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Una nueva turbina china que flota en la estratosfera cambiará la producción eléctrica
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Un zepelín que genera energía

Una nueva turbina china que flota en la estratosfera cambiará la producción eléctrica

China está desarrollando turbinas eólicas aerotransportadas que generarán megavatios de energía usando los vientos más fuertes a cotas de altitud elevadas como la estratosfera

Foto: Una imagen de la turbina actual.
Una imagen de la turbina actual.

Una ingeniosa idea concebida por el cofundador del Jet Propulsion Laboratory de la NASA en los años cincuenta—considerado el padre del programa espacial chino—puede traer una revolución en la generación de energía: las turbinas eólicas voladoras. Estos dispositivos solucionan algunos de los principales problemas de la energía eólica, ofreciendo un flujo de energía constante sin necesidad de costosas infraestructuras y con un impacto ambiental mínimo.

Estos ingenios, similares a zepelines, flotan en las alturas unidos al suelo solo por cables, generando electricidad de forma continua gracias a los vientos constantes y potentes de las capas superiores de la atmósfera. A diferencia de las turbinas fijas tradicionales, restringidas por la caprichosa variabilidad de los vientos a nivel del suelo—uno de sus mayores puntos débiles—las turbinas voladoras mantienen un flujo de energía constante. Gobiernos y empresas podrán instalarlas en cualquier lugar de manera rápida y con un coste muy inferior al de los modelos convencionales.

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La promesa es fantástica, aunque muchos intentos previos no han logrado materializarla. Ahora, tras el éxito de varios prototipos que han ido incrementando tanto en altitud como en potencia, la start-up china de energía Sawes está lista para desplegar miles de turbinas voladoras capaces de alimentar desde instalaciones comerciales, operaciones agrícolas e industrias hasta proyectos municipales pequeños. El sistema también puede instalarse rápidamente en zonas de desastre. La compañía ya trabaja en un modelo de más de un megavatio, equiparable a los molinos de eje convencional.

Una idea genial difícil de ejecutar

El origen de la eólica aérea se remonta a Qian Xuesen, ingeniero aeroespacial nacido en Shanghái que fue cofundador del Jet Propulsion Laboratory de la NASA en Pasadena. Qian se exilió en los años treinta para estudiar en el MIT y se unió al célebre “Suicide Squad” de Caltech, el grupo que sentó las bases de la astronáutica estadounidense moderna. Pese a ayudar a impulsar la mayor revolución tecnológica norteamericana del siglo XX, su carrera en EEUU acabó bajo la sospecha del macartismo: tras años de arresto domiciliario fue deportado a China en 1955, donde se convirtió en el padre fundador de la industria de misiles y el programa espacial chino. Sus estudios impulsaron los cohetes Larga Marcha, artífices del auge espacial de Pekín.

En 1957, Qian propuso el 'ejector diffuser duct': una técnica para acelerar el flujo de aire por una turbina a través de una carcasa circular que crea diferencial de presión y fuerza aire suplementario entre las aspas. Este efecto tipo venturi aumenta la eficiencia sin necesidad de ampliar aspas ni mástiles, multiplicando el viento útil sin añadir masa estructural.

placeholder Vista de uno de los modelos de turbina volante de Sawes.
Vista de uno de los modelos de turbina volante de Sawes.

Aunque aquel concepto era revolucionario, diferentes iniciativas occidentales fracasaron décadas después. Altaeros, una spin-off del MIT, desarrolló una turbina en aeróstato pero acabó saltando al mercado de plataformas inalámbricas. KiteGen (Italia), Makani Technologies (absorbida por Google) y la propia NASA apostaron por soluciones eólicas aéreas, pero ninguna alcanzó escala comercial por barreras técnicas, regulatorias y de costes.

Las turbinas voladoras son atractivas porque acceden a vientos de gran altitud, que pueden triplicar la velocidad de los vientos terrestres y producir hasta 27 veces más potencia. Las torres fijas llegan a unos 200 metros, desaprovechando la mayoría de esta energía.

Igualmente relevante, los aerogeneradores tradicionales requieren cientos de toneladas de acero y hormigón, cimientos masivos, carreteras nuevas y meses o años de preparación—con elevados costes ambientales, restricciones de suelo y una planificación lenta. Los modelos marinos aún agravan la complejidad logística y de recursos.

En contraste, los generadores Sawes pesan menos de una tonelada, no precisan obra civil y pueden instalarse en lugares inaccesibles para aerogeneradores clásicos: yacimientos petrolíferos remotos, islas o áreas de emergencia. Su estructura anular y sustentación por helio permiten mejoras teóricas de eficiencia superiores al 20%, y la empresa asegura una fiabilidad operativa alta—con tecnología de descenso seguro en tormentas y sistemas de sellado que prolongan la vida útil hasta 25 años.

Desde el inicio de las investigaciones en 2017, Sawes ha batido récords mundiales: el S500 ascendió a 500 metros y generó 50 kW; el S1000 llegó a 1000 metros y superó los 100 kW, superando los logros previos del MIT. La producción se realiza en Yueyang, al sureste de Pekín, con contratos valorados en más de 70 millones de dólares.

Destino estratosférico

El siguiente paso es el S1500, con una meta de 1 megavatio de potencia—equivalente a las torres convencionales de 100 metros pero con una reducción del 90% en peso. El director técnico, Weng Hanke, subraya: “La energía eólica de gran altitud es una fuente poderosa y poco explotada. Cuando estos sistemas se instalen a gran escala, la electricidad podrá costar lo mismo que la eólica convencional”.

El objetivo final de Sawes es crear flotas de aerostatos de clase megavatio operando en la estratosfera, a unos 10.000 metros, donde la energía eólica—según la empresa—es 200 veces superior. “Cuando llegue ese momento”, afirma el CEO Dun Tianrui, “el coste de la electricidad será una décima parte del actual”.

Queda por ver si Sawes logrará donde otros fallaron. Por ahora, ostenta el récord de la turbina voladora más alta y potente jamás construida—un sueño imaginado hace casi setenta años que, por fin, podría estar a punto de despegar.

Una ingeniosa idea concebida por el cofundador del Jet Propulsion Laboratory de la NASA en los años cincuenta—considerado el padre del programa espacial chino—puede traer una revolución en la generación de energía: las turbinas eólicas voladoras. Estos dispositivos solucionan algunos de los principales problemas de la energía eólica, ofreciendo un flujo de energía constante sin necesidad de costosas infraestructuras y con un impacto ambiental mínimo.

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