La nueva grúa más potente del mundo apunta a una revolución en las grandes industrias
Ahorro de combustible, mayor par motor, menos averías, más fácil de reparar... la electrificación de maquinaria pesada es una inversión que está aumentando los beneficios de la gran industria
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La grúa Mammoet SK6000, la grúa terrestre más potente del mundo, es ahora totalmente eléctrica. Según el fabricante neerlandés, la nueva grúa ofrece capacidad de cero emisiones y reduce la contaminación acústica, además de mejorar la seguridad y limpieza en los proyectos al utilizar energía de la red eléctrica, baterías o generadores de hidrógeno. Todo ello manteniendo la capacidad de levantar 3.000 toneladas—el equivalente a cinco Airbus 380 completamente cargados, el avión de pasajeros más grande del mundo—hasta 200 metros, al igual que su homóloga de combustibles fósiles.
Esta gigantesca grúa también representa el último ejemplo de una tendencia creciente: la electrificación de grandes máquinas industriales. Pero estas industrias, tradicionalmente contaminantes, no están realizando el cambio por amor a sus trabajadores, miedo a la indignación de Greta Thunberg o por salvar la naturaleza. Para estas compañías hay una razón más poderosa: el dinero. El ahorro en combustible (ya que la electricidad puede ser gratuita o mucho más barata que los combustibles fósiles), los menores costes de mantenimiento (los motores eléctricos son más fáciles de mantener y menos propensos a fallos) y una mayor eficiencia (estos motores ofrecen más par motor que sus equivalentes diésel) son razones de peso. Y no está nada mal, considerando el beneficio evidente que la descarbonización supone para toda la humanidad.
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La SK6000 funciona directamente con energía de la red, usando corriente de media tensión disponible comúnmente en la industria pesada y en las conexiones de energía costera en los puertos. Para emplazamientos remotos o con suministro eléctrico inestable, la grúa utiliza dos módulos de baterías que ofrecen una capacidad combinada de 1.200 kWh, el equivalente al consumo eléctrico medio de un hogar durante 40 días. Otra opción son los generadores de hidrógeno, que transforman ese elemento en electricidad usando celdas de combustible, produciendo electricidad y vapor de agua.
En un comunicado de prensa, la empresa afirmó que la electrificación de la SK6000 también mejora su flexibilidad operativa. Las baterías se presentan en formatos de contenedores estándar de 20 pies, lo que facilita su transporte utilizando la infraestructura existente. Las pruebas mostraron un impacto mínimo en las operaciones, con el proceso de conexión completado en un solo turno diurno mientras se reconfiguraban los pesos de prueba. Niek Bezuijen, asesor global de sostenibilidad en Mammoet, señala que «la electrificación no es una cuestión de futuro para la elevación de cargas pesadas—es necesaria ahora». Añadió que esta innovación permite a los clientes «liderar en seguridad, eficiencia, sostenibilidad y costes».
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La migración de la industria pesada
Otras máquinas colosales también están adoptando la electrificación. La corporación minera australiana Fortescue Metals Group introdujo recientemente la excavadora eléctrica Liebherr R 9400 E. Este vehículo de 400 toneladas opera completamente con energía renovable, conectándose a una planta solar dedicada mediante un cable de alta tensión de dos kilómetros. El cambio no se centra únicamente en el ahorro de combustible. Según Fortescue, los motores eléctricos son excepcionalmente eficientes y ofrecen más par motor que los motores diésel, lo que se traduce en una mayor producción. Durante los tres primeros meses de pruebas parciales, la R 9400 E batió récords al retirar un millón de toneladas de material.
El éxito de las pruebas llevó a la empresa a encargar dos unidades adicionales en abril pasado, con planes para reemplazar toda su flota de excavadoras diésel, eliminando el consumo anual de 95 millones de litros de diésel, equivalente a eliminar 250.000 toneladas de emisiones de dióxido de carbono al año. Además, ofrece más tiempo operativo y mayor fiabilidad, reduciendo el coste total de propiedad respecto a su equivalente de combustión interna.
