EEUU tiene un nuevo problema con sus aviones de combate de sexta generación
El bombardero del futuro de las FFAA estadounidenses necesita repostar en el aire para poder realizar operaciones de largo alcance. Sin embargo, no está claro que pueda mantener su 'invisibilidad' durante esa maniobra
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El B-21 debería ser el bombardero ‘invisible’ de sexta generación que va a dar a EEUU una superioridad estratégica en el aire sobre China y Rusia. Sin embargo, hay dudas sobre su desarrollo. Su coste es enorme y las Fuerzas Aéreas estadounidenses no tienen claro que el aparato tenga las características adecuadas para afrontar la guerra moderna. Además, los analistas ven fallos con los aviones cisterna que les van a permitir ampliar su rango de ataque: no está clara su disponibilidad, las tasas de transferencia de combustible pueden ser lentas y las características de sigilo que lo hacen indetectable para sus enemigos pueden desaparecer mientras dura el repostaje.
La USAF planea adquirir al menos 100 de estos bombarderos para reemplazar a los B-1 y B-2 y los bombarderos estratégicos B-52. El coste unitario promedio del Raider está estimado en 550 millones de dólares del año fiscal 2010, lo que equivale a aproximadamente 793 millones actuales con el ajuste de la inflación. Aunque el coste es elevado, EEUU necesita actualizar su flota de bombarderos para mantener la superioridad estratégica aérea de EEUU. Especialmente ante China que está acelerando el desarrollo de sus aviones de combate de sexta generación.
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Los primeros Raider podrían entrar en servicio en 2027 partiendo desde la Base de la Fuerza Aérea de Ellsworth. Además de su capacidad para transportar distintos tipos de armas a largas distancias, incluidas las nucleares, el bombardero destaca en sus características furtivas avanzadas que lo hacen casi indetectable por los radares enemigos. Esto le permite operar lejos de sus bases y penetrar en espacios aéreos fuertemente defendidos para realizar sus ataques por sorpresa.
El Talón de Aquiles del B-21
El reabastecimiento en vuelo —el repostaje de combustible en el aire mediante aviones— amplía considerablemente el alcance del bombardero y le permite cubrir mucho más terreno. Como explican los analistas del medio especializado 1945, el plan es utilizar un método de reabastecimiento por brazo, en el que un tubo telescópico rígido se extiende desde estas gasolineras volantes hasta la aeronave receptora. Este método, aseguran, permite una mayor tasa de transferencia de combustible en comparación con otros sistemas, pero también conlleva problemas.
La tasa de transferencia de combustible puede no ser lo suficientemente rápida y los aviones cisterna pueden tener poca capacidad para abastecerlos correctamente. El General de las Fuerzas Aéreas, Randall Reed, jefe del Mando de Transporte de EEUU, aseguró ante el Congreso que el B-21 "tiene necesidades mayores, sobre todo en cuanto al trasvase de combustible".
Aviation Week da una pista del hambre de combustible del B-21: "El peso y la capacidad de combustible del B-21 no se conocen, pero el tamaño del bombardero se considera generalmente alrededor de dos tercios de la masa de un B-2A". Según este medio, "un solo B-2A puede llevar hasta 167.000 lb. de combustible. Suponiendo una tasa de transferencia de 1.200 gal. por minuto, un KC-46 podría tardar unos 17 minutos en rellenar completamente el 80% de la capacidad de combustible de un B-2A".
Sin embargo, el problema principal es el que afecta a su invisibilidad. La necesidad de usar una barra de reabastecimiento para llenar los depósitos de combustible del B-21 puede romper su casi inexistente huella de radar y revelar la presencia de la nave a sus enemigos.
Un avión que nace obsoleto
A día de hoy no hay aviones cisterna suficientes que puedan abastecer a la flota de 100 bombarderos B-21 que espera la USAF. Y el NGAS (el programa de sistemas de reabastecimiento aéreo de nueva generación) todavía está en fase de diseño y está lejos de ser una realidad. El NGAS está diseñado para el repostaje autónomo de gran precisión. Contará con sensores avanzados y un cerebro de inteligencia artificial que supuestamente lo hará más preciso y eliminará los errores humanos. Aunque, las estimaciones apuntan a que esta nueva generación de aviones cisterna no estará lista hasta 2040.
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EEUU no solo tendrá que solucionar el problema de reabastecimiento, sino que tendrá que aclarar qué quiere hacer con el NGAS y con el B-21. A pesar de que el bombardero ya ha realizado su primer vuelo, el jefe de adquisiciones del Pentágono, William LaPlante, avisaba también de una lenta velocidad de producción. Esto, aseguraba LaPlante, se debe a que la USAF quiere proteger el programa de posibles recortes presupuestarios, pero a la vez adaptarse a los cambios tecnológicos y estratégicos.
También hay que tener en cuenta el ciclón que ha supuesto la llegada de la nueva administración Trump y cómo afectará su esfuerzo por adelgazar el gasto del Estado al presupuesto de defensa. El coste total del programa —del desarrollo a la producción y los costes operativos— será de decenas de miles de millones de dólares. El General David W. Allvin, Jefe de Estado Mayor de la Fuerza Aérea de EEUU aseguró en abril del año pasado que hay que evaluar otras opciones diferentes al B-21 debido a los rápidos cambios que están sucediendo ahora mismo en la tecnología militar.
"Creo que no vamos a llegar a ese número [las 100 unidades de B-21] hasta probablemente mediados de la década de 2030 y más allá", aseguró Allvin en una audiencia del Comité de Servicios Armados del Senado el pasado 16 de abril. El general apuntó que hay otros avances tecnológicos que hay que evaluar para tener una mejor mezcla de capacidades antes de comprometerse a que el B-21 sea la columna vertebral de la futura fuerza de bombarderos norteamericana.
Allvin no especificó a qué se refiere concretamente, pero el concepto de guerra aérea con enjambres de naves autónomas coordinadas está ganando fuerza a la vista de lo que se ha demostrado durante la invasión rusa de Ucrania. Además, está el desarrollo de aviones hipersónicos y naves suborbitales, que también representa un cambio estratégico hacia un entorno de alta velocidad a gran altitud para superar las tecnologías de defensa aérea actuales.
El B-21 debería ser el bombardero ‘invisible’ de sexta generación que va a dar a EEUU una superioridad estratégica en el aire sobre China y Rusia. Sin embargo, hay dudas sobre su desarrollo. Su coste es enorme y las Fuerzas Aéreas estadounidenses no tienen claro que el aparato tenga las características adecuadas para afrontar la guerra moderna. Además, los analistas ven fallos con los aviones cisterna que les van a permitir ampliar su rango de ataque: no está clara su disponibilidad, las tasas de transferencia de combustible pueden ser lentas y las características de sigilo que lo hacen indetectable para sus enemigos pueden desaparecer mientras dura el repostaje.