El gran apagón que nos devolverá a la edad de piedra puede llegar en cualquier momento
La gente se lo toma ahora a guasa pero los expertos apuntan a que una caída continuada de la electricidad sin posibilidad de reparación llevaría al colapso de la civilización en sólo 72 horas
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Mientras algunos se lo tomaban de cachondeo en las terrazas que permanecieron abiertas y otros corrían a llevar a sus hijos del colegio a casa después de arrasar el Mercadona, España y Portugal experimentó el 28 de abril los primeros compases del apocalipsis eléctrico. Nuestro mundo depende de la electricidad y la sociedad moderna volvería al medievo en sólo tres días sin la energía que lo controla todo, como contamos en nuestro documento La Gran Tormenta. Y aunque lo que pasó ayer no tuvo nada que ver con un evento Carrington, los efectos serían los mismos que describieron los expertos. Como John Kappenman, un ingeniero estadounidense con décadas de experiencia en la industria eléctrica norteamericana que entrevistamos para el documental, nos contaba hace un par de años, si el apagón no hubiera durado medio día, sino 72 horas, la reacción en cadena habría derribado nuestra sociedad.
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Kappenman, que lleva toda la vida estudiando fenómenos solares y su impacto en las redes de alta y media tensión, tiene claro cuál sería el efecto de la madre de todos los apagones: “Sí, claramente habría desastres de salud pública, desastres de servicios públicos, desastres en la cadena de distribución de alimentos, desastres de la industria farmaceútica, inutilización de los hospitales, de los sistemas de pago... Todo caerá una vez que sufres un impacto en la más importante de todas la infraestructuras, la red eléctrica”, nos dijo en entrevista telefónica.
Éste es el relato detallado, basado en declaraciones de expertos y estudios científicos, de cómo se habría desmoronado la vida moderna en España si los técnicos de REE no hubieran podido arreglar el desastre. Las primeras horas ya las predijeron. Las siguientes son las que habrían llegado en el peor de los casos.
El silencio de los sistemas vitales
Se apaga la red nacional de energía.
Los frigoríficos caseros, restaurantes y supermercados dejan de funcionar. Sin terminales de pago electrónicas, solo se acepta efectivo.
Las televisiones y routers se apagan. Los ordenadores dejan de funcionar y las empresas que no tienen sistemas de generación eléctrica cierran sus oficinas. Sólo quien tenga un sistema independiente de la red nacional —con paneles solares y baterías o generadores diesel— siguen teniendo electricidad y acceso a internet usando fibra. Para los demás, sólo las radios a pilas o los que tengan coche pueden escuchar las noticias.
En ciudades como Madrid o Barcelona, la gente intenta volver a casa como puede, pero las calles se colapsan, los trenes de cercanías, media y larga distancia se paran, el metro se detiene.
Sin semáforos, los coches se acumulan y empiezan los accidentes bloquean cruces y rotondas. La mayoría de las personas cree que es algo de su barrio o de la ciudad. Se quedan estupefactos sin comprender aún la magnitud del colapso.
Los hospitales siguen funcionando con generadores de emergencia pero se cancelan cirugías. Hasta aquí lo que sabemos.
Hora 12: comienza el fin de los generadores de emergencia
Empiezan a caer generadores por falta de combustible. Los hospitales, comienzan a fallar y el suministro de diesel no llega a algunos de ellos. En algunas UCIs, respiradores mecánicos, máquinas de diálisis, y cualquier otro instrumento eléctrico deja de funcionar. Según el informe de la Academia Nacional de Ciencias de EEUU, las personas con respiración asistida morirían en las primeras 24 horas. Los pacientes renales les seguirán en días. Sólo en España hay unos 66.000.
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Los medicamentos y plasma sanguíneo en neveras comienzan su proceso de descomposición. Para lo segundo, será cuestión de poco tiempo más antes de que se arruine por completo.
En supermercados y restaurantes, los alimentos frescos comienzan su proceso de descomposición. También en grandes centros de distribución cuyos generadores dejen de recibir combustible.
Las bombas de agua potable, eléctricas, dejan de abastecer edificios en algunas ciudades. Quienes llenaron bañeras o botellas de agua tienen reservas. Los inodoros, sin agua corriente, se atascan.
Hora 24: comienza el éxodo y la fractura social
Nadie se ríe ya de lo que pasa. Las carreteras son un caos. Huir de las ciudades se convierte en una aventura imposible.
La logística está paralizada y el transporte se detiene. No se pueden realizar transacciones de ningún tipo. La mayoría de alimentos frescos altamente perecederos pasan la hora de su caducidad. Todos los aviones están en tierra. Todos los trenes detenidos.
