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Los zombis de 'The Last of Us' y cómo la historia del audiovisual nos ha traído hasta aquí
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DE ROMERO AL CORDYCEPS

Los zombis de 'The Last of Us' y cómo la historia del audiovisual nos ha traído hasta aquí

La serie de HBO Max es solo el último ejemplo de una larga tradición de muertos vivientes en las pantallas. ¿Qué tienen de especial los infectados que van tras Pedro Pascal?

Foto: Uno de los zombis hongo (o 'chasqueadores') de 'The Last of Us'. (HBO)
Uno de los zombis hongo (o 'chasqueadores') de 'The Last of Us'. (HBO)

The Last of Us es solo el último ejemplo de una larga tradición de zombis en la pantalla. Los cadáveres andantes de la última sensación de HBO Max tienen su propio sello: se trata de humanos infectados por un hongo real, el Cordyceps, que doblega su voluntad mientras ornamenta sus cuerpos con floridas costras fúngicas. Pero no por ello dejan de compartir libro de familia con otras tantas ficciones sobre muertos vivientes fabricadas para el cine o la televisión.

Las criaturas a las que se enfrentan Joel (Pedro Pascal) y Ellie (Bella Ramsey) en su travesía a lo largo de unos Estados Unidos devastados por veinte años de epidemia zombi en la serie tienen padres, tíos y primos audiovisuales. De ellos, la ficción creada por Craig Mazin (Chernobyl) y Neil Druckmann, el director del videojuego en el que se basa, toma prestadas mil y una ideas sobre el desmoronamiento de los estados, la representación de la muerte o la degradación de los cuerpos.

'The Last of Us' es el primer fenómeno zombi de calado tras la covid-19

El mayor interés de la serie no está precisamente en su retrato de los no muertos, sino en otros lugares y momentos, como los fugaces pasajes en que Joel y Ellie tratan de explicarse el uno al otro las experiencias de vivir en los mundos pre y posapocalíptico. Pero eso no obsta para que The Last of Us participe del subgénero zombi desde una posición particular.

placeholder Uno de los infectados de 'The Last of Us'. (HBO)
Uno de los infectados de 'The Last of Us'. (HBO)

Para empezar, la serie de HBO representa el primer fenómeno zombi de auténtico calado popular que tiene lugar tras la pandemia de la covid-19. El primer episodio de The Last of Us se asegura bien de distinguir las crisis sanitarias originadas por virus respiratorios de su hongo asesino, pero ni eso evita que la sombra de los últimos años se cierna sobre su trama. Lo vivido desde marzo de 2020, también como telespectadores, es una mochila que quizá no podamos descolgarnos nunca.

Eso no quita que el peso de los peones del Cordyceps en la historia sea relativo. Pasan bastantes minutos hasta que vemos al primero de los zombis de la serie; no digamos hasta la aparición de la primera horda de caminantes digna de una película de Romero. Lo verdaderamente perturbador de la epidemia de The Last of Us es otra cosa.

placeholder Un momento de 'The Last of Us'. (HBO)
Un momento de 'The Last of Us'. (HBO)

“Los infectados tienen la contradicción de ser bellos y aterradores al mismo tiempo”, cuentan los propios creadores de la serie en el podcast oficial que ha lanzado HBO. Se refieren al primer contagio que presencia el espectador, el de esa vecina paralizada por una enfermedad neurodegenerativa a la que el hongo infecta y subyuga, pero, de alguna manera, también cura.

El sintagma mismo de la infección en The Last of Us —frente a otros muertos vivientes audiovisuales, que reviven por culpa de maldiciones, fugas químicas, magia negra o duchas de rayos cósmicos— implica por parte de la serie un deseo de romper con determinadas corrientes dentro de la ficción zombi y anuncia un compromiso con otras.

Breve historia del zombi

Cualquier genealogía del zombi debería empezar por la occidentalización de motivos y leyendas de la cultura haitiana que tiene lugar en el cambio del siglo XIX al XX. Ahí y entonces, el monstruo toma forma como una figura humana que, mediante vudú, se transforma en un cuerpo sin vida ni voluntad. Los sujetos de estas primeras zombificaciones eran a menudo esclavos negros, prestos para ser explotados por toda la eternidad en plantaciones de algodón.

