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La desconocida nave espacial de 1990 que vino del futuro
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20 años antes que el Falcon 9

La desconocida nave espacial de 1990 que vino del futuro

La DC-X fue la primera nave que despegó y aterrizó verticalmente con éxito. Inauguró una nueva era de los viajes espaciales décadas antes de que Musk copiara la idea y la tecnología en SpaceX

Foto: El Delta Clipper X de McDonell Douglas y el gobierno de EEUU.
El Delta Clipper X de McDonell Douglas y el gobierno de EEUU.

Con Elon Musk a punto de ser instaurado por Donald Trump en la poltrona gubernamental para hacer una supuesta 'limpia' de la burocracia del gobierno estadounidense, conviene recordar un dato desconocido del personaje que hizo su fortuna gracias a los subsidios públicos de Washington a los Tesla —una compañía que no fundó y en la que forzó su entrada—y los contratos multimillonarios del Pentágono y las ayudas de la NASA a SpaceX.

Musk hizo algo más que chupar de la teta pública de la que todavía chupa y ahora quiere extirpar: fusiló la idea y la tecnología que hizo posible que sus cohetes de SpaceX volaran y regresaran a la Tierra. Esta es la historia del DC-X, la desconocida nave que cambió para siempre la historia de la exploración espacial más de 20 años antes del Falcon 9. Sin ella, la compañía espacial de Musk nunca hubiera llegado a donde está ahora y es probable que hubiera desaparecido.

Foto: El parque de energía renovable de Adani Green en Khavda. (Adani Green Energy)

Qué es el DC-X

El Delta Clipper Experimental (DC-X) fue un proyecto desarrollado por McDonnell Douglas junto a la Iniciativa de Defensa Estratégica (SDIO) del Departamento de Defensa de Estados Unidos. Entre 1991 y 1993, el equipo diseñó y construyó un prototipo de nave espacial reutilizable, capaz de realizar despegues y aterrizajes verticales, una idea que en los años 90 era de ciencia ficción. Las primeras pruebas se realizaron en la Base de Misiles de White Sands, Nuevo México, con un presupuesto absolutamente ridículo de 60 millones de dólares.

El equipo del DC-X, liderado por el legendario astronauta Pete Conrad —tercer hombre en llegar a la Luna como comandante del Apolo 12— logró resultados increíbles en condiciones de trabajo experimentales, bajo la más absoluta de las incertidumbres. Nadie tenía ni idea si aquello iba a funcionar o no pero, después de un par de años de trabajo, el DC-X realizó su primer lanzamiento y aterrizaje el 18 de agosto de 1993.

Lo hizo a la primera, al contrario que el equipo de Space X dos décadas más tarde, que tuvo que intentarlo ocho veces antes de conseguir resultados similares con su prototipo Grasshopper. El DC-X ascendió aproximadamente 150 metros, ejecutando un desplazamiento lateral de 100 metros y culminando con un aterrizaje controlado sin fallo alguno cuando llegó a la posición establecida por el GPS de abordo. Y todo de forma automática en los años 90.

El propósito original del DC-X era garantizar una respuesta rápida para el reemplazo de satélites en situaciones de emergencia, utilizando un cohete capaz de realizar una única órbita y luego regresar de manera controlada al sitio de lanzamiento. Este requerimiento del Pentágono implicaba una capacidad de maniobra transversal significativas, algo que no se había intentado antes en ningún proyecto de reentrada atmosférica. El fuselaje del DC-X —fabricado de un material compuesto creado por la legendaria Scaled Composites de Burt Rutan— tenía lados planos y flaps de control que permitían una entrada con el morro hacia adelante, antes de girar y aterrizar verticalmente con la cola, utilizando los motores para reducir la velocidad.

placeholder El DX-X en el momento del despegue.
El DX-X en el momento del despegue.

