Adiós a Tony Soprano: cómo los directivos se cargaron la edad de oro de la tele
La producción de series cae un 20% en EEUU tras dos décadas de subidas vertiginosas. La guerra del 'streaming' empieza a cobrarse sus primeras víctimas. El pinchazo de la burbuja
La fina línea que une a Frank Sobotka con Sergio Ramos. Puede parecer un disparate comparar la angustia del sindicalista de The Wire, vagando por el puerto de Baltimore con la mirada extraviada, con la del exjugador del Real Madrid que, desvelado tras un partido, se pone a pintar cuadros indescriptibles en su mansión de la Moraleja (visto en su docureality para Amazon Prime). Frank Sobotka y Sergio Ramos, solos en la madrugada...
Ocurre que ambas escenas tienen algo en común, son fruto de la misma época cultural, bautizada como la nueva edad de oro de la televisión, de la que Sobotka sería cumbre y Ramos reflejo del estallido de la burbuja por sobredosis de gasto y contenido delirante.
Hubo un tiempo en que si una estrella de Hollywood saltaba a la tele, le llamaban juguete roto; el formato estrella de HBO eran los vertiginosos combates de Mike Tyson, y producir series sobre personajes conflictivos era una utopía (por contra, tú hoy vas a la sede central de Apple a cambiar una bombilla y sales de ahí con un contrato de 200 millones para rodar una serie de una colonia de presidiarios polacos en Marte).
En efecto, de los últimos años del siglo XX a nuestros días, han pasado muchas cosas en la televisión. Cuando el streaming y el furor serializado aún no existían, se produjo la ruptura cultural, con series como The Wire y Los Soprano (producidas por HBO cuando solo era una tele estadounidense por cable). Poco a poco, la caja tonta pasó a ser la caja lista, y las series dieron el sorpaso a las pelis como producto audiovisual alfa. Un videoclub llamado Netflix saltó al streaming, empezó a producir y creció a velocidad de crucero. Las celebrities hollywoodienses se pegaban por salir en las series. Las plataformas se multiplicaron. Llovieron millones. Directores prestigiosos olvidaron sus críticas al streaming y llevaron sus proyectos más faraónicos a unas plataformas dispuestas a gastarse lo que hiciera falta. Era la locura conejil.
La aceleración de la nueva edad de oro catódica se llamó Peak TV (2011-2023), con “peak” (pico, cima) como metáfora de la borrachera de contenido. Son años de competencia asalvajada, sobreproducción inabarcable y gasto a fondo perdido, es decir, crisis en potencia de modelo de negocio.
Si bien la Peak TV produjo alguna serie digna del canon, en términos generales la calidad acabó abnegada por la cantidad. La ensoñación del crecimiento ilimitado (en series y suscriptores) tocó techo durante la pandemia.
Desde entonces, pinchazos sucesivos de la burbuja, con suscriptores fatigados, fusiones empresariales conflictivas y purgas traumáticas de contenidos, con un caso emblemático, el fiasco Batgirl, que merece un capítulo propio en esta historia. Atentos.
La debacle 'Batgirl'
Contexto: HBO forma parte ahora del conglomerado Warner Bros. Discovery, que además de un estudio clásico hollywoodiense, cuenta con dos plataformas de streaming (HBO Max y Discovery Plus) que podrían fusionarse próximamente… o no (cada mes se escuchan teorías diferentes al respecto). “El abismo entre Warner Media -con sus joyas gemelas (Warner y HBO) y Discovery (cuyos programas estrella son los realities lerdos) era tal que un periodista lo describió como casar a la joyería Tiffany con los supermercados Wallmart”, cuenta Peter Biskind en Pandora's Box, su libro sobre el auge y caída del boom catódico.
Los bandazos del conglomerado, según Biskind, devaluaron la marca HBO, pero a la rama comercial tampoco le fue mucho mejor. El primer gran fiasco del matrimonio fue Batgirl, en 2023, película de superhéroes cuyo rodaje costó 90 millones de dólares. Batgirl estaba ya en posproducción cuando la compañía decidió borrarla del mapa para ahorrar costes, en uno de los movimientos empresariales más traumáticos y rocambolescos de los últimos años, tirar a la papelera una película rodada y pagada, broche simbólico a una era en la que difundir cualquier contenido, por absurdo que fuera, era religión.
"Creo que nuestro nuevo patrón quiere quemar nuestra cadena para cobrar el seguro"
“Batgirl era la gran oportunidad de David Zaslav [director ejecutivo de Warner Discovery] para competir contra la poderosa Marvel. Debía estrenarse primero en cines y luego en HBO Max. No sólo estaba casi terminada, sino que había recuperado a Michael Keaton, el Batman favorito de todo el mundo... Su coste de 90 millones de dólares, sin embargo, llevó a Zaslav a creer que era demasiado grande (es decir, demasiado cara) para el streaming, pero demasiado pequeña para las salas. En un movimiento sin precedentes, decapitó el filme, negándose a proyectarlo o vendérselo a terceros. Para colmo de males, Zaslav sostuvo en público que su cancelación fue muy valiosa para deducir impuestos", cuenta Biskind.
