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Claudio Biern Boyd, el grande de la animación española que 'asesinó' a David, el gnomo
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Claudio Biern Boyd, el grande de la animación española que 'asesinó' a David, el gnomo

Llevó a la pequeña pantalla grandes series de dibujos animados inspiradas en clásicos de la literatura universal que marcaron especialmente la década de los años 80

Foto: Imagen de la serie 'David, el Gnomo'. (BRB)
Imagen de la serie 'David, el Gnomo'. (BRB)

"Lo escribí en agosto, en una tarde de verano. Cuando se lo di a mi mujer para que lo leyese, se puso a llorar. Me dijo: 'Es el mejor guion que has escrito nunca'". Claudio Biern Boyd contaba así el día que escribió el capítulo final de 'David, el Gnomo'. En los últimos minutos de su célebre serie, David y Lisa, su fiel compañera, se despiden del mundo y se acaban convirtiendo en árboles. Y todo ello a lo largo de veinticinco minutos que harían llorar a niños y mayores durante la primera emisión de la serie, en TVE, un sábado por la tarde del año 86.

Los dibujos animados de los gnomos generaron 'merchandising' y una oleada de adoración por parte de los espectadores. En aquella época solo existían dos canales, de modo que todo el mundo veía lo mismo en televisión. Fue, sin duda, la etapa dorada de BRB Internacional. Así se llamaba y se llama la empresa creada por este mallorquín que, como su David, emprendió su último viaje este pasado lunes, a los 82 años.

"Buscó inspiración en clásicos de la literatura o en personajes populares"

Hablar con Claudio Biern Boyd en su despacho era sentirse en casa. A los periodistas que tuvieron la fortuna de traspasar las paredes de las dependencias de BRB Internacional, les enseñaba acetatos (las pinturas que se utilizaban como fondos en la animación tradicional) de D’Artacán o David (el gnomo), les firmaba libros o les hacía lúcidas reflexiones sobre cómo habían evolucionado los dibujos animados. Cortés y discreto, Biern Boyd no evitaba ningún tema: la posibilidad (y las ganas) de incluir en sus series personajes más inclusivos. Se había planteado, por ejemplo, crear algún protagonista gay. Sin rencores, sin falsa nostalgia y mirando siempre hacia adelante, aunque el mejor momento de su negocio tuvo lugar en los años 80, cuando media España veía a Willy Fog dar la vuelta al mundo y la otra media sentía como suyas las aventuras de D’Artacán y su mosqueperros. Además, eran éxitos intergeneracionales, daba igual que tuvieses 8 u 80 años.

placeholder Imagen de la serie 'La vuelta al mundo de Willy Fog'. (BRB)
Imagen de la serie 'La vuelta al mundo de Willy Fog'. (BRB)

Dada su trayectoria, cuesta creer que los orígenes de Biern Boyd fuesen por derroteros que nada tienen que ver con la televisión. De hecho, iba para abogado. Estudió Derecho en la Universidad de Deusto y, siendo muy joven, se encargó de promoción y marketing en Lever Ibérica. De ahí dio el salto al mundo empresarial y fundó BRB en el 72. Con él se cumple la máxima de estar en el lugar y en el momento adecuado.

Pocos años del nacimiento de su compañía, en 1975, un anime, 'Heidi', se convirtió en un fenómeno sociológico sin precedentes en España (el cambio de emisión de un capítulo, a causa del luto oficial por la muerte de Franco, hizo que TVE recibiese miles de cartas de protesta). El público demandaba animación y BRB se la dio. Las series y los cortos de Hanna-Barbera o Warner, y emblemas como 'La abeja Maya', 'Vickie, el vikingo' o 'La pantera rosa' llegaron a nuestro país gracias a Biern Boyd. Como contaba 'El País' estos días, la empresa también fue la responsable de que existiese un pastelito rosa llamado como la famosa pantera salida de la imaginación de Blake Edwards.

placeholder Imagen de la serie 'Ruy, el pequeño Cid'. (BRB)
Imagen de la serie 'Ruy, el pequeño Cid'. (BRB)

A principios de los 80, Biern Boyd decidió que ya era hora de apostar por la producción propia. Y además lo hizo marcando su estilo, en el que tenía mucho que ver su amor por la cultura. Pese a no dibujar, Claudio escribía guiones y decidía qué se hacía y qué no. Como él mismo dijo en muchas entrevistas, quería que sus dibujos tuviesen acción pero no violencia. También buscaba inspiración, como ya lo hacían por entonces nombres como los de Isao Takahata, en clásicos de la literatura o en personajes populares. Así es como, a principios de los 80, realizó 'Ruy, el pequeño Cid', una coproducción con Japón (de ahí el 'look anime' de toda la serie) que también inició una moda muy particular. Aquellas series de BRB eran también excelsas a la hora de construir temas musicales que pasaron a formar parte del imaginario colectivo. En el caso de 'Ruy', todo el mundo tarareó lo de "Ruy se lanza contra el enemigo. Es valiente, es como ninguno. Ya le llaman Cid Campeadoooor". Pero, ¿quién no recuerda aquello de "eran uno, dos y tres, los valientes mosqueperros" o el "son 80 días, son 80 nada más, para dar la vuelta al mundo" con la voz de Amaya Uranga (Mocedades)?

placeholder Imagen de la serie 'D'Artacán y los tres mosqueperros'. (BRB)
Imagen de la serie 'D'Artacán y los tres mosqueperros'. (BRB)

Para los niños de la generación EGB, D’artacán hizo más por el conocimiento de Alejandro Dumas que todas sus novelas juntas. No es de extrañar que para muchos pequeños que aún no habían leído al autor galo o a Julio Verne, D’artagnan se llamase D’artacán y Phileas Fogg fuese Willy Fog. Este último, además, pasó a formar parte de la jerga de todo un país. En una época en la que ni siquiera se intuían los viajes 'low cost', a cualquiera que fuese nómada o culo inquieto se le decía aquello de "das más vueltas que Willy Fog".