Conflictos de presupuesto

A pesar del ridículamente bajo presupuesto y sus grandes éxitos, el DC-X no pudo escapar de los recortes presupuestarios. En el octavo vuelo, realizado en julio de 1995, el DC-X intentó maniobras a gran altitud que resultaron en daños al aterrizar debido a una fractura en la carcasa externa. Era todavía el mismo prototipo usado dos años antes, algo inconcebible hoy en día.

placeholder El DC-XA de la NASA. (NASA)
El DC-XA de la NASA. (NASA)

Los fondos para repararlo habían sido recortados de tal manera que el prototipo tuvo que ser desechado. La NASA recogió el testigo del SDIO y adoptó el programa para crear el DC-XA, conocido como Clipper Advanced. Este vehículo voló cuatro veces más en 1996, demostrando tiempos de retorno y estableciendo nuevos récords de altitud y velocidad antes de que un accidente durante su cuarto vuelo lo dejara dañado más allá de cualquier reparación. Esto dio fin al programa, que contaba con la competencia interna de un proyecto de la NASA con Lockheed Martin (que nunca vio la luz del día) y del transbordador espacial.

La puerta de la nueva era espacial

Gary Payton —entonces director del Programa de Vehículos Reutilizables de la NASA— lamentó los problemas de financiación que llevaron al final del DC-X: "El DC-XA voló hasta ser destruido, como cualquier buen vehículo experimental. Siempre recordaremos las lecciones que aprendimos de este pequeño cohete sobre cómo viajar hacia el cielo".

El DC-X demostró por primera vez la posibilidad de reducir drásticamente los tiempos de operación entre vuelos, una característica esencial que hoy define a SpaceX. El Falcon 9, con su capacidad para aterrizar y ser reutilizado en tiempos récord, lleva el ADN del DC-X en cada lanzamiento.

El legado del DC-X no murió con el fin del programa. Al contrario. El propio Elon Musk reconoció implícitamente que SpaceX y la idea de los cohetes reutilizables no existirían sin el DC-X. Tras el primer vuelo exitoso del demostrador Grasshopper —el precursor del Falcon 9 reutilizable— Musk escribió una nota a los antiguos directores del legendario programa, Bill Gaubatz (McDonnel Douglas) y Jess Sponable (SDIO( para decirles que SpaceX sólo estaba "continuando con el gran trabajo del proyecto DC-X". Los expertos consideran que, sin el trabajo DC-X, SpaceX no hubiera podido llegar donde llegó porque no tenía ni el tiempo ni el capital para hacer todo ese trabajo que realizó el gobierno norteamericano.

Varios ingenieros del DC-X se fueron después a compañías privadas como Blue Origin, donde usaron sus diseños de sistemas de lanzamiento reutilizables en los cohetes de Jef Bezos.

Michael Griffin, exadministrador de la NASA y subdirector de tecnología de la SDIO, dijo en su día que "el DC-X representaba las bondades de la investigación y desarrollo del gobierno en su máxima expresión". Y así fue. Sin estos pasos iniciales, pagados con los impuestos de todos los estadounidenses como lo fue también todo el programa Apolo o telescopios como el James Webb, la exploración y ciencia espacial moderna nunca hubiera existido. Quizás hubiera terminado pasando décadas más tarde, sí, pero no estaríamos donde estamos ahora. Ni mucho menos. De hecho, viendo la historia y los datos, SpaceX habría quebrado hace años (y sin los subsidios públicos a los coches eléctricos, es más que posible que Tesla habría seguido el mismo camino).

Con Elon Musk a punto de ser instaurado por Donald Trump en la poltrona gubernamental para hacer una supuesta 'limpia' de la burocracia del gobierno estadounidense, conviene recordar un dato desconocido del personaje que hizo su fortuna gracias a los subsidios públicos de Washington a los Tesla —una compañía que no fundó y en la que forzó su entrada—y los contratos multimillonarios del Pentágono y las ayudas de la NASA a SpaceX.

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