John Oliver, presentador satírico estrella de HBO, reaccionó así en su programa: “Tengo la sensación de que nuestro nuevo patrón quiere quemar nuestra cadena para cobrar el seguro”. Zaslav, el patrón de Oliver, cobró 246 millones de dólares en 2021 sumando salario y stock options. Discovery tiene una deuda de 55.000 millones de dólares.
Se acabó la fiesta
Bien pensado, lo raro es que lo de Batgirl no hubiera pasado antes. El ciclo de crecimiento tele/streaming -dos décadas con el turbo puesto- ha sido notablemente largo para un fenómeno cuyas fases repican a cualquier otra eclosión cultural: underground, obras maestras, boom mediático, fenómeno popular, frenesí empresarial, elefantiasis presupuestaria, saturación artística (por exceso de títulos, homogeneización de la oferta y aversión al riesgo), hastío del consumidor y explosión de la burbuja. En las sucursales donde el fenómeno pegó más tarde (España) quizá aún no se note tanto, pero el mercado madre de EEUU ya está en clara contracción.
Desde 2003, el número de series creció sin parar en EEUU. Veinte años de subidón. Del centenar de series producidas a principios del siglo XXI por la industria (canales tradicionales, cable y plataformas) se pasó a las 1157 de 2022. Hasta que, el año pasado, llegó el porrazo: caída de más del 20% en series encargadas y producidas, según datos recopilados por Variety.
El bajón se refleja aún más en el número de pilotos (episodios cero encargados por las teles antes de aprobar la temporada completa). En 2019, la industria estadounidense encargó 41 pilotos. El año pasado fueron siete.
Respecto a los productos televisivos en sentido amplio (ficciones, no ficciones o docurealities), las plataformas estadounidenses produjeron 212 menos en 2023 que el año anterior, otra caída del 20%.
¿Debacle estresante o racionalización sensata? Habla Variety: “Un volumen menor de nuevas series podría no ser catastrófico; los datos sugieren que la gran mayoría de series originales pasan desapercibidas. La contracción es necesaria para corregir la irracional exuberancia del pico televisivo, que produjo una oferta mucho mayor de la que podría ser satisfecha por la demanda de los espectadores”.
¿Hacia dónde iría la industria? Según Variety: menos series de ficción y más formatos más baratos como true crimes o docurealities.
La carrera por producir contenidos a lo loco, dejó en situación delicada a las empresas que llegaron tarde al streaming, pero también a la pionera, Netflix, con un complicado 2022 pospandémico, con frenazo de suscriptores y vaivenes bursátiles. Pasado el bache, en 2023, Netflix siguió ejerciendo de locomotora industrial, produjo el 44% de los contenidos de plataforma en EEUU, 343 programas originales, por 90 de Prime Video. Muy por delante de HBO Max (57) o Disney Plus (37). La deuda histórica de Netflix, eso sí, sigue tan lustrosa como siempre: 13.980 millones de dólares a junio de 2024.
¿Gigantes con pies de barro?
Andrew Wallenstein, analista de Variety ha bautizado esta tercera fase (tras la edad de oro y la Peak TV) como la del “Ozempic”, por “el actual impulso maníaco de la industria para adelgazar su propia programación inflada”.
Pronóstico reservado.
Los años salvajes
Llegados al principio del fin de una era, es tiempo del balance crítico. Extractos irresistibles del libro de Biskind sobre los vaivenes de la edad de oro de la tele serializada.
1) Sobre cuando los directivos televisivos huían de las series conflictivas:
“Kevin Spacey recuerda un memorando escrito por ejecutivos de la NBC tras ver el piloto de Canción triste de Hill Street . Se quejaban de que había “demasiados personajes, demasiadas tramas, personajes que no eran buenos en su trabajo y cuyas vidas personales eran desastrosas”, recuerda Spacey. “Es decir, rechazaban el molde que convertiría luego en un éxito cualquier serie estrenada tras Los Soprano”.
2) Sobre los peculiares hábitos oficinescos los primeros años de HBO (según un extrabajador):
“Si no esnifabas cocaína, o al menos fumabas hierba, algo estabas haciendo mal. No eras lo suficientemente moderno para trabajar allí. No se consideraba un problema, era un alivio medicinal. Nos drogábamos a la hora del comer y volvíamos luego a trabajar”.
3) Sobre las malas decisiones tras el éxito de HBO:
"Netflix era el ejército albano. ¿Cómo iban a conquistar el mundo?"
