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Blanca Portillo, de una triste confesión a una paradójica 'venganza'
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Blanca Portillo, de una triste confesión a una paradójica 'venganza'

Cuando hace poco más de un año Blanca Portillo se ponía en manos de Álex de la Iglesia para interpretar a la directora de un museo

Cuando hace poco más de un año Blanca Portillo se ponía en manos de Álex de la Iglesia para interpretar a la directora de un museo romano en La chispa de la vida, algo que ocurría paradójicamente semanas después de ser elegida como directora del Festival de Teatro Clásico de Mérida, nada hacía presagiar que su futuro terminaría pareciéndose tanto al de ese personaje. De hecho, según explica la actriz a Vanitatis, "mientras rodaba la escena en la que salgo llorando del teatro, pensé: 'Ojalá no me pase eso a mí'.

Sin embargo, como ella misma dice, "la vida rima y la realidad supera a veces a la ficción". Su experiencia al frente del festival resultó de lo más triste, como así explicó hace una semana en una amarga carta al diario El Paísque rápidamente se extendió por las redes sociales. En la misiva, la actriz madrileña relató la agria experiencia al frente de un certamen lleno de irregularidades y mentiras. 

"Yo no sé mentir y eso también está en la película. Vivimos en un mundo tan mentiroso en el que nadie quiere asumir sus responsabilidades en los momentos críticos. Todo el mundo es capaz de todo con tal de no salirse del grupo en el que está. Yo no valgo para eso. Cuando la gente dice que los actores sabemos mentir, se equivocan de medio a medio. Los actores no mentimos, es en la vida real donde la gente se disfraza y miente sistemáticamente", confiesa sincera Portillo. "Son mucho más importantes los seres humanos, la cultura y nuestros corazones que defender políticamente cosas en las que no creo".

Tampoco cree que sus palabras le vayan afectar negativamente en su carrera. "Veremos que pasa. Lo que no puedo es vivir con miedo. La verdad puede doler, pero no es una mentira. No estoy calumniando a nadie. Creo que decir la verdad no es malo. Yo no podría mirarme al espejo. Duermo muy bien y no quiero dejar de dormir bien. Quiero pensar que no pasarán esas cosas", comenta.

Una crítica al poder y al sensacionalismo

Además, por paradojas del destino, Portillo ha tenido la posibilidad de participar en La chispa de la vida, una película donde precisamente se hace una crítica al poder. "Es una película necesaria para que veamos las cosas tal como están (...) Todos tenemos un límite, pero: ¿qué somos capaces de hacer? ¿Y nuestra dignidad? Mi personaje está tan obsesionado por defender esas piedras que no se plantea si un teatro así vale más que un ser humano".

Por eso, no duda en agradecer al director vasco este papel. "Me hizo mucha ilusión que Álex me llamara y poner mi granito de arena. Cuando alguien así te llama, yo voy. Y además el guión era interesante. Hubiera hecho un personaje incluso más pequeño. Durante un mes de rodaje se aprende mucho y Álex me ha enseñado mucho trabajando y dirigiendo. Es un tipo brillante, generoso, listo, sabe muy bien lo que quiere hacer, pero además dialoga, te pide tu opinión", explica.

Asimismo, elogia a su compañero José Mota, quien acaba de ser nominado al Goya a mejor actor revelación. "Es un cómico muy particular, con una ductilidad enorme. Por algo es tan querido, porque tiene verdad, tiene sentimientos. Simplemente con verle, se nota que tiene alma. Es un actor generoso que ha preferido hacer reír, pero le tenía que llegar un personaje así. El público lo querrá ahora el cuádruple".

Cuando hace poco más de un año Blanca Portillo se ponía en manos de Álex de la Iglesia para interpretar a la directora de un museo romano en La chispa de la vida, algo que ocurría paradójicamente semanas después de ser elegida como directora del Festival de Teatro Clásico de Mérida, nada hacía presagiar que su futuro terminaría pareciéndose tanto al de ese personaje. De hecho, según explica la actriz a Vanitatis, "mientras rodaba la escena en la que salgo llorando del teatro, pensé: 'Ojalá no me pase eso a mí'.