El avión que iba a salvar a Rusia demuestra la caída definitiva de su imperio aéreo
Se suponía que el MiG-35 iba a ser el avión estrella de las fuerzas del aire rusa. Al final ha acabado siendo el avión estrellado del que sólo se han producido unas seis unidades
El MiG-35 fue anunciado a bombo y platillo por el gobierno de Vladimir Putin como el cazabombardero que era la bomba. Pretendía ser la estrella de la industria rusa de aviación militar y el caballo de trabajo principal de las fuerzas aéreas rusas, pero ha terminado por estrellarse y convertirse ser uno de los principales símbolos de la caída del antaño todopoderoso imperio del aire ruso. De hecho, sólo han sido capaces de fabricar un número estimado de 6 a 10 unidades para los propios rusos, que en principio querían más de 170. Y aunque han intentado vender el avión a otros países, nadie lo quiere.
El Mikoyan MiG-35 fue presentado oficialmente durante el Salón Aeronáutico de Moscú en 2017 como un avión de combate de generación 4.5, como el Eurofighter Typhoon y el Dassault Rafale, una categoría de cazas que incorporan tecnología avanzada pero sin llegar a ser de quinta generación como el F-22 Raptor o el F-35.
En realidad, se suponía que iba a ser la evolución del conocido MiG-29 Fulcrum, arreglando los problemas de este último con mejoras en aviónica, radares y capacidades en misiones tanto aire-aire como aire-tierra. El MiG-35 no logró arreglar los defectos del MiG-29 y, de hecho, muchos analistas consideran que es peor. Ni el mercado internacional ni del propio ejército ruso lo quieren y ha sido considerado un fracaso. Pero es que además MiG no tiene ahora la capacidad de producirlos en masa como sí lo podría hacer Boeing o Lockheed Martin en el lado americano o Airbus en el europeo.
Historia de un desastre
El MiG-35 se concibió como un caza polivalente para mejorar la eficiencia en combate y la autonomía operativa de la flota rusa. Oficialmente, se anunció con una serie de avances tecnológicos destinados a situarlo al nivel de sus competidores occidentales. Pero la realidad demostró que el MiG-35 no puede competir directamente con modelos como el F-16, Rafale o Eurofighter Typhoon, cuyas capacidades en combate han sido demostradas una y otra vez.
El MiG-35 incorpora sistemas ópticos de localización que aumentan el conocimiento situacional del piloto, una capacidad clave para llevar a cabo misiones sin depender de sistemas de guiado terrestre, así como un sistema de control de vuelo fly-by-wire —control electrónico en vez de hidráulico— que le aportaba agilidad y maniobrabilidad, pero la realidad es que reproducía o empeoraba las características de su antecesor: el MiG-29.
Este último sufre de limitaciones operativas que reducen considerablemente su eficacia. El MiG-29 tiene un radar que reduce su efectividad en combates de largo alcance. Su autonomía es insuficiente, lo que restringe sus operaciones a misiones defensivas de corto alcance y limita su capacidad para realizar escoltas o ataques a mayor profundidad sin repostar.
El MiG-35 está propulsado por dos motores turbofán RD-33MK, versiones mejoradas de los motores RD-33 del MiG-29. Los motores prometían un radical incremento de potencia, con nuevos materiales que mejorarían la eficiencia de refrigeración de las palas, que al final se quedó en un 7% al original. También se mejoró el diseño para reducir su tamaño y visibilidad infrarroja del aparato, aunque la diferencia no es sustancial. La idea original era desarrollar un motor de empuje vectorial, una tecnología de propulsión que permite dirigir el empuje de los motores de una aeronave en diferentes ángulos para mejorar significativamente la maniobrabilidad, lo que permite a los aviones realizar movimientos rápidos y cambios de dirección que serían imposibles con un empuje fijo. Algunos aviones como el Su-35 y el F-22 Raptor utilizan esta tecnología para aumentar su agilidad en combate aéreo pero ésta fue descartada por problemas de peso y coste.
No lo quiere nadie
Estos factores condenaron all MiG-35 como una opción competitiva frente a otros cazas de cuarta generación disponibles, lo que a su vez provcó la falta de interés por parte de compradores internacionales. Mikoyan trató de comercializar el MiG-35 en varios países, entre ellos Egipto e India. Egipto finalmente optó por adquirir el MiG-29M en lugar del MiG-35. India rechazó el MiG-35 debido a deficiencias en el radar y el rendimiento de los motores. Bangladesh y Argentina también lo desecharon. Al final, los competidores occidentales bien establecidos, como el F-16 o el Rafale, y la alternativas más económica china —el JF-17— ganaron la partida. También existen dudas de que Rusia pueda fabricar en masa estas máquinas con el embargo actual.
En su día, la fuerza aérea rusa quería reemplazar una gran parte de su flota de cazas ligeros con aproximadamente 170 MiG-35, pero al final sólo se han entregado seis unidades en 2019. Tampoco se han usado en el conflicto ucraniano. Todo apunta a que en esta aeronave no confía ni el país que se lo está intentando vender a todo al que se ponga a tiro. Es el penúltimo síntoma de la decadencia de la antaño supuestamente invencible maquinaria militar rusa que la guerra de