“Sus ejecutivos de Los Ángeles se dejaron llevar fácilmente por el brillo de Hollywood. [Habla uno de los antiguos jefes de la compañía] “No confiaba en la oficina de la costa oeste. Lo compraban todo. HBO gastó cientos de millones de dólares [en series bélicas coproducidas por Tom Hanks], solo porque Chris [uno de los directivos de HBO] iba a clase de pilates a casa de Tom Hanks. ¡La clase de pilates nos salió a 200 millones!".
4) Sobre la decisión de HBO de no comprar Netflix cuando aún era una compañía emergente en pañales:
“Hubo algo de arrogancia en la decisión. [Hablan directivos de HBO en esos momentos]. “Nosotros éramos HBO y ellos [Netflix] estaban en segunda división”. “Netflix era el ejército albano. ¿Cómo iban a conquistar el mundo?”.
"Pero, en la década siguiente, Netflix pasó de guerrilla albanesa a ejército nuclear norcoreano”.
5) Sobre el error de los conglomerados hollywoodienses -antes de dar el salto al streaming- de cebar a Netflix revendiéndole sus contenidos:
[Habla el jefazo de Warner Bros.]: “Los ejecutivos de los estudios pensaron que Netflix nunca interferiría en el ecosistema central del sistema, pero terminó devorándolo. Alimentaron a Netflix cuando parecía un animal inofensivo, y resultó ser una bestia".
“En ese momento, Disney estaba vendiendo películas de Marvel a Netflix. [Habla uno de los jefes de Disney] "Un día me desperté y pensé: básicamente estamos vendiendo tecnología nuclear a un país del Tercer Mundo, y ahora la están usando contra nosotros. Así que decidimos dejar de vender derechos a Netflix y hacer nuestro propio servicio de streaming”.
6) Sobre la entrada de Apple y Amazon en el negocio del streaming como elefantes en cacharrería:
[Habla el director Steven Soderbergh]: “Apple y Amazon están distorsionando el ecosistema porque no necesitan el streaming para ganar dinero. Pueden hacer negocios económicos terribles simplemente para mantener la cabeza de sus rivales bajo el agua hasta que se ahoguen”.
"Amazon quería su propio Juego de tronos: Los anillos del poder, basada en los apéndices a El señor de los anillos. Decían que era una obsesión personal de Jeff Bezos. Solo los derechos del libro valieron 250 millones de dólares. La producción de la primera temporada, 400 millones. Si le añadimos 400 millones más en publicidad, nos sale la obscena cifra de más de 1000 millones por una temporada... Amazon presumió de 25 millones de visionados del estreno de Los anillos del poder, cifra que desafió cualquier verificación independiente (¿cuántos minutos vistos de una serie bastan para ser considerado un visionado?). De hecho, pronto cayó un manto de silencio sobre la audiencia de la serie, lo que permite deducir que fue decepcionante”.
“El impacto del saco de dinero de Apple TV en la economía del streaming ha sido considerable. Se suponía que Big Little Lies, de HBO, sería una miniserie. Por tanto, la cadena contrató a Reese Witherspoon y a Nicole Kidman para una sola temporada, pagándoles entre 250.000 y 350.000 dólares por episodio a cada una. Pero [tras el éxito de la serie], cuando HBO trató de renovarlas para una segunda temporada, descubrió que Apple TV estaba pagando a Witherspoon (y a Jennifer Aniston) entre 1,25 y 2 millones por episodio de The Morning Show, además de sus honorarios como productoras ejecutivas. Witherspoon usó esto para pedir un aumento en la segunda temporada de Big Little Lies: 1 millón de dólares por episodio. Huelga decir que la coprotagonista Kidman también se subió a ese carro”.
7) Sobre los volantazos de Disney:
“En 2022, la junta directiva de Disney renovó el contrato de su director ejecutivo, Bob Chapek, por tres años, pese a una reciente caída del 60% en las acciones de la compañía… Cinco meses después, la junta sorprendió a la hastiada industria destituyendo a Chapek y restituyendo en su puesto a Bob Iger [el carismático jefe anterior, que se había apartado voluntariamente de la primera línea]. Los factores que contribuyeron a la defenestración de Chapek fueron los 1.500 millones de dólares de pérdidas trimestrales en la división del streaming, y otra caída del 41% en las acciones de Disney, aunque la gota que colmó el vaso quizá fue otra: en su informe de resultados, Chapek despachó la crisis con comentarios inapropiadamente optimistas sobre sus éxitos como vendedor de “recuerdos mágicos de Disney para toda la vida”.
Pero nada es para toda la vida. Ni Isabel II, ni Jordi Hurtado, ni siquiera la moda de consumir series compulsivamente.
La fina línea que une a Frank Sobotka con Sergio Ramos. Puede parecer un disparate comparar la angustia del sindicalista de The Wire, vagando por el puerto de Baltimore con la mirada extraviada, con la del exjugador del Real Madrid que, desvelado tras un partido, se pone a pintar cuadros indescriptibles en su mansión de la Moraleja (visto en su docureality para Amazon Prime). Frank Sobotka y Sergio Ramos, solos en la madrugada...
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