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'Paperman', el amor en los tiempos de Disney
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'Paperman', el amor en los tiempos de Disney

Dos desconocidos se encuentran en una apagada estación de tren y se miran. No se conocen de nada pero a ella le entra un poco de

Dos desconocidos se encuentran en una apagada estación de tren y se miran. No se conocen de nada pero a ella le entra un poco de carboncillo en el ojo y él se lo quita. Es el comienzo de una relación, el inicio de ‘Breve encuentro’, una de las grandes obras maestras de David Lean. Al ver ‘Paperman’, el cortometraje de Disney estrenado en YouTube esta misma semana y nominado al Oscar, pocos cinéfilos podrán evitar acordarse de aquella historia de amor adúltero rodada en una Inglaterra gris y lluviosa de los años 40. En el corto de Disney, el marco es el Nueva York de esa misma década y el elemento de unión, el particular mcguffin de esos siete minutos de deleite animado, es el folio que un joven que espera el tren deja escapar de entre las manos por culpa del aire. El ‘travieso’ papel se topa con la cara de una chica y se mancha con su lápiz de labios. El chico, fascinado, intentará recuperar el contacto con ella como sea y, más aún, cuando la ve caminando en las oficinas que están justo enfrente de su lugar de trabajo. La táctica para llamar su atención es algo infantil pero igualmente encantadora: hacer avioncitos de papel con los pesados folios de formularios que le entrega su jefe e intentar que lleguen a esa otra ventana.

La simplicidad de su blanco y negro, su identificable discurso sobre los encuentros casuales que desembocan en algo más o la crítica hacia la sistemática y alienante vida de oficina se dan cita en esta pequeña película animada en la que no se pronuncia ni una sola palabra. Naturalidad, sencillez y mucha experimentación, ya que la animación tradicional se compagina con la tridimensionalidad de la elaborada por ordenador. Siguiendo los cánones Disney, el corto nos muestra el brillante y feliz choque entre las formas redondeadas de aquel Peter Pan de los años 50 y la opulencia tridimensional de la reciente ‘Enredados’.

El cortometraje surgió de la imaginación del animador John Kahrs. A principios de los años 90 se preguntaba continuamente qué ocurriría si su decepcionante vida cambiase repentinamente a través del encuentro con otra persona y, en plena ‘jungla’ neoyorkina, pensó en esas personas con las que todos, a diario, mantenemos un fugaz contacto visual. Esa fue la base de este experimento visual rico en matices que ha acabado suponiendo un posible Oscar para esos estudios Disney que parecen empeñados en no abandonar la animación tradicional que tantos éxitos les dio en el pasado.

Aquellas silly symphonies de los años 30 son notables antecedentes de este ‘Paperman’, ejemplos del  ideario y el talento artístico del mítico estudio. Lo que muchos llamaron ‘maravillas animadas’ incluían experimentaciones con el color y, sobre todo, hacían gala de un perfecto matrimonio entre la música y los movimientos de los personajes. Así nacieron joyas del calibre de ‘Music Land’ que contaba una historia de amor entre un saxofón y un violín en dos países antagónicos en los que reinaban el jazz y la música clásica respectivamente. Así, los cortometrajes Disney no sólo inventaban personajes de calado popular como Mickey Mouse o el pato Donald, sino que también creaban verdaderos himnos de aquellos años de Depresión como el ‘¿Quién teme al lobo feroz?’ de ‘Los tres cerditos’, perfecta metáfora de la que estaba cayendo.

Que la factoría Disney haya resucitado el gusto por las películas de pequeño formato ya ha supuesto para el espectador alegrías como ‘La cerillera’, que demostró en 2006 que, en apenas 10 minutos, música y animación podían crear un auténtico poema visual sobre infancias desgraciadas yendo mucho más allá del cuento original de Andersen. En aquella ocasión, el Oscar se les fue de las manos pero no sería raro que este ‘Paperman’, que ha sido descrito por el crítico Leonard Maltin como “la perfección misma”, acabe resultando ganador del premio. Su aroma a cine clásico y su atrevimiento técnico lo merecen. En ‘Paperman’ se congregan la crítica a la sufriente vida del empleado moderno de ‘El apartamento’, la melancolía del Nueva York de los edificios art decó iluminados al atardecer, el homenaje a 'El globo rojo' y, por supuesto, la intensidad del fugaz romance de ‘Breve encuentro’. Cuentan que Billy Wilder se inspiró en una escena del  ‘Breve encuentro’ de David Lean para elaborar su ‘apartamento’ y a aquel desgraciado oficinista interpretado por Jack Lemmon. El genio vienés se preguntó cómo sería la vida de aquel amigo de la pareja que les dejaba su propio hogar para que mantuviesen sus fugaces y adúlteros encuentros. ‘Paperman’ va más allá: es como si, en un cielo imposible, se hubiesen reunido Billy Wilder, David Lean y el mismísimo Walt Disney para mezclar sus mejores ingredientes en una coctelera y contarnos qué es el amor en el siglo XXI.

Dos desconocidos se encuentran en una apagada estación de tren y se miran. No se conocen de nada pero a ella le entra un poco de carboncillo en el ojo y él se lo quita. Es el comienzo de una relación, el inicio de ‘Breve encuentro’, una de las grandes obras maestras de David Lean. Al ver ‘Paperman’, el cortometraje de Disney estrenado en YouTube esta misma semana y nominado al Oscar, pocos cinéfilos podrán evitar acordarse de aquella historia de amor adúltero rodada en una Inglaterra gris y lluviosa de los años 40. En el corto de Disney, el marco es el Nueva York de esa misma década y el elemento de unión, el particular mcguffin de esos siete minutos de deleite animado, es el folio que un joven que espera el tren deja escapar de entre las manos por culpa del aire. El ‘travieso’ papel se topa con la cara de una chica y se mancha con su lápiz de labios. El chico, fascinado, intentará recuperar el contacto con ella como sea y, más aún, cuando la ve caminando en las oficinas que están justo enfrente de su lugar de trabajo. La táctica para llamar su atención es algo infantil pero igualmente encantadora: hacer avioncitos de papel con los pesados folios de formularios que le entrega su jefe e intentar que lleguen a esa otra ventana.