El gobierno saca al Ejército para intentar mantener el orden.
En zonas rurales, los núcleos con pozos y huertos resisten mejor, pero la paz será efímera a medida que llegue la gente que huye de las ciudades.
El suministro de agua se detiene en casi todas partes.
Hora 48: violencia y ley marcial
Los hospitales están colapsados antes las emergencias que se acumulan.
Las farmacias, vacías. Sin efectivo, comienzan los saqueos. La gente busca antibióticos, analgésicos, insulina, cualquier cosa que pueda ser útil. Al civismo y el humor de las primeras horas del apagón le siguen los nervios y el comienzo de la desesperación, que resulta en altercados y violencia. En los supermercados y tiendas las estanterías están vacías.
Muchos ancianos y enfermos mueren en sus casas, sin atención.
El Ejército despliega más fuerzas en núcleos urbanos, pero sin comunicaciones operativas, la coordinación es caótica. La falta de preparación es clara a pesar de la buena voluntad y trabajo de los cuerpos de seguridad del estado y los servicios de emergencia. La situación se les va de las manos.
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Hora 72: la caída definitiva
Sin agua y sin distribución de alimentos en grandes cantidades, las ciudades se vuelven inhabitables. El Ejército está sobrepasado. La gente se organiza como puede en zonas rurales. Los campamentos de refugiados proliferan. Pero ni siquiera allí hay seguridad. Son demasiados millones de personas desplazados que no tienen acceso a nada.
Es un caos absoluto.
En sólo tres días, hemos pasado de una sociedad digital a una sociedad medieval o aún peor, como nos contaba en su día la Dra. Sangeetha Abdu Jyothi, profesora adjunta de Computación en la Universidad de California, Irvine, “Si no tenemos electricidad, básicamente volveremos a la Edad de Piedra. Especialmente con el tipo de densidad de población que tenemos en las grandes ciudades. Ni siquiera puedo imaginar lo que pasaría si ocurriera un evento a gran escala”.
Obviamente, nuestro país y Portugal no están aislados del resto del Europa y este escenario no pasaría después de una caída de la red eléctrica nacional como la que se ha producido. Pero, si fuera a nivel global o Europeo, sí ocurriría de manera muy parecida. La previsión de los expertos de Control Z para un apagón masivo se han cumplido. El resto es un escenario que ocurriría en caso de un evento catastrófico como una gran tormenta solar de nivel Carrington o en una guerra con un enemigo como Rusia.
Lo único positivo de todo esto es que, ahora, ya tenemos experiencia con lo que pasaría en una sociedad como la nuestra, hiperdigitalizada y hiperdependiente de la electricidad en todos sus eslabones. Italia también sufrió algo similar, aunque menos porque les tocó de noche.
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Por eso es hora de que la clase política tome todas las medidas para evitarlo, como describimos en el documental de la Gran Tormenta. La posibilidad de que nosotros, nuestros hijos o sus descendientes vivan un episodio extremo que no se solucione en 10 o 12 horas está ahí. Sin excusas. No son cuentos para asustar. Son realidades muy posibles de las que acabamos de recibir un pequeño aviso que ha demostrado claramente la incapacidad de un gobierno para evitar o paliar un problema relativamente sencillo como el que hemos sufrido.
Habrá más. Como decía la Dra. Holly Gilbert —que fue directora de la división de ciencia heliofísica del centro de investigación NASA Goddard y ahora encabeza el High Altitude Observatory del Centro Nacional de Investigación Atmosférica de los Estados Unidos— “No es una cuestión de si lo vamos a sufrir o no. Es solo una cuestión de cuándo va a pasar". No hay excusa para que no se invierta en tener una red eléctrica resiliente que no nos meta en una situación de la que será casi imposible salir.
Mientras algunos se lo tomaban de cachondeo en las terrazas que permanecieron abiertas y otros corrían a llevar a sus hijos del colegio a casa después de arrasar el Mercadona, España y Portugal experimentó el 28 de abril los primeros compases del apocalipsis eléctrico. Nuestro mundo depende de la electricidad y la sociedad moderna volvería al medievo en sólo tres días sin la energía que lo controla todo, como contamos en nuestro documento La Gran Tormenta. Y aunque lo que pasó ayer no tuvo nada que ver con un evento Carrington, los efectos serían los mismos que describieron los expertos. Como John Kappenman, un ingeniero estadounidense con décadas de experiencia en la industria eléctrica norteamericana que entrevistamos para el documental, nos contaba hace un par de años, si el apagón no hubiera durado medio día, sino 72 horas, la reacción en cadena habría derribado nuestra sociedad.