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La probabilidad real de que fallos tontos provoquen el apocalipsis como en 'House of Dynamite'
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Según un experto en guerra nuclear

La probabilidad real de que fallos tontos provoquen el apocalipsis como en 'House of Dynamite'

Aunque caricaturiza en exceso a los generales y los políticos, la película destapa una verdad cierta y alarmante: el verdadero peligro no reside en el factor humano, sino en el propio sistema de disuasión

Foto: Rebecca Ferguson en un fotograma de 'A house of dynamite'. (Neflix)
Rebecca Ferguson en un fotograma de 'A house of dynamite'. (Neflix)

La película de Netflix Una casa llena de dinamita ('A house of dynamite') representa con precisión los procesos y la tecnología de mando y control nuclear, aunque tiene un fallo fundamental en su concepción de la toma decisiones. Es lo que afirma el experto en guerra nuclear Jon Wolfsthal —director de riesgos globales de la Federación de Científicos Americanos— que también apunta a que es una cinta que da en el clavo sobre todo lo que puede ir mal en un posible ataque nuclear contra los EEUU.

Aunque el film caricaturiza a los altos mandos militares como peligrosos vaqueros de gatillo fácil, la realidad es que los fallos de las 'casas de dinamita' de EEUU, Rusia y China residen en la misma concepción de la disuasión nuclear: una construcción imaginaria con puntos de ruptura catastrófica por todas partes, desde un fallo de una línea de teléfono a errores técnicos pasando por el espejismo de la defensa antimisiles. "Tal vez mi línea favorita en toda la película es la del secretario de defensa que dice '50.000 millones de dólares y lo mejor que puedes hacer es el lanzamiento de una moneda'," dice Wolfsthal. "Los analistas de la defensa antimisiles de los Estados Unidos pensamos que ojalá fueran sólo 50.000 millones de dólares y una probabilidad del 50% de interceptar un misil entrante".​

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La película ha provocado una reacción inmediata del Pentágono, que distribuyó un memorando interno para "abordar falsas suposiciones" y contrarrestar la idea de que su multimillonario sistema de defensa es ineficaz. La directora, Kathryn Bigelow, celebra la controversia: "En un mundo perfecto, la cultura tiene el potencial de impulsar la política, y si hay un diálogo en torno a la proliferación de armas nucleares, eso es música para mis oídos" . Este choque entre la ficción, la realidad experta y la propaganda oficial revela hasta qué punto el debate nuclear ha estado, como dice Bigelow, "envuelto en silencio durante varias décadas" .

La frágil ilusión del control total

El mayor acierto de la película, según Wolfsthal, es demoler la fantasía de omnipotencia que proyectan los estamentos militares y políticos. En los círculos académicos y gubernamentales, la estrategia nuclear se debate con un lenguaje frío y distante, usando términos como "daños colaterales" o "probabilidades de muerte en un solo disparo". Este lenguaje crea una falsa sensación de control, asumiendo "condiciones ideales, comunicaciones fiables, conocimiento completo del escenario y confianza en que las decisiones tomadas serán bien ejecutadas". La película destroza este espejismo.​

La disuasión nuclear es un pacto suicida basado en la lógica. Cada bando asume que el otro actuará racionalmente para evitar la aniquilación mutua. Pero el sistema que debe ejecutar esa lógica es profundamente humano y, por tanto, imperfecto. Como señala Wolfsthal, la película muestra una verdad incómoda que los propios expertos a menudo ignoran: "la gente y el conocimiento son a menudo imperfectos". Se asume que los teléfonos funcionarán, que las personas clave estarán disponibles y que los datos serán correctos, apunta. La película demuestra que esas son suposiciones muy peligrosas.​

El caos es la norma, no la excepción

'A House of Dynamite' expone con crudeza el verdadero rostro de una crisis nuclear. En la película, nadie encuentra al Asesor de Seguridad Nacional, la llamada con el Secretario de Defensa se corta en un momento crucial y, lo que es peor, nadie sabe por qué la red de satélites de alerta temprana no detectó el misil. Sin pruebas, asumen que es nuclear. Esto no es un fallo del guion; es un reflejo de la realidad. Wolfsthal lo deja claro: en una crisis real, "es seguro que los oficiales no sabrán lo suficiente, que se equivocarán en muchas cosas".​

El sistema de mando y control nuclear es como el sistema nervioso del apocalipsis. Debe transmitir una señal inequívoca desde el cerebro —el presidente— hasta los músculos —los silos de misiles— en cuestión de minutos. La película muestra cómo ese sistema puede sufrir un colapso catastrófico. No por un ataque enemigo, sino por el caos inherente a cualquier organización humana bajo una presión inimaginable. La ficción acierta al retratar que la mayor amenaza no es un general enajenado, sino la niebla de la guerra multiplicada por la velocidad de un misil balístico.

La reacción del Pentágono a la película se centra en una línea del guión: la afirmación de que su escudo antimisiles de 50.000 millones de dólares es tan efectivo como lanzar una moneda al aire. En su memorando, la Agencia de Defensa de Misiles (MDA) asegura que sus interceptores actuales "han mostrado una tasa de precisión del 100% en las pruebas durante más de una década". Sin embargo, los expertos independientes califican esta afirmación de engañosa. Además, según Laura Grego—de la Unión de Científicos Preocupados—señala que el escenario de la película un solo misil en una trayectoria conocido es "posiblemente el más sencillo que existe" .

