que decide participar en el estudio de Ford y Tench, el primer asesino en serie que se abre al espectador de 'Mindhunter'. El mundo sería más simple si los hombres que han matado a 10 personas, practicado canibalismo y necrofilia y decapitado a su propia madre para violar su cabeza tuvieran la cara y las maneras de un asesino de 10 personas que ha practicado canibalismo y necrofilia y que ha decapitado a su propia madre para violar su cabeza. Tanto Ford como el espectador no pueden si no sorprenderse de encontrarse frente a un hombre aparentemente afable, educado, inteligente y reflexivo, gran conversador —"a los polis les gusto porque pueden hablar conmigo más de lo que pueden hablar con sus mujeres"— y servicial, pero que es capaz de relatar con pelos y señales, sin mostrar un ápice de empatía, todos los detalles morbosos de sus delitos, como si estuviese recitando de memoria la receta del pavo asado relleno. "Solo soy un asesino tremendamente prolífico que se ha pasado la vida adulta evitando que lo atrapen hasta que me entregué porque perdí la esperanza de que me pillaran", se define con tono suave y meloso.


Otro fotograma de Britton en el papel de Kemper. (Netflix)

La última ficción de Fincher para Netflix —creada por Joe Penhall, guionista de 'La carretera', y producida también por Charlize Theron— es ambiciosa no solo en la forma —múltiples localizaciones, una estética cuidadísima, un presupuesto tamaño Fincher— sino también en el fondo. 'Mindhunter' no parece una serie de tesis, sino que quiere tomarse su tiempo para explorar y reflexionar, casi como un ensayo, con mirada analítica, los secretos más oscuros de la naturaleza humana. Y a secretos oscuros, a la naturaleza humana no hay quien la gane.

Una descarga eléctrica recorre la espina dorsal, desde la rabadilla hasta la base del cráneo, cuando uno se imagina ese segundo en el que Derf Backderf reconoció a su amigo Jeff al otro lado de la televisión. Antes de mudarse a Cleveland, de ganar fama internacional como dibujante de novelas gráficas y de tener su propia entrada en Wikipedia, Backderf pasó sus años de instituto en Bath (Ohio), una ciudad de menos de 10.000 habitantes. Muchas tardes, en la sala de estudio, se sentaba a su lado Jeff, un tipo algo rarito, pero divertido, al que le gustaba hacerse pasar por retrasado y gangoso —pongamos un Arévalo del Medio Oeste— y al que Backderf perdió la pista una vez acabó la educación secundaria y abandonó Bath tras la estela de la vida excitante que suelen prometer las grandes ciudades a los jóvenes de pueblos pequeños.

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