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Los satélites de Starlink están cayendo a un ritmo alarmante: puede ocurrir un desastre
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Irá a peor

Los satélites de Starlink están cayendo a un ritmo alarmante: puede ocurrir un desastre

Los satélites de internet de Elon Musk caen porque así lo diseñó el magnate. Prometió que se destruirían en la reentrada, pero es falso. Nos pone en peligro a todos en tierra y en órbita

Foto: Un presunto satélite Starlink cayendo sobre Puerto Rico en febrero de 2022. (Sociedad astronómica del Caribe)
Un presunto satélite Starlink cayendo sobre Puerto Rico en febrero de 2022. (Sociedad astronómica del Caribe)

Los satélites de internet Starlink están cayendo a un ritmo alarmante de hasta cuatro diarios, una cifra que aumentará aún más, según el astrofísico Jonathan McDowell. Esto forma parte del plan de Elon Musk de reemplazo continuo de máquinas de su megaconstelación, que pretende ampliar hasta los 42.000 satélites.

En teoría, cada satélite está diseñado para caer en cinco años, desorbitado antes de agotar el combustible que lo mantiene en el espacio. Sin embargo, como explica McDowell y admite la propia SpaceX, algunos no se desintegran por completo. Esto representa un peligro claro para todos en la superficie del planeta.

En el espacio el peligro es diferente pero crucial para todos. Al incrementar el número de satélites, también aumenta la posibilidad de que haya un choque entre uno Starlink y otro satélite. Esto podría desencadenar el síndrome de Kessler: una reacción en cadena que devastaría la infraestructura orbital (GPS, comunicaciones, sistemas financieros), sumiendo a la civilización en el caos. Aún así, Musk sigue lanzando una cantidad demencial de 'balas' a esta ruleta rusa orbital.

Foto: ucrania-guerra-eeuu-rusia-dron-kamikaze-marino

Basura en barrena

Con miles de los aparatos de Musk orbitando el globo, el ritmo actual de desorbitación es sólo el principio. Se disparará a medida que más satélites lleguen al final de su vida útil, convirtiendo la atmósfera superior en un espectáculo de metal tóxico en llamas.

SpaceX aseguró a los reguladores que sus satélites estaban diseñados para una "desintegración completa", vaporizándose en polvo inofensivo. Esa promesa, como la mayoría de las de Musk, resultó ser fantasía. En 2024, un trozo de aluminio de 2,5 kg de un Starlink se estrelló en una granja de Saskatchewan, Canadá, invalidando las garantías de seguridad de la empresa.

Tras el incidente, SpaceX recurrió a la jerga corporativa, alegando un "enfoque de doble seguridad" y un riesgo mínimo. La empresa admite que sus herramientas de análisis eran imprecisas, pero espera que confiemos ahora en sus nuevos cálculos. Y aún así, admiten que el 5% de la masa puede sobrevivir a la reentrada, aunque insiste en que son fragmentos inofensivos con la energía de impacto de una manzana al caer. Que se lo digan al granjero de Saskatchewan.

Además del riesgo de impacto en órbita y tierra, la quema de satélites contamina la estratosfera con partículas metálicas, creando "lluvias de meteoros antropogénicas". Investigadores alertan en Science que metales como el aluminio podrían permanecer años y catalizar la destrucción de la capa de ozono. Actualmente, unas 2000 reentradas anuales emiten 17 toneladas métricas de nanopartículas de óxido de aluminio a la estratosfera, cifra que aumenta rápidamente. La astrónoma Samantha Lawler advierte que "no podemos seguir usando el suelo y la atmósfera como un vertedero".

Estamos presenciando el coste de la ambición desmedida de Musk. El director general de la Agencia Espacial Europea, Josef Aschbacher, advirtió al Financial Times en 2021 que una persona posee la mitad de los satélites activos del mundo y que, de facto, él dicta las normas. El resto del mundo, incluida Europa, "simplemente no está respondiendo lo suficientemente rápido".

Se está permitiendo que una persona remodele el procomún orbital sin supervisión real, tratando el cielo como su propiedad y vertedero personal. El espacio no es de Musk. Mientras, la humanidad paga el precio de sus decisiones, él se encoge de hombros y sigue apuntando a la dominación planetaria. McDowell dice que por ahora nos hemos librado de lo peor. Mejor argumento es que lo peor está pasando ya, en vivo y en directo, mientras el magnate marciano se ríe de nosotros.

Los satélites de internet Starlink están cayendo a un ritmo alarmante de hasta cuatro diarios, una cifra que aumentará aún más, según el astrofísico Jonathan McDowell. Esto forma parte del plan de Elon Musk de reemplazo continuo de máquinas de su megaconstelación, que pretende ampliar hasta los 42.000 satélites.

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