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España quiere caña: la semana trágica de Iker Jiménez, Gisbert y el coronel Baños
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Carlos Prieto

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España quiere caña: la semana trágica de Iker Jiménez, Gisbert y el coronel Baños

El especial de Iker sobre la catástrofe valenciana, entre el éxito de audiencia y el escándalo desinformativo, le salpica y abre una brecha entre los agitadores de su entorno, pero aumenta su impacto político

Foto: El coronel Baños, junto a Iker Jiménez. (Mediaset)
El coronel Baños, junto a Iker Jiménez. (Mediaset)
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Lo dijo Felipe VI a un vecino valenciano indignado: "No hagáis caso a todo lo que se publica porque hay mucha intoxicación informativa. Hay personas interesadas en que el enfado crezca, ¿para qué? Para que haya caos. Hay mucha gente interesada en esto”.

En efecto, las lluvias torrenciales no solo han traído negligencia, muertos, parálisis, antipolítica y crisis de la representación, también conspiraciones, y uno de los divorcios mediáticos más bruscos vistos nunca, entre Iker Jiménez/Pedro Baños y Rubén Gisbert, disputa entre youtubers de referencia en la derecha alternativa con los límites de la (des)información de fondo.

Ganadores y perdedores de una ruptura que acabó en barrizal.

Foto: Trabajos de achique y búsqueda en el parking de Bonaire. (G. G. C.)
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Dramatis personae

Iker Jiménez: Antiguo rey televisivo de lo sobrenatural, del Monstruo del Lago Ness a las Caras de Bélmez, mutó en pandemia hacia contenidos de alto voltaje social, en el filo de lo conspiratorio, del presunto origen del covid en un laboratorio chino a los agujeros en las versiones oficiales, pero siempre con un hilo común entre el antiguo y el nuevo Iker: la ambigüedad. Popular por su programa en una tele nacional (Cuatro), pero con fuerte base en Youtube (más de un millón de suscriptores), la catástrofe valenciana ha acelerado su figura de comunicador politizado más allá de la tele, con una caravana de ayuda a los damnificados contra el descontrol de las autoridades, señalando especialmente el del Gobierno central, o el Iker activista o agitador, aunque él prefiera describirse como un periodista incómodo. Esta semana ha quedado muy claro: Iker Jiménez es uno de los principales movilizadores de opinión del país sobre temas sensibles.

Pedro Baños: Coronel en la reserva del Ejército de Tierra, casi fue nombrado director de Seguridad Nacional del primer Pedro Sánchez, pero alguien le descabalgó en el último minuto señalando afinidades con el Moscú de Putin. Convertido en escritor de best sellers de geopolítica para las masas —¿Quién mueve los hilos del mundo?— tuvo programa propio en la tele, producido por Iker Jiménez, que le considera un "profeta". Tiene un robusto canal en Youtube (503.000 suscriptores) donde da carrete a emergentes de la periferia derechista del sistema como Alvise Pérez (al que difundió cuando aún era marginal al mainstream) o Rubén Gisbert, adoptado como ahijado político… hasta los dramáticos acontecimientos de esta semana.

Rubén Gisbert: "Abogado en ejercicio y revolucionario de la libertad", en sus propias palabras. Colaborador del jurista Antonio García-Trevijano (antes de su muerte); columnista de El Imparcial de Luis María Ansón; youtuber pujante (640.000 suscriptores); crítico con el sistema de partidos (sostiene que en España no hay una verdadera democracia) y aspirante a candidato electoral, Gisbert fue acusado de propagandista ruso tras viajar a Ucrania y alinearse con las narrativas putinescas sobre el Donbás y la "falsa masacre de Bucha", que le valió una imputación (y posterior exoneración) por desinformación y delitos de odio. Lideró manifestaciones contra la Ley de amnistía.

Noche de cuchillos largos

Domingo 3 de noviembre, 21.00 horas, programa especial de Iker Jiménez sobre el colapso valenciano, cebado antes por el presentador en X aludiendo a los "muchos cuerpos, muchos cuerpos, muchos" que habría en el parking del centro comercial de Bonaire, al que rumores incendiarios situaban como presunta gigantesca morgue oculta.

Dicho y hecho: el programa especula sobre la próxima aparición de una montaña de muertos en Bonaire, sobre el horror de los buzos militares que ya se han sumergido allí y sobre los 700 tickets de parking que nunca nadie recogió de vuelta.

Iker: "A mí me tuvieron que agarrar, porque yo quería matar a Rubén Gisbert"

El coronel Baños insinúa que los palazos a la caravana de Pedro Sánchez, durante el lanzamiento de barro a las autoridades, han sido un ataque de falsa bandera (es decir, un montaje para presentar a Sánchez como víctima). "Esto le viene muy bien al presidente del Gobierno", zanja Baños sobre el "sospechoso" ataque.

Todo ello en medio de un 'pin pan pun' antipolítico visceral.

Por último, una conexión en directo que parecía inofensiva comparada con lo anterior, pero que acabó siendo una bomba de efecto retardado: traveling de Rubén Gisbert caminando por un barrizal en Catarroja en modo corresponsal intrépido, "rodeado de escombros, de barro, de muchas vidas de personas y animales que se han perdido", en sus propias palabras. Gisbert añadió que no se conocía aún la "verdadera magnitud de la catástrofe" y especuló con la muerte o desaparición de 700 personas en el parking de Bonaire.

