"A mi madre no le gusta, pero soy ludópata": el nutricionista Pablo Ojeda confiesa en 'Más vale tarde' que estuvo a punto de vender un riñón
El mediático colaborador se sinceró en La Sexta sobre su caída a los infiernos por culpa del juego
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2F3f3%2F29a%2Fe61%2F3f329ae61e69a88411f4a1609f9c3dc8.jpg)
Pablo Ojeda no acudió esta vez a Más vale tarde para hablar de salud ni para desmontar mitos nutricionales. El conocido colaborador televisivo se sentó frente a Iñaki López y Cristina Pardo con otro propósito: contar su historia más íntima y oscura. Lo hizo para presentar Cuando me alimenté del juego, un libro en el que narra, con una crudeza sin adornos, cómo la ludopatía estuvo a punto de arrebatarle todo, incluso su propio cuerpo.
“Me daban 60.000 euros y podía pagar todas mis deudas. Vender un órgano para tener liquidez era una idea perfecta”, confesó Ojeda sin pestañear. Su relato no es solo el de un adicto rehabilitado, sino el de alguien que vivió en el borde de lo imaginable: con los billetes ya comprados para viajar a Madrid y entregar uno de sus riñones a cambio de dinero. Un paso que solo evitó por un giro del azar —una mano afortunada en una máquina tragaperras que le dio 6.000 euros justo el día antes de su viaje.
El testimonio de Ojeda es tan directo como descarnado: “Soy ludópata. Me encantaría decir otra cosa, pero es mi realidad. El día que me relaje, vuelvo a jugar”, aseguró. Una declaración que resume de manera brutal lo que implica convivir con una adicción crónica que, como él mismo indica, nunca desaparece del todo: solo se gestiona.
Todo comenzó a los 22 años, por puro aburrimiento. Entró en un salón recreativo, probó suerte y, en tres meses, ya estaba completamente enganchado. De ahí en adelante, una espiral de mentiras, hurtos y deudas lo arrastró hasta tocar fondo. Vendió el coche de su padre para seguir jugando —“porque tenía los bolsillos vacíos”— y pidió dinero a su abuela. “Al adicto se le desarrolla la imaginación de una manera tal que es capaz de ver dinero donde no lo hay”, relató. "Haces cosas para seguir manteniendo la mentira".
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2Ffbf%2F2b1%2F8d6%2Ffbf2b18d6b3a0f51d0908230eb397500.jpg)
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2Ffbf%2F2b1%2F8d6%2Ffbf2b18d6b3a0f51d0908230eb397500.jpg)
Durante la entrevista, que se extendió más de lo habitual, los espectadores pudieron ver a un Pablo Ojeda diferente: vulnerable, transparente, sin maquillaje mediático. Recordó cómo llegó a planear su vida como una persona sin hogar: “Tenía una libreta donde apuntaba los bajos de los puentes donde se podía dormir y los sitios en Sevilla donde daban comida y aseo. Sabía que en cualquier momento esa circunstancia podía ocurrir”.
El infierno del juego lo llevó también a pensar en el suicidio “varias veces”, según confesó. No encontraba salida, y antes que pedir ayuda a su familia, contempló desaparecer. Hoy, una década después de iniciar su rehabilitación, dice vivir de espaldas a las tragaperras: “No puedo ni verlas. Me pongo de espaldas si entro en un bar. Cambié de amigos, de ambientes... Estuve seis años sin pisar un bar”.
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2Fe28%2Fe35%2F834%2Fe28e35834be057c14ac2a5fa3baf76ab.jpg)
El relato de Ojeda no solo pone rostro a una enfermedad que a menudo se banaliza, sino que lanza una advertencia contundente: la ludopatía no entiende de profesiones, éxito ni apariencias. “A mi madre no le gusta escucharlo, pero soy ludópata”, insiste.
Cuando me alimenté del juego no es un libro de autoayuda, es una confesión. Y una advertencia. Una ruleta que gira en la cabeza de quien, como él, sabe que una sola ficha puede bastar para volver al infierno.
Pablo Ojeda no acudió esta vez a Más vale tarde para hablar de salud ni para desmontar mitos nutricionales. El conocido colaborador televisivo se sentó frente a Iñaki López y Cristina Pardo con otro propósito: contar su historia más íntima y oscura. Lo hizo para presentar Cuando me alimenté del juego, un libro en el que narra, con una crudeza sin adornos, cómo la ludopatía estuvo a punto de arrebatarle todo, incluso su propio cuerpo.