Este movimiento forma parte de un esfuerzo más amplio de electrificación en Fortescue, que también abarca su flota de camiones de acarreo y otra maquinaria pesada. El camión eléctrico Liebherr T 264, con capacidad de 240 toneladas, y la topadora PR 776 son parte de las 475 máquinas sin emisiones previstas dentro de una colaboración de 2.800 millones de dólares con Liebherr. Andrew Forrest, presidente ejecutivo de Fortescue, destaca que «estos camiones eléctricos son más fiables y productivos que los diésel y cuentan con tecnología de carga rápida adaptada de la Fórmula E». Según Forrest, la transición permitirá ahorrar entre 300 y 400 millones de dólares anuales en costes de combustible solo para los camiones.
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Fortescue es solo una de muchas compañías mineras que adoptan la electrificación como solución práctica y económica. Según un informe de la consultora McKinsey, electrificar las flotas móviles de la industria global del mineral de hierro podría generar entre 20 y 30 teravatios-hora de demanda eléctrica. Empresas como Caterpillar, Komatsu y Liebherr están introduciendo equipos eléctricos alimentados por baterías o celdas de combustible de hidrógeno, como el camión Caterpillar 793 y el Komatsu 930E.
China puede dinamitarlo todo
Sin embargo, la electrificación de la industria pesada no está exenta de desafíos. Los elevados costes iniciales de los vehículos modificados, junto con la infraestructura necesaria como plantas solares o celdas de combustible, pueden compensarse con los ahorros en combustibles fósiles, mayores tiempos operativos y menores costes de mantenimiento. Pero la producción de baterías sigue siendo un problema. A pesar de que los precios de las baterías de iones de litio han caído un 82% en la última década, la volatilidad en los precios del litio y otros minerales críticos presenta un riesgo, según el grupo de investigación State of Play.
La dependencia de China también es una amenaza clave. El país controla el 60% de la extracción mundial de litio, el 77% de la fabricación de celdas de baterías y el 60% de la producción de sus componentes. En la República Democrática del Congo, donde se extrae el 70% del cobalto mundial, las empresas chinas controlan el 80% de la producción. China ya ha comenzado a utilizar este poder, prohibiendo recientemente la exportación de antimonio tras las restricciones impuestas por EE. UU. El precio del elemento subió un 40% de inmediato.
Según el profesor Andrew Barron, experto en energía de bajo carbono en la Universidad de Swansea, China ha «ganado la guerra de los materiales». Su monopolio sobre el litio y tierras raras supone un riesgo para la electrificación global. La solución, afirma Barron, podría estar en encontrar nuevas fuentes de materiales, la diplomacia o un avance tecnológico revolucionario: «Durante el famoso discurso de John F. Kennedy en Rice University, anunció que EE. UU. pondría a un hombre en la Luna al final de la década. Nadie sabía cómo hacerlo, pero lo lograron en sólo siete años». Barron sugiere que un esfuerzo similar podría llevar a una revolución tecnológica que asegure el futuro eléctrico de la civilización.
Y sin ser cinico, ese futuro eléctrico es posible, pero no porque estas compañías quieran salvar el planeta por altruismo, sino porque será enormemente beneficioso para sus balance de cuentas.
La grúa Mammoet SK6000, la grúa terrestre más potente del mundo, es ahora totalmente eléctrica. Según el fabricante neerlandés, la nueva grúa ofrece capacidad de cero emisiones y reduce la contaminación acústica, además de mejorar la seguridad y limpieza en los proyectos al utilizar energía de la red eléctrica, baterías o generadores de hidrógeno. Todo ello manteniendo la capacidad de levantar 3.000 toneladas—el equivalente a cinco Airbus 380 completamente cargados, el avión de pasajeros más grande del mundo—hasta 200 metros, al igual que su homóloga de combustibles fósiles.