"Gracias, Rubén, titánico, lo tuyo", despidió Iker la conexión. Titánica sería la purga que estaba al caer…

¿Resultado? Récord histórico de audiencia del programa de Iker Jiménez, palabras mayores, y otro dato aún más significativo: Iker compitió esa noche contra el especial valenciano de La Sexta, presentado por Ana Pastor. Dos modelos —el fatigado periodismo de toda la vida contra la agitación emocional— y un resultado: Iker pasó a Pastor por encima: 13.1% (1.407.000 espectadores) contra 8.9% (878.000). España quiere caña.

Al día siguiente del datazo de audiencia, llegarían las inevitables curvas, porque si la actuación de las autoridades en Valencia había dejado mal cuerpo; el programa de Iker Jiménez, también. ¿Abusos periodísticos para denunciar los abusos políticos? Hacer un pan con unas tortas.

El apestado

Psicodrama en dos actos.

1) En lo que parece obra de un vecino de Catarroja armado de un teléfono móvil, comienza a circular un vídeo aéreo de Gisbert previo a la conexión de anoche, untándose adrede de barro para (se entiende) hacerlo parecer todo más épico. Fuegote en las redes. Gisbert responde con un vídeo con aires confusos al "me comí un chuletón" de Contador: se puso barro porque en una toma anterior tenía barro, se lo limpió y ahora tenía que ponérselo otra vez para evitar fallos de raccord. Que sus enemigos recibieran sus explicaciones con escepticismo era previsible; que lo hicieran sus amigos, no tanto…

En medio de acusaciones de manipulación, Iker Jiménez corta por lo sano. También Baños. Estaban muy decepcionados con Gisbert y no volverían a contar con él. Trauma interno en la comunidad compartida. El coronel, en tono lastimero, denuncia luego ataques de los gisberistas por dejar caer a su antiguo amigo.

2) Muertos de quita y pon. Tras inspeccionar el parking sumergido de Bonaire donde habrían muerto centenares de personas, las autoridades dan una cifra redonda: cero cadáveres. Medio X se lanza contra Iker Jiménez, que vuelve a responder con rapidez: pide disculpas si se ha equivocado (hay que reconocerlo: los periodistas raramente lo admitimos cuando la liamos), pero lo achaca a un error de unas fuentes que otras veces han acertado. O la fina línea entre la fuente mal informada y la intoxicación venenosa.

Problema: cuando el gato se escapa de la caja, no es fácil meterlo otra vez dentro. Para cuando Iker da marcha atrás con Bonaire, la conspiración ya anda fuera de control, con tuiteros asegurando que los cero muertos de las autoridades no son ciertos, y que se están sacando cadáveres de tapadillo por la puerta de atrás.

Tras el éxito del programa del domingo, y con todos los focos sobre él, Iker vuelve a la carga (el jueves) con un nuevo programa valenciano. Y no solo él.

En efecto, en una ramificación televisiva de las guerras culturales, La Sexta contraataca a la misma hora con Conspiranoicos, centrado en desmontar los "bulos" de un Gisbert al que califican de "intoxicador profesional". ¿Resultado de audiencia del duelo? Iker, 10,1%. La Sexta: 8,6%.

Noche antagónica de transistores con algo en común, atizar a Gisbert, cabeza de turco del barrizal desinformativo.

Así habló Iker: "A mí me tuvieron que agarrar, porque yo quería matar a Rubén Gisbert". "Qué cojones hace uno de mi equipo manchándose los pantalones… pido disculpas personalmente como responsable por una situación muy engorrosa. Me creí Robin Hood y no lo soy…". "Hubo un error más grave y fue mi indignación. Un periodista no puede estar indignado". "Fue un tuit personal… donde dije que va a haber muchos cuerpos. ERROR. Pero es en mi casa, en la madrugada, encorajinado, hasta los cojones y pensando que nos están engañando".

Iker, según él, se había pasado de frenada por exceso de indignación. ¿Quién no empatiza con un calentón y unas disculpas?

Pero si Iker pisó el freno, una de sus tertulianas habituales, Beatriz Talegón, se echó al monte: dijo que los servicios secretos gubernamentales ("la inteligencia") tendieron una trampa a Iker filtrándole información falsa sobre los muertos del parking para que quedara en evidencia. Y dos huevos duros.

Los ikeristas devolvieron el golpe de Conspiranoicos en redes colgando vídeos de La Sexta donde se hablaba de posibles muertos en el parking de la polémica (aunque no en tono inflamado, no 700 cadáveres y no insinuando un ocultamiento gubernamental).

La escalada parece haber derivado en guerra de grupos mediáticos, con La Razón (Atresmedia) atacando con todo a Iker en un artículo: "Horizonte se ha convertido en un espacio en el que parece que todo vale, pero la llegada de la Dana a Valencia ha puesto sobre la mesa una serie de mentiras, falsedades y bulos que han provocado una fuerte reacción incluso entre aquellos seguidores que disfrutaban con el estilo creado cuando solo se hablaba de misterios sin resolver, ovnis o teorías sobre las caras de Bélmez”.

Jugar con fuego sin quemarte solo está al alcance de unos elegidos, como el funambulista Iker Jiménez, que sale chamuscado de su semana de ruido y furia, pero más en el foco que nunca y convertido en obsesión nacional, en el héroe y villano definitivo de la era en la que las emociones interesadas están devorando a la realidad. España quiere caña y el show va a continuar.

Lo dijo Felipe VI a un vecino valenciano indignado: "No hagáis caso a todo lo que se publica porque hay mucha intoxicación informativa. Hay personas interesadas en que el enfado crezca, ¿para qué? Para que haya caos. Hay mucha gente interesada en esto”.

Iker Jiménez
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