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China baila una fastuosa coreografía bélica
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China baila una fastuosa coreografía bélica

Quentin Taratino dijo en su día algo así como que dudar del talento de John Woo para recrear en el cine las escenas de violencia era

Quentin Taratino dijo en su día algo así como que dudar del talento de John Woo para recrear en el cine las escenas de violencia era como hacerlo de las cualidades de Miguel Ángel para pintar techos. Visto Acantilado rojo, lo cierto es que no le falta parte de razón al visionario director de Pulp Ficcion o Kill Bill, como saben, uno de los grandes maestros contemporáneos en ese menester.

El propio Tarantino se encargaría de rescatar a Woo de ese ostracismo injusto al que están sometidas con habitualidad las producciones asiáticas. Bajo bandera de Hong Kong, Woo fue capaz de filmar varios thrillers policiales de indudable solvencia, entre los que quizá destaque The Killers. Pero sin duda su periplo yanqui -Mision Imposible II (2000), Windtalkers (2002) o Paycheck (2003)- , del que salió escamoteado, puso de manifiesto que a Woo le sobra, además de talento, cierta carga prosaica -tan propia del cine asiático, por otro lado-, con la que amaneraba en exceso sus metrajes.

Ese lirismo extraño, esas ralentizaciones improcedentes funcionan mucho mejor, sin embargo, en el contexto épico de Acantilado Rojo, un blockbuster chino, el más caro de la historia -80 millones de dólares- que en cierto sentido reinventa la dialéctica de un género en claro declive. El problema de la versión internacional de esta megalómana producción es que llega ‘capada’ para hacerla más digerible entre las masas occidentales. Las cinco horas de la película original, dividida en dos partes, se rebanan de forma algo forzada, para quedar reducidas más o menos a la mitad.

Poesía de guerra

Se entiende que toda la parte reflexiva del film, aquella que estaba llamada a construir el perfil de los personajes y a marcar el pulso narrativo, se ha suprimido en beneficio de la acción. Acantilado rojo es simplemente eso: la espectacular recreación de los acontecimientos políticos que sacudieron la China del S. II, durante la era de los Tres Reinos. Apenas hay diálogos en esta película. Se suceden las batallas una tras otra en una exposición verdaderamente espectacular de retórica bélica.

El indudable esteticismo prosaico que tiene toda escena de guerra, aquí se eleva a la enésima potencia, dado el particular talento de sociedades como la China para la disciplina, lo que convierte a los dibujos que construyen los miles de extras sobre el campo de batalla en un espectáculo visual excepcional. Una clase magistral de táctica bélica que bebe sin duda del Hero de Zhang Yimou, pero que encuentra en su grandilocuencia también su mayor defecto, al dejar de lado cualquier elemento narrativo que no participe directamente de la acción trepidante.

LO MEJOR: los planos aéreos de las escenas de masas.

LO PEOR: es posible que, a pesar de la existencia de un narrador omnisciente que nos introduce en la historia antigua de China, al espectador le cueste demasiado situar a los personajes.

Quentin Taratino dijo en su día algo así como que dudar del talento de John Woo para recrear en el cine las escenas de violencia era como hacerlo de las cualidades de Miguel Ángel para pintar techos. Visto Acantilado rojo, lo cierto es que no le falta parte de razón al visionario director de Pulp Ficcion o Kill Bill, como saben, uno de los grandes maestros contemporáneos en ese menester.