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Cómo la Unión Soviética logró apagar un incendio detonando una bomba nuclear
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El uso pacífico de las armas nucleares

Cómo la Unión Soviética logró apagar un incendio detonando una bomba nuclear

Años 60. Las autoridades rusas habían agotado todas las opciones para apagar un escape de gas que se había incendiado y estaba durando ya 1.064 días. La solución: usar una bomba nuclear subterránea para ahogarlo

Foto: La Unión Soviética detonó un dispositivo nuclear de 30 kilotones a 1.500 metros bajo la superficie con el fin de extinguir un incendio. (Youtube)
La Unión Soviética detonó un dispositivo nuclear de 30 kilotones a 1.500 metros bajo la superficie con el fin de extinguir un incendio. (Youtube)

En 1963, un pozo de gas en el sur de Uzbekistán explotó a una profundidad aproximada de 2,4 kilómetros. El gas natural se prendió y ardió de forma constante durante los tres años siguientes, provocando la pérdida de más de 12 millones de metros cúbicos de gas al día, lo suficiente como para abastecer las necesidades energéticas de una gran ciudad. Tras intentar sofocar el fuego sin éxito con los métodos tradicionales, los ingenieros soviéticos propusieron una solución más arriesgada: detonar una bomba nuclear a 1,4 kilómetros de profundidad para ahogar la salida del gas y apagar el incendio.

Durante la Guerra Fría, la URSS, al igual que EEUU, contaba con una gran cantidad de pequeñas armas nucleares que estaban cogiendo polvo en sus almacenes especializados a la espera de un ataque enemigo.

Foto: Lanzamiento de un misil ATACMS. (US Army)

Al igual que ocurría en el país americano, los ingenieros soviéticos también estaban investigando potenciales usos alternativos para estas bombas, sobre todo para la extracción de gas natural y la minería. Un trabajo que estaba encuadrado dentro del programa soviético Explosiones para la Economía Nacional, una iniciativa que buscaba encontrar usos pacíficos para la tecnología nuclear.

El bombazo nuclear, la última opción

Uno de esos usos sería intentar sofocar el fuego del pozo del yacimiento de gas Urta-Bulak que ya duraba 1064 días, casi tres años completos. Las técnicas tradicionales de extinción de incendios no funcionaban. Ni desviar el flujo de gas ni utilizar chorros de agua a alta presión acabaron con las llamaradas. Tampoco los disparos de artillería contra la boca del pozo pudieron detener el incendio.

Los ingenieros estaban sobrepasados y no eran capaces siquiera de determinar el lugar exacto del fondo del pozo donde se almacenaba el gas. Mientras tanto, el fuego alcanzó una altura de entre 70 y 120 metros, causando graves daños medioambientales, entre ellos la muerte de fauna silvestre y el desplazamiento de animales. El calor era tan intenso que era imposible acercarse a menos de 250 metros del incendio.

Tras agotar todas las opciones, el líder soviético, Leonid Brézhnev, autorizó en 1966 el uso de una explosión nuclear pacífica en el pozo. La Oficina de Diseño n.º 11 de Sarov, una instalación clasificada de investigación nuclear, se encargó del desarrollo de una bomba de 30 kilotones para la operación, el doble de potencia que la bomba atómica que cayó sobre Hiroshima.

El 30 de septiembre de 1966, los ingenieros soviéticos colocaron la bomba a 1.400 metros bajo tierra en un pozo inclinado perforado cerca del pozo en llamas. La explosión subterránea desplazó las capas rocosas con una fuerza tremenda, sellando eficazmente el pozo y cortando el suministro de gas que alimentaba el incendio.

No siempre funciona

Los resultados fueron inmediatos. Entre 20 y 23 segundos después de la detonación, las llamas se extinguieron por completo. Esta operación fue la primera en demostrar que una explosión nuclear puede sellar un pozo de gas, sentando un precedente que los ingenieros soviéticos aplicarían más tarde a casos similares.

placeholder El bosque de la taiga siberiana se refleja en el lago cerca del pueblo de Bolshaya Irba, en la región de Krasnoyarsk. (REUTERS Ilya Naymushin)
El bosque de la taiga siberiana se refleja en el lago cerca del pueblo de Bolshaya Irba, en la región de Krasnoyarsk. (REUTERS Ilya Naymushin)

Sin embargo, no todas las pruebas del programa Explosiones para la Economía Nacional tuvieron tanto éxito. En la década de 1970, la URSS llevó a cabo explosiones nucleares como parte de un ambicioso plan para desviar los ríos siberianos hacia el sur, incluyendo hacia el Volga. Su objetivo era suministrar agua a las regiones más pobladas y áridas de Asia Central y el sur de Rusia.

En una de esas pruebas, realizada en 1971, los ingenieros soviéticos detonaron simultáneamente tres dispositivos nucleares de 15 kilotones bajo tierra para excavar un canal destinado a conectar los ríos Pechora y Kama, un afluente del Volga. Esto creó lo que hoy se conoce como Lago Nuclear (Lago Taiga), una masa de agua que sigue siendo radiactiva en algunas zonas hasta el día de hoy.

En 1963, un pozo de gas en el sur de Uzbekistán explotó a una profundidad aproximada de 2,4 kilómetros. El gas natural se prendió y ardió de forma constante durante los tres años siguientes, provocando la pérdida de más de 12 millones de metros cúbicos de gas al día, lo suficiente como para abastecer las necesidades energéticas de una gran ciudad. Tras intentar sofocar el fuego sin éxito con los métodos tradicionales, los ingenieros soviéticos propusieron una solución más arriesgada: detonar una bomba nuclear a 1,4 kilómetros de profundidad para ahogar la salida del gas y apagar el incendio.

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