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Presión mediática y fallos en la investigación: lo que une a Alcàsser y el caso Wanninkhof
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Presión mediática y fallos en la investigación: lo que une a Alcàsser y el caso Wanninkhof

El error judicial que une el crimen de Alcàsser con la investigación Wanninkhof-Carabantes tuvo un patrón común: el mismo equipo de la Guardia Civil a cargo del caso

Foto: Cartel de la desaparición de las niñas de Alcásser. (Netflix)
Cartel de la desaparición de las niñas de Alcásser. (Netflix)

El 13 de noviembre de 1992, Miriam, Desireè (ambas de 14 años) y Toñi (15 años), las ‘niñas de Alcàsser’, salieron de sus casas hacia la discoteca Coolor, la cual nunca llegaron a pisar. El 9 de octubre de 1999, Rocío Wanninkhof, de 19 años, se dirigía a las fiestas de Fuengirola desde su vivienda, en Mijas, pero ella tampoco llegó a reunirse jamás con sus amigos allí. Cuatro años más tarde, el 14 de agosto de 2003, Sonia Carabantes (17 años) volvía a su casa después de haber disfrutado un rato en las ferias de la localidad de Coín, pero lo único que encontraron de ella sus padres fue una zapatilla. Ninguna de las cinco jóvenes alcanzaron su lugar de destino, ya que todas ellas fueron asaltadas y asesinadas —algunas incluso agredidas— antes de llegar a él. Aunque los lugares, las fechas y los agresores parece que no guardan relación, sí hay algo que comparten el caso Alcàsser con el caso Wanninkhof-Carabantes: el mismo equipo “de élite” que dirigió a cargo de una investigación fallida.

Ahora la plataforma Netflix acaba de estrenar este miércoles un documental de una sola entrega donde repasa y disecciona el caso Wanninkhof-Carabantes, como ya hizo con el triple crimen de la localidad valenciana, donde, además de volver a demostrar la tendencia amarillista de la prensa española para hacer de un crimen contra adolescentes un ‘show’ televisivo, revela una de las claves que, curiosamente, podría tener que ver con el error de un sistema judicial que envió a prisión a una persona inocente que, a día de hoy, sigue esperando una disculpa por parte de la sociedad.

placeholder Rocío Wanninkhof.
Rocío Wanninkhof.

Un equipo de élite y un juicio insustancial

Desireé Hernández, Miriam García y Toñi Gómez fueron encontradas tras 75 días de intensa búsqueda. Fue un apicultor quien halló sus cuerpos en una fosa con agua en el barranco de La Romana, en la localidad de Tous. En aquel momento, cuando los investigadores llegaron al lugar a examinar la escena, se encontraron en una zona próxima un volante médico a nombre de Enrique Anglés, el hermano de uno de los autores del triple crimen que aún hoy sigue en busca y captura, Antonio Anglés. Gracias a ese documento y a la furgoneta blanca con la que secuestraron a las menores, la Guardia Civil pudo detener al menos a uno de los culpables, Miguel Rícart. Actualmente, el otro asesino permanece en paradero desconocido.

Tuvieron que pasar 26 años después del hallazgo de los cuerpos para dar con una nueva prueba. Fue en el mes de junio de 2019 cuando una pareja de excursionistas que estaba realizando la tenebrosa visita al pequeño altar de La Romana encontró unos huesos humanos que, tal y como confirmó el pasado año el Juzgado de Instrucción número 6 de Alzira, pertenecen a Miriam. Este descubrimiento puso en duda la rigurosidad con la que actuó la Guardia Civil y el equipo de expertos que examinaron la escena del crimen. ¿Cómo es posible que tantos años después del crimen, después del ‘minucioso’ trabajo de los forenses, hayan sido unos senderistas quienes, por casualidad, hayan encontrado unos restos óseos nunca antes vistos?

Un detalle que fue esencial: una colilla arrojada en la escena del crimen de Wanninkhof

Por increíble que siga pareciendo este curioso hallazgo, no fue más que una anécdota. La guinda del pastel la puso el médico Luis Frontela, autor de las dos autopsias de los cuerpos del caso Alcàsser y perpetuo defensor de la teoría de que fueron los errores de la Benemérita los que boicotearon la investigación. Una hipótesis que volvió a poner sobre la mesa en el programa ‘Cuarto Milenio’ y donde reveló lo que él considera como la tercera vía: que Antonio Anglés nunca salió de España, así como otras incongruencias en el momento de realizar las autopsias.