Interceptar un misil balístico intercontinental (ICBM) es como intentar parar una bala con otra bala. La "bala" enemiga viaja a más de 24.000 kilómetros por hora, y en un ataque real no vendría sola, sino acompañada de señuelos diseñados para confundir al interceptor. Las pruebas del Pentágono, según Grego, son como practicar en un campo de tiro con un blanco estático, mientras que un ataque real sería un enjambre de proyectiles moviéndose a velocidades hipersónicas. Por eso Wolfsthal afirma que ojalá la probabilidad fuera realmente del 50%.​

El error del general "de gatillo fácil"

A pesar de sus muchos aciertos, la película comete un error fundamental según Wolfsthal: recurrir al estereotipo de que "los líderes militares estarán ansiosos por lanzar, y solo un valiente civil podrá frenarlos". En su experiencia como alto cargo en el Consejo de Seguridad Nacional, la realidad es la contraria. Los militares suelen ser los más conscientes de las devastadoras consecuencias de usar estas armas y, por tanto, los más cautelosos.​

Este cliché, aunque efectivo dramáticamente, desvía la atención del verdadero problema. El peligro no reside en individuos belicistas, sino en un sistema diseñado para la "respuesta rápida" y el "disparo de advertencia". Al pintar a los generales como los villanos, la película pierde la oportunidad de criticar la propia doctrina de la disuasión, que obliga a cualquier líder, civil o militar, a tomar decisiones de vida o muerte con información incompleta en cuestión de minutos. Es una lástima, dice, porque "ligeros cambios en el guion podrían haber hecho más realista esa cruda realidad".​

Otro fallo del guion, apunta Wolfsthal, es su tendencia a retratar a ciertos altos cargos como "débiles y vacilantes", gente que no se toma su trabajo en serio. Esto no solo le resulta "un poco ofensivo" para los profesionales sino que vuelve a desenfocar el problema. Un espectador podría salir pensando que, con un personal más competente, la crisis se habría resuelto mejor. Wolfsthal lo duda: "Quizás. Pero quizás no".​

La verdad aterradora es que "incluso las mejores personas en su mejor momento en una crisis nuclear (o incluso en una simulación) pueden cometer errores, hablar mal o equivocarse". El sistema está diseñado con tan poco margen de error que un simple fallo humano o técnico puede desencadenar una catástrofe. Al centrarse en la supuesta incompetencia de unos pocos, la película absuelve a la propia estructura, una "casa de dinamita" donde el más mínimo tropiezo puede volarlo todo por los aires, sin importar lo brillante o competente que sea quien esté dentro.​

El debate que nadie quería tener

La directora Kathryn Bigelow y el guionista Noah Oppenheim insisten en que su objetivo era precisamente provocar este debate. Oppenheim lo resume así: "No es un debate entre nosotros como cineastas y el Pentágono. Es entre el Pentágono y la comunidad más amplia de expertos en este campo" . Bigelow, por su parte, defiende su independencia del gobierno para contar la historia con la mayor fidelidad posible, apoyándose en asesores técnicos que habían trabajado dentro del sistema pero que ya no tenían que "promover ninguna agenda en particular" .

Su postura es clara y la resume en una frase: "Yo solo digo la verdad". Para ella, la película es un ejercicio de "realismo y autenticidad" destinado a sacar a la luz un tema crucial que afecta a toda la humanidad. Y parece haberlo conseguido. Con 22,1 millones de visionados en sus primeros tres días y generando conversaciones en todo el mundo, la película ha demostrado que el público está dispuesto a confrontar lo impensable. Como dice Bigelow, "vivimos en un entorno realmente combustible [...]. Es hora de abordarlo" .

El mensaje final de Wolfsthal es una advertencia sombría y una llamada a la acción. Estados Unidos y otras potencias nucleares declaran que "una guerra nuclear no se puede ganar y nunca se debe librar", pero al mismo tiempo se preparan activamente para ella, con un gasto previsto de más de 2 billones de dólares solo por parte de EEUU en las próximas tres décadas. Esta es la paradoja central: invertimos fortunas en armas que, si se usan, destruirán el mundo que pretenden proteger. La verdadera seguridad no proviene de construir más misiles o escudos imperfectos, sino de la "reducción del riesgo nuclear y la estabilidad". Mientras sigamos apostando por la disuasión y los sistemas de defensa de misiles en lugar de la diplomacia y el desarme, seguiremos garantizando que "la próxima generación también se vea obligada a vivir en una casa de dinamita".

La película de Netflix Una casa llena de dinamita ('A house of dynamite') representa con precisión los procesos y la tecnología de mando y control nuclear, aunque tiene un fallo fundamental en su concepción de la toma decisiones. Es lo que afirma el experto en guerra nuclear Jon Wolfsthal —director de riesgos globales de la Federación de Científicos Americanos— que también apunta a que es una cinta que da en el clavo sobre todo lo que puede ir mal en un posible ataque nuclear contra los EEUU.

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