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Soderbergh no es hermano de los Coen
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Soderbergh no es hermano de los Coen

Steven Soderbergh es un tipo inteligente. Desde que despuntase a finales de los ochenta con Sexo, mentiras, y cintas de vídeo, que inauguraría una nueva corriente

Steven Soderbergh es un tipo inteligente. Desde que despuntase a finales de los ochenta con Sexo, mentiras, y cintas de vídeo, que inauguraría una nueva corriente de cine independiente,  ha sabido combinar trabajos muy personales con otros más crematísticos, con una tendencia clara hacia un cine nervioso y juguetón. Lo mismo ha sido capaz de atreverse con Stanislaw Lem y su Solaris –teniendo como tuvo que aguantar comparaciones con el trabajo de Tarkovski-, que dedicarse en profundidad a la vida del Ché, jugar al casino en Ocean’s Eleven, o firmar junto a Antonioni y Wong Kar Wai ese desigual experimento cinematográfico llamado Eros.

 

Ahora simula ser un director de thriller de los 70 –hasta contrata a Marvin Hamlisch, el compositor de El golpe y Tal como éramos, para redondear asunto-, encarando una historia real situada a finales de los 80 y principios de los 90. El resultado es una comedia de errores llena de humor absurdo que se ríe del mundo corporativo y los secretos que circulan por él. ¿Se acuerdan de El dilema, esa gran película de Michael Mann? Pues ¡El soplón! podría ser su versión jocosa.


Eso sí, dentro de tanta corrección se nos antoja un tanto tediosa por momentos. Matt Damon puede tener algo de culpa en la falta de contundencia, y es que al norteamericano le falta carisma para dar vida a este bioquímico que llega a creerse una especie de 007 acompañado de su maletín de escuchas.

 

Enredos, verdades a medias, y un poco de mala leche… La película apuntaba alto, pero se olvida de una misión esencial: despertar el interés del público. Porque al final Soderbergh marea un tanto la perdiz, y esta farsa sobre espionaje que tanto nos prometía en su publicidad, se queda en un ejercicio soso. Desde luego Soderbergh no es el hermano secreto de los Coen.

 

LO MEJOR: Su apuesta técnica.

 

LO PEOR: Que es un tanto sosa.

 

Criterio de valoración:
Obra maestra.
Muy buena.
Buena.
Interesante.
Regular.
Mala.

Steven Soderbergh es un tipo inteligente. Desde que despuntase a finales de los ochenta con Sexo, mentiras, y cintas de vídeo, que inauguraría una nueva corriente de cine independiente,  ha sabido combinar trabajos muy personales con otros más crematísticos, con una tendencia clara hacia un cine nervioso y juguetón. Lo mismo ha sido capaz de atreverse con Stanislaw Lem y su Solaris –teniendo como tuvo que aguantar comparaciones con el trabajo de Tarkovski-, que dedicarse en profundidad a la vida del Ché, jugar al casino en Ocean’s Eleven, o firmar junto a Antonioni y Wong Kar Wai ese desigual experimento cinematográfico llamado Eros.