Huesos que aparecen pasado un tiempo, preguntas sin responder y tropiezos en las autopsias son el resumen que alimenta algunas de las teorías de la conspiración que rodean el caso Alcàsser. Pero no fue el único, ya que en el caso Wanninkhof-Carabantes también hubo un error garrafal que provocó el encarcelamiento y linchamiento social de una persona inocente y todo por una colilla que fue ignorada en su día por el "grupo de élite" de la Guardia Civil que llevó el caso de las niñas de Valencia.

placeholder Dolores Vázquez. (EFE)
Dolores Vázquez. (EFE)

En 2001 se celebró el juicio contra Dolores Vázquez, expareja de la madre de Wanninkhof, que fue detenida como única sospechosa porque, según determinaron los forenses, la joven parecía haber sido asesinada de forma violenta, como con odio. Esta teoría coincidió con el testimonio de la asistenta de la acusada, quien aseguró haber visto a Vázquez clavar un cuchillo en una foto de Rocío. A partir de entonces, todo fue un boca a boca entre vecinos y conocidos de la zona que opinaban que Vázquez veía a la adolescente como un obstáculo en la relación con su madre y la calificaban como “una mujer fría, agresiva y calculadora”; hechos que fueron considerados como suficientes para inculparla.

Sin embargo, nunca hubo pruebas sólidas que la vincularan con el crimen; ella tenía una coartada —estuvo cuidando esa noche de una niña— y no hallaron ni una sola huella suya en la escena. Es más, tal y como declaró un agente de la Guardia Civil en el programa ‘Informe Semanal’ por entonces, en la investigación del caso no hubo pruebas directas contra la sospechosa, solo indicios y acusaciones basados en el perfil psicológico que los medios y el entorno que crearon sobre ella. Tal y como afirma la criminóloga Paz Velasco de la Fuente en la obra de Netflix, usaron la homosexualidad de Vázquez en su contra.

Foto: Fotografía de archivo de Dolores Vázquez. (EFE)


Pese a la evidente falta de pruebas, Dolores Vázquez fue declarada culpable por unanimidad del jurado y condenada a 15 años de prisión por un delito de asesinato sin que en la Audiencia Provincial de Málaga se hablara de un detalle que tiempo más tarde resultó ser esencial: una colilla arrojada en la escena del crimen de Wanninkhof. Cuando en 2003 las autoridades acudieron a levantar el cuerpo de Sonia Carabantes, oculto entre rocas en un arroyo de la localidad de Coín, descubrieron restos biológicos en su cuerpo que decidieron cotejar con el ADN de esa colilla olvidada y, un mes después, las autoridades arrestaron a Tony King y, tras 519 entre rejas, Dolores Vázquez quedó en libertad.

Sin pruebas que la vincularan al crimen, usaron la homosexualidad de Vázquez en su contra

Anthony Bromwich, también conocido como 'el estrangulador de Holloway' guardaba un amplio historial delictivo de asaltos a siete mujeres por los que quedó fichado y cumplió condena en Londres, donde residía. Según informó su entonces esposa, Cecilia, la pareja se mudó a España en 1999 y, cuando eso ocurrió, la Scotland Yard advirtió a las autoridades españoles de que un criminal que suponía una “amenaza potencial para las mujeres” se encontraba por las costas del país. Es más, según relatan en el propio documental, la Interpol emitió un fax a España para alertarles pero, según las explicaciones del Ministerio de Interior, por entonces dirigido por Ángel Acebes, en él no indicaban su deseo de extraditarlo o detenerlo, por lo que no lo consideraron como un peligro real.

La noticia, cómo no, pasó por las manos de la prensa: ¿cómo dejaron pasar una prueba que resultó ser crucial? ¿Qué argumentos dio el tribunal para condenar a Vázquez? ¿Por qué no tuvieron a King bajo vigilancia? Ante la avalancha de acusaciones contra el deber del Gobierno, Acebes se vio obligado a comparecer en el Congreso, desde donde defendió la actuación de la Guardia Civil alegando que las sospechas contra Vázquez eran lo que ellos consideraron como “lo más verosímil”. Para muchos fue el resultado de un proceso imparcial o, como sentencia Beatriz Gimeno, directora del Instituto de la Mujer, se creó “una imagen masculina” de la forma más negativa posible en torno a Dolores Vázquez, quien, a día de hoy, aún no ha recibido ningún tipo de indemnización por lo ocurrido ni de lo que más desea; un simple perdón.

El 13 de noviembre de 1992, Miriam, Desireè (ambas de 14 años) y Toñi (15 años), las ‘niñas de Alcàsser’, salieron de sus casas hacia la discoteca Coolor, la cual nunca llegaron a pisar. El 9 de octubre de 1999, Rocío Wanninkhof, de 19 años, se dirigía a las fiestas de Fuengirola desde su vivienda, en Mijas, pero ella tampoco llegó a reunirse jamás con sus amigos allí. Cuatro años más tarde, el 14 de agosto de 2003, Sonia Carabantes (17 años) volvía a su casa después de haber disfrutado un rato en las ferias de la localidad de Coín, pero lo único que encontraron de ella sus padres fue una zapatilla. Ninguna de las cinco jóvenes alcanzaron su lugar de destino, ya que todas ellas fueron asaltadas y asesinadas —algunas incluso agredidas— antes de llegar a él. Aunque los lugares, las fechas y los agresores parece que no guardan relación, sí hay algo que comparten el caso Alcàsser con el caso Wanninkhof-Carabantes: el mismo equipo “de élite” que dirigió a cargo de una investigación fallida.

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