El imaginario desplegado en torno a este mito colonial andante fue reescrito e interpretado con asiduidad en años posteriores por películas como White Zombie (Victor Halperin, 1932) o Yo anduve con un zombi (Jacques Tourneur, 1943). Sin embargo, el pacto estético que apaciguó las aguas del subgénero lo aportaría George A. Romero con La noche de los muertos vivientes, de 1968.

placeholder Una imagen de 'La noche de los muertos vivientes'. (Filmin)
Una imagen de 'La noche de los muertos vivientes'. (Filmin)

Ese primer decálogo del buen zombi —caminante, no corredor; corto de entendederas y vuelto a la vida sin razón evidente— ha sido enmendado desde el cine por grandes blasfemos del subgénero, como el propio Romero con El día de los muertos (1985), Danny Boyle y su moderna 28 días después (2002) o el remake de Amanecer de los muertos (2004) de Zack Snyder. En cambio, el mayor fenómeno televisivo hasta la fecha en lo que a muertos vivientes se refiere sigue siendo, precisamente, uno de los planteamientos más devotos de aquella receta fundacional: The Walking Dead.

Tratar de componer una evolución del zombi en términos estrictamente cronológicos es, además de confuso, difícil. En la historia de la imagen y sus géneros, donde todo se mueve más en círculos que en líneas rectas, la narración diacrónica coherente es un gran ideal a perseguir, pero también uno muy pocas veces realizable. Una puerta trasera para salir de este callejón teórico infestado de no muertos es mirar a los zombis desde otro prisma: el de su significado.

¿Qué significan hoy los zombis?

Como ocurre con los vampiros y el sexo, los caminantes comevísceras tienen su propia carga metafórica. El contenido de esta, sin embargo, varía en función de los productos audiovisuales y sus contextos. Una primera lectura de la ideología cifrada tras todos esos jirones de carne y huesos a la vista podría tener que ver con lo religioso o lo espiritual, con el siguiente interrogante como preocupación central: ¿qué queda del ser humano cuando el alma abandona el cuerpo?

De esta visión acrítica del muerto viviente podríamos saltar a otra de inspiración revolucionaria, armada desde y contra el capitalismo. La lucha de clases, los apetitos modernos que equiparan consumir con devorar, la consagración de las masas como entidades políticas o las rutinas alienantes del trabajo son palancas de pensamiento que ayudan a leer Zombi, el amanecer de los muertos vivientes, la serie británica In The Flesh o incluso [REC], el mayor exponente español en este negociado.

No obstante, sobre The Walking Dead, el ejemplo que domina aún hoy la televisión de muertos vivientes (y cuya herencia es palpable en The Last of Us, pero también en otras tantas series: Zomboat!, Black Summer, Kingdom...; o en la película One Cut of the Dead), flota una posible tercera acepción: el zombi como una estética caníbal andante.

placeholder Un momento de la primera temporada de 'The Walking Dead'. (AMC)
Un momento de la primera temporada de 'The Walking Dead'. (AMC)

Solo en los quince minutos iniciales del primer episodio de la serie estrella de AMC (con perdón de Mad Men y Breaking Bad, que acaba de cumplir 15 años) hay referencias visuales explícitas a La noche de los muertos vivientes, con la fatídica llegada en coche hasta el mismísimo fin del mundo, y 28 días después, en ese Rick que, como el protagonista de Cillian Murphy, despierta en un hospital ya arrasado por los no muertos. Desde que un relato tan dado a las citas marca el paso de las narraciones de zombis, tiene más sentido que nunca pensar en estos monstruos que un día fueron personas como mensajes que un día tuvieron significado.

Un siglo después de su invención, la taxidermia zombificante de las ficciones nunca se había presentado tan abiertamente como un fin en sí mismo. The Last of Us es solo la última prueba de que el propio acto de representar mediante la mordedura y el contagio pervive como la fuerza motora de una turba de cascarones vacíos que, más que engullir, fagocitan lenguajes; códigos de una miríada de intentos previos de resucitar lo irrevivible. Apuntalando esa idea de que aquí, más que tiros rectilíneos, hay circunferencias infinitas, el concepto del marxista francés Guy Debord de la tautología de los espectáculos lo resume de fábula: los zombis de hoy son zombis porque son zombis.

The Last of Us es solo el último ejemplo de una larga tradición de zombis en la pantalla. Los cadáveres andantes de la última sensación de HBO Max tienen su propio sello: se trata de humanos infectados por un hongo real, el Cordyceps, que doblega su voluntad mientras ornamenta sus cuerpos con floridas costras fúngicas. Pero no por ello dejan de compartir libro de familia con otras tantas ficciones sobre muertos vivientes fabricadas para el cine o la televisión.

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