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La búsqueda de civilizaciones extraterrestres tan poco inteligentes como la nuestra
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Extraterrestres tan estúpidos como nosotros

La búsqueda de civilizaciones extraterrestres tan poco inteligentes como la nuestra

Detectar el destello de una detonación nuclear no sería señal de inteligencia extraterrestre, sino más bien de estupidez extraterrestre, una tendencia geopolítica hacia la autodestrucción

Foto: (CTBTO Photostream)
(CTBTO Photostream)

Imaginemos un exoplaneta distante, gemelo de la Tierra, donde estalla una guerra nuclear global. ¿A qué distancia podemos detectar las explosiones asociadas con esta guerra extraterrestre?

Nuestra imaginación suele estar ligada a experiencias vividas en la Tierra. Por lo que para calibrar lo que podríamos esperar de una zona de guerra en un planeta gemelo al nuestro, consideraremos un escenario plausible para nuestro propio mundo.

Foto: Un avión de entrenamiento L-15. (Wang Zhuangfei - CHINA DAILY)

En su libro titulado Guerra nuclear: un escenario, la brillante periodista Annie Jacobsen describe un escenario realista en el que Corea del Norte lanza primero un misil balístico nuclear hacia Washington, D.C., seguido poco después del lanzamiento de un misil desde un submarino hacia una central nuclear en California. En represalia, Estados Unidos envía misiles balísticos nucleares sobre el Polo Norte y el espacio aéreo ruso. En consecuencia, Rusia malinterpreta esta acción y decide lanzar 900 cabezas nucleares hacia Estados Unidos. Esta escalada lleva a EEUU y a sus aliados de la OTAN a apuntar todo su arsenal nuclear contra Rusia. Este escenario catastrófico podría resultar en explosiones equivalentes a unos pocos miles de megatones de TNT en cuestión de un par de horas. Suponiendo una eficiencia radiativa del orden del 50%, una guerra nuclear global de esta magnitud resultaría en una llamarada de radiación con una luminosidad total de aproximadamente 10^{15} vatios, que es aproximadamente un porcentaje de la luminosidad total de la luz solar reflejada desde la Tierra.

Dado que el resplandor de la guerra nuclear tendría firmas únicas en luz ultravioleta e infrarroja y duraría unas pocas horas, la llamarada extraterrestre resultante del escenario de Annie en una estrella gemela de la Tierra podría distinguirse de las llamaradas estelares mediante observaciones ultravioleta con el Telescopio Espacial Hubble o datos infrarrojos del Telescopio Webb. En el caso de una estrella gemela de la Tierra cercana, a unas pocas decenas de años luz de distancia, los telescopios espaciales podrían separar espacialmente la llamarada planetaria de la ubicación de la estrella. Enmascarar la brillante luz estelar es un desafío, pero potencialmente factible para las estrellas enanas débiles, el tipo más común de estrella.

¿Se ha detectado alguna llamarada candidata en las proximidades de una estrella enana cercana? Lamentablemente, hasta la fecha no se ha realizado ninguna búsqueda para encontrar las llamaradas de Annie. Tampoco se ha informado de la detección fortuita de una llamarada anómala con características de guerra nuclear.

Basándonos en nuestra experiencia geopolítica, se espera que una guerra nuclear global sea extremadamente rara. Incluso si guerras mundiales de esta magnitud se repiten una vez por siglo en cualquier planeta gemelo de la Tierra, detectar la llamarada de Annie una vez al año requeriría el monitoreo continuo de cien planetas gemelos. Dado que la llamarada dura solo unas horas cada siglo, la probabilidad de observarla en un momento dado es de una entre un millón. En otras palabras, un estudio instantáneo mostraría la llamarada de Annie en uno entre un millón de planetas gemelos de la Tierra que presentan guerras nucleares globales una vez por siglo. Es improbable que la Vía Láctea albergue más de un millón de planetas gemelos de la Tierra donde las guerras nucleares globales se repitan una vez por siglo. La probabilidad de que esto ocurra podría evaluarse utilizando una variante de la Ecuación de Drake para las llamaradas de una guerra nuclear como firmas tecnológicas.

Sin embargo, incluso después del descubrimiento fortuito de la llamarada de Annie, el descubridor probablemente sugeriría que esta podría haber sido el resultado de un evento de reconexión magnética en la magnetosfera del exoplaneta. Los astrónomos tienden a aferrarse al escenario menos exótico y descuidan las alternativas tecnológicas, ocultando las anomalías tecnológicas bajo la alfombra de las interpretaciones conservadoras. Por ejemplo, cuando se descubrió un objeto cercano a la Tierra el 2 de enero de 2025, primero fue clasificado como un asteroide rocoso y, pero luego fue reconocido como un objeto tecnológico cuando su órbita coincidía con la del Tesla Roadster.

Además de sus efectos devastadores sobre la Tierra, una guerra nuclear global también alteraría la composición química de la atmósfera del planeta, la cual podría analizarse muchos años después de su finalización. Esta señal sería detectable en un exoplaneta en tránsito cuya órbita esté orientada de tal manera que pase frente a la cara de la estrella, de modo que un telescopio pueda inferir la composición de su atmósfera. En particular, se espera que el calor liberado por las bolas de fuego nucleares desencadene una abundante producción de moléculas de óxido de nitruro. Además de los isótopos radiactivos únicos liberados en la explosión, las moléculas de larga duración podrían señalar una guerra ocurrida hace tiempo, lo que aumenta sus posibilidades de detección más allá de las pocas horas de la erupción de Annie.

Se podría argumentar que detectar la llamarada de Annie no señalaría inteligencia extraterrestre, sino más bien estupidez extraterrestre, ya que significa una tendencia geopolítica a la autodestrucción. Si los astrónomos deciden buscar las llamaradas de Annie, deberían definir el esfuerzo de investigación como SETS en lugar de SETI [siglas de Búsqueda de Inteligencia Extraterrestre en inglés (N. del T.)], ya que manifiesta una Búsqueda de la Estupidez Interestelar.

En un evento público reciente, me preguntaron sobre la importancia del dinero. Expliqué que el dinero es importante hasta cierto punto, siempre y cuando te permita comprar libertad. Por libertad, me refiero a la capacidad de dedicarte a lo que disfrutas. Más allá de ese punto, la preocupación por ganar más dinero o usarlo para algo más que tus necesidades te roba la libertad. La misma lección podría aplicarse a los avances tecnológicos de una civilización inteligente. Hasta cierto punto, los nuevos avances tecnológicos promueven la longevidad de los seres inteligentes. Pero más allá de ese punto, las tecnologías avanzadas hacen que la civilización sea más vulnerable a la autodestrucción.

¿Hemos cruzado ya ese umbral? ¿Nos acercamos al inevitable fin del mundo de una guerra nuclear global, como la que previó Annie, o a alguna otra catástrofe provocada por la inteligencia artificial o los robots?

Para obtener una mejor perspectiva, podríamos realizar un censo de civilizaciones extraterrestres y representar gráficamente su esperanza de vida en función de su nivel tecnológico. Una vez que reconozcamos el umbral de la autodestrucción, debemos detener nuestro propio desarrollo tecnológico en ese nivel. Sin conocer dicho umbral, nuestro coche autónomo se desplomará metafóricamente, como el coche de la escena final de la película Thelma y Louise.

Imaginemos un exoplaneta distante, gemelo de la Tierra, donde estalla una guerra nuclear global. ¿A qué distancia podemos detectar las explosiones asociadas con esta guerra extraterrestre?

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