Estas dos series también generaron colecciones de cromos, pegatinas incluidas en yogures (los ya difuntos Yoplait se especializaron en las mismas), muñequitos y todo tipo de objetos para gusto y deleite de niños. La animación española, idolatrada como cualquier película de Disney, a la altura de las 'Heidis' y los 'Marcos' que habían arrasado en los 70.

placeholder Imagen de la serie 'David, el Gnomo'. (BRB)
Imagen de la serie 'David, el Gnomo'. (BRB)

Pero el gran logro de Biern Boyd llegó en 1985, cuando BRB estrenó 'David, el Gnomo'. Al mallorquín se le ocurrió producirla cuando, durante uno de sus viajes, vio el libro 'Los Gnomos', de Wil Huygen, ilustrado por Rien Poortvliet. "Estaba en holandés; no entendí una sola palabra, pero me encantó", declaraba Biern Boyd, que acabó adaptándolo y elaborando una serie ecologista cuando nadie reparaba en qué significaba aquella palabra.

Además, se rodeó de los mejores. En 'David, el Gnomo' había canciones del mismísimo Hilario Camacho; en su doblaje participó la mismísima Matilde Conesa poniendo voz a Lisa y los fondos eran los más trabajados por BRB hasta la fecha. No es de extrañar que David, su saludo nariz contra nariz, sus trols y su zorro Swift alcanzasen la categoría de icono pop, algo impensable en las televisiones de hoy, con una audiencia fragmentada y la práctica inexistencia de programación infantil en sus parrillas.

placeholder El zorro Swift, llorando ante la marcha de David y Lisa. (BRB)
El zorro Swift, llorando ante la marcha de David y Lisa. (BRB)

De sus 26 capítulos, el que impactó especialmente fue el último. Muchos niños hicieron suyas las lágrimas del pobre zorro o los ratones que ven como David y Lisa parten hacia la montaña del más allá, donde se transformarán en cerezos. Polvo eres y en polvo te convertirás; la muerte puesta al alcance de todas las edades y todos los credos: en el final de 'David, el Gnomo' no había cabida para la moralina o la religión. Y por eso llegó a todo tipo de personas en una España que quizá estaba menos polarizada y más unida que ahora, incluso a la hora de emocionarse con unos personajes animados. Biern Boyd recordaba, entre risas, que los amigos de su hijo lo llamaban 'el asesino de David el gnomo'.

placeholder Una de las escenas más emotivas de 'David, el Gnomo'. (BRB)
Una de las escenas más emotivas de 'David, el Gnomo'. (BRB)

La animación televisiva en España murió un poco cuando llegaron las televisiones privadas. Aunque BRB llegó a producir una adaptación de 'Sandokán' para Telecinco, en los primeros 90 ya no era rentable programar series de dibujos animados cada sábado por la tarde. Llegaron los culebrones, las 'Topacios', y, con el tiempo, los 'realities' y una televisión mucho más agresiva. Los ingenuos tiempos de llorar juntos viendo a David, el gnomo, curarle la pata a un cervatillo habían quedado atrás. Ya no éramos ingenuos ni parecíamos querer serlo. BRB y el propio Biern Boyd no se quedaron anclados en la nostalgia. De hecho, el verano pasado estrenaron una nueva versión en 3D de 'D’Artacán' y habían llevado a cabo una serie de corto formato para YouTube, Bernad Bear, un oso que protagoniza gags al estilo de los viejos 'cartoons' norteamericanos como 'Tom y Jerry', de los que Biern Boyd era fan irredento.

Directivo del Espanyol durante 1986-1989, 1993-1994 y 2004-2006, la Academia de la Televisión le concedió un premio y algunos lo llamaban el 'Walt Disney español'. Pero, como ocurre con tantos otros nombres grandes de la cultura española, los reconocimientos no parecen suficientes cuando muchas personas, a pie de calle, se asombran al saber que 'David el gnomo' era una serie española o que llegó a triunfar en Estados Unidos, por ejemplo.

De todas formas, el mayor reconocimiento hacia este mallorquín de aspecto bonachón es que muchas de sus series formen parte de los recuerdos más emocionantes de varias generaciones. No hay gloria ni posteridad más grande: David o Willy Fog se asocian, en la memoria difusa, con las interminables tardes de juegos, los bocadillos de Nocilla, las chapas y los Phoskitos. En definitiva, con la memoria sentimental de toda una época. Como dirían los gnomos… Slitzweitz, señor Biern Boyd.

"Lo escribí en agosto, en una tarde de verano. Cuando se lo di a mi mujer para que lo leyese, se puso a llorar. Me dijo: 'Es el mejor guion que has escrito nunca'". Claudio Biern Boyd contaba así el día que escribió el capítulo final de 'David, el Gnomo'. En los últimos minutos de su célebre serie, David y Lisa, su fiel compañera, se despiden del mundo y se acaban convirtiendo en árboles. Y todo ello a lo largo de veinticinco minutos que harían llorar a niños y mayores durante la primera emisión de la serie, en TVE, un sábado por la tarde del año 86.

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