RTVE ha decidido situar uno de los debates más delicados del Festival de la Canción de Eurovisión en el terreno institucional: ha acordado que España no participará si Israel está presente. La resolución adoptada este martes por el Consejo de Administración, bajo la presidencia de José Pablo López, no es un gesto simbólico más, sino un paso con implicaciones reales para el perfil internacional del certamen y para la propia RTVE, dada la posición privilegiada que tiene España como país fundador dentro de los denominados como Big Five.
Una parte esencial para entender la magnitud de este movimiento es precisamente conocer qué es el Big Five. Según las bases de Eurovisión, los cinco países que contribuyen económicamente más al presupuesto de la Unión Europea de Radiodifusión (UER) —España, Francia, Alemania, Italia y Reino Unido— tienen un trato especial: su entrada al concurso final está garantizada, sin necesidad de pasar por las semifinales.
El origen del Big Five se remonta a 1996, cuando Alemania, uno de los principales financiadores de la Unión Europea de Radiodifusión (UER), quedó fuera de la final tras no superar la fase previa. Esta ausencia supuso un problema económico importante para la organización, lo que llevó a la creación de un sistema que garantizase la presencia de los países que más contribuyen económicamente al evento. Desde entonces, estos cinco estados tienen asegurada su plaza en la final, como medida para proteger la estabilidad financiera del certamen. La UER, que organiza Eurovisión desde 1956, continúa defendiendo este modelo como una forma de compensar la aportación de sus miembros más influyentes. No obstante, hay voces críticas que consideran que este privilegio otorga una ventaja injusta frente al resto de participantes, que deben competir desde las semifinales por lograr su pase.
Ese privilegio supone varias ventajas para estos países. Por un lado, evitan la incertidumbre de las semifinales, lo que les permite mayor estabilidad en la planificación artística y de producción; mientras que, por otro, garantizan que su representante actuará en la gala final, lo que supone mayor visibilidad mediática tanto dentro como fuera de sus fronteras al formar parte de uno de los programas de televisión más seguidos del planeta.
Logo de la próxima edición del festival. (TVE)
Por todo ello, y en otras palabras, España no es un país más dentro del concurso: forma parte de un núcleo cerrado y clave que tiene asegurada la proyección máxima dentro del festival, y en sus manos además la estabilidad financiera de la competición al ser uno de sus grandes contribuyentes con cerca de medio millón de euros anuales.
Por qué la negativa de España tiene más peso
Cuando otros países sin la categoría de Big Fiveanuncian que no participarán si Israel lo hace, como es el caso de Islandia, Países Bajos, Irlanda y Eslovenia, tienen menos influencia formal, debido en gran parte a su menor presupuesto, tradición y aportación al Festival, y en muchos casos su participación depende más de sensibilidades políticas o culturales internas. Pero cuando uno de los Big Five —en este caso España— plantea ese ultimátum, la presión sube algunos grados:
La decisión firme adoptada ahora por el Consejo de RTVE debe preocupar y preocupa directamente a la UER, porque uno de los grandes contribuyentes principales está diciendo "no participo si esto sigue así". Es una amenaza con implicaciones financieras, mediáticas y de legitimidad que, además, podría provocar una reacción en cadena en el mismo sentido en otros países.
Porque que un miembro con tanto peso dentro de la UER se posicione institucionalmente con tanta antelación puede animar a que otras delegaciones sigan el mismo camino, debilitando la uniformidad del certamen. Si algunos Big Five decidieran actuar en el mismo sentido según conciencia política, el formato mismo de Eurovisión podría verse forzado a revisar regulaciones, reglas de exclusión y criterios de participación.
El impacto, del mismo modo, es muy simbólico: España no solo se arriesga a perder visibilidad, sino también credibilidad como miembro institucional del concurso si parece que su participación depende de concesiones políticas, o todo lo contrario, al abanderar con paso firme la protesta por el genocidio que está sucediendo en Gaza, en un movimiento muy alineado con la postura del gobierno español.
El presidente de RTVE, José Pablo López. (EFE/Mariscal)
Un simbólico golpe sobre la mesa
No es la primera vez que surge la tensión sobre la presencia de Israel en Eurovisión. El año pasado, Israel quedó segundo gracias al enorme apoyo del televoto, lo que ya generó polémica sobre el voto popular versus el del jurado, con numerosas quejas y sospechas sobre el sistema de votación y su posible manipulación o influencia por parte del gobierno israelí. Viajado a nuestro país, durante los últimos días se han acumulado protestas políticas —como las que llevaron a la suspensión del final de la Vuelta— que han añadido presión sobre RTVE para que adopte una postura clara. En ese sentido, la decisión del Consejo de RTVE no aparece de la nada: es resultado de un caldo político y social ya existente, en el que los últimos pasos de Pedro Sánchez, más beligerante contra Israel, han tenido mucho que ver.
En cualquier caso, esta resolución de RTVE no está exenta de riesgos. Si finalmente España se ausenta, puede haber sanciones reglamentarias o pérdida de influencia dentro de la UER, aunque los estatutos actuales no contemplan claramente qué sucede si un Big Five decide no participar por razones políticas.
Por otro lado, para los sectores que apoyan la causa palestina, la decisión puede tener valor moral y simbólico, lo que puede traducirse en apoyo político interno y cierta aprobación pública. En caso de cundir el ejemplo y que la UER se vea obligada a ceder ante la presión, el movimiento de RTVE será recordado por valiente y firme, aunque quizá haya llegado tarde.
Melody, última representante española en Eurovisión. (EFE/Sergio Pérez)
Por todo ello, la resolución del Consejo de RTVE representa un hito. No es solo la negativa de un país, sino la negativa de uno de los países con mayor peso institucional dentro del festival. España, al ser parte del Big Five, tiene un rol estructural en Eurovisión: estar siempre en la final, garantizar contribuciones, asegurar emisiones, y participar también en la logística del certamen. Renunciar a ello bajo ciertas condiciones políticas cambia las reglas del juego.
En términos de Eurovisión, este paso obliga a reflexionar si el certamen puede mantenerse impasible ante decisiones de estas características, o si necesitará adaptarse. Y para RTVE, supone definir su compromiso claro con valores como los derechos humanos y la paz, algo que consideran incompatible con su obligación institucional con Eurovisión en caso de que Israel siga estando presente. Ya lo dejaron claro el pasado año con la emisión de un mensaje justo antes del inicio de la retransmisión, pero este año han ido definitivamente más allá, dando un golpe sobre la mesa que obliga a la UER a tomar una determinación clara durante los próximos meses.
RTVE ha decidido situar uno de los debates más delicados del Festival de la Canción de Eurovisión en el terreno institucional: ha acordado que España no participará si Israel está presente. La resolución adoptada este martes por el Consejo de Administración, bajo la presidencia de José Pablo López, no es un gesto simbólico más, sino un paso con implicaciones reales para el perfil internacional del certamen y para la propia RTVE, dada la posición privilegiada que tiene España como país fundador dentro de los denominados como Big Five.