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La tercera muerte de 'Sálvame': y todo quedó (solo) en familia
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OPINIÓN

La tercera muerte de 'Sálvame': y todo quedó (solo) en familia

El formato de La Osa Producciones desaparece de la parrilla de La 1 después de que sus audiencias no hayan logrado remontar la media de la cadena, ni en la sobremesa ni en la tarde

Foto: Laura Fa, Lydia Lozano, Belén Esteban e Isa Pantoja. (RTVE)
Laura Fa, Lydia Lozano, Belén Esteban e Isa Pantoja. (RTVE)

No siempre las inversiones más pomposas traen consigo el éxito o el acierto. La familia de la tele fue el proyecto más altisonante de los tres comienzos que tuvo Sálvame, también el más corto y lacerante. Os lo cuento.

No ha podido ser. Tras un generoso tiempo de mimos y caprichos, Televisión Española ha cancelado el proyecto que, posiblemente, más le haya dolido amortajar. La familia de la tele era mucho más que un simple programa de entretenimiento y, precisamente por esto, su cancelación suda cierta pesadumbre. Se trata de la tercera muerte de Sálvame.

Ciertamente, en sus tres velatorios existe un denominador común: los rostros. Hablamos de los patriarcas y los protagonistas de una televisión muy diferente en cada una de sus etapas, pero que ha dejado grandes enseñanzas (algunas de ellas disfrazadamente prestadas en numerosos formatos de la pequeña pantalla). La primera vez murió de éxito; la segunda por voluntad propia y con el sueño de rejuvenecer; y la tercera se me antoja hasta mundana, un macabro guiño involuntario al consabido ciclo natural de la vida. Nacemos, evolucionamos y morimos.

Al igual que los de carne y hueso, la estirada presencia de estos colaboradores y presentadores durante años también terminan agotándose. Es nuestra familia, porque ya nos conocemos el color y la potencia de decibelios de los gritos de María Patiño, intentando asentar su reflexión de la tarde; vida y obra de Lydia Lozano, el número de pasos que da en su eterno chuminero o las altas dosis de gramos que arrojan sus llantos; el millón de nulas posibilidades de que Belén Esteban abandone de verdad un programa (pese al billón de amagos, en directo); o la cantidad de horas, semanas, meses,... que podría estar callada en plató Chelo García Cortés, una tarde cualquiera.

placeholder Inés Hernand, María Patiño y Aitor Albizua. (RTVE)
Inés Hernand, María Patiño y Aitor Albizua. (RTVE)

Los conoces tanto que quieres seguir viéndolos siempre igual, pero la edad no perdona, ni a ellos, ni a quien los ve. El agotamiento natural del siempre soberano televidente se juntó con la pomposidad de su tercer comienzo. El que se lo ha llevado por delante y en riguroso directo por las pantallas de la televisión pública, la de todos (que no la de unos pocos). Aquí está lo diferente en este entierro.

placeholder Algunos de los colaboradores de 'La familia de la tele'. (RTVE)
Algunos de los colaboradores de 'La familia de la tele'. (RTVE)

Sálvame nació por casualidad, humildemente despacio, sin saber que terminaría convirtiéndose en el pilar angular de Telecinco, entonces la cadena líder de España. Ni que fuéramos Shhh debutó despojado de recursos y oportunidades, pero cubierto de una gruesa capa de ilusión, pasión y profesionalidad. Por su lado, La familia de la tele se doró con metales preciosos, asaltando la televisión pública con la aspiración (y hasta la convicción) de que el telespectador de siempre los admirara por pura tradición, y derrochando colosales pretensiones a la altura de su plató. Este último debut fue el más ambicioso y preparado, pero, casualmente, el más corto y lacerante de su historia.

Duele admitir que el sello Sálvame murió cuando murió. Los personajes ya están más que exprimidos y supieron encontrar una nube de oxígeno en Ten y Canal Quickie. Su nube. Fuera de ella ya se ha comprobado lo que les pasa. Tampoco ayudó el batiburrillo de un formato que nunca se supo qué naturaleza tenía. Tres presentadores inconexos para el sentir del telespectador afín al histórico formato.

placeholder Inés Hernand y Aitor Albizua. (RTVE)
Inés Hernand y Aitor Albizua. (RTVE)

Mes y medio de programas y ninguno de ellos fue igual: la desesperación por no entender por qué no conectaban con la audiencia les hizo restaurar los contenidos sobre la marcha, meter y sacar sofás a demanda de las críticas o peticiones de los más selectos seguidores que les quedaban en esa cadena, acortar y hasta tajar con prometidas celebridades y recursos que nunca llegaron a entrar a escena. Todo por salvarse.

Incluso televisaron una catarsis íntima: ellos mismos no estaban a gusto con el producto que estaban haciendo. No eran ellos. No casaban con el escaparate televisivo por el que ahora se les estaba viendo, esta vez sin la desgastada excusa de tener que trabajar en un canal de YouTube o una demasiado humilde tele en abierto (y perdida en el mando).

Los padres de la televisión, dueños de irrebatibles éxitos e ideas, han cometido el fallo de decolorar su marcada esencia por entregarse a la cadena estatal en cuerpo y alma. Y lo han borrado hasta el punto de quedarse solos, en familia. En definitiva, ni ellos mismos se atraían por su opulento proyecto, pero nunca pensaron en la otra posibilidad. En la real, en la que posiblemente desconsuele verbalizar y reconocer que, esta vez, el problema han sido ellos.

No siempre las inversiones más pomposas traen consigo el éxito o el acierto. La familia de la tele fue el proyecto más altisonante de los tres comienzos que tuvo Sálvame, también el más corto y lacerante. Os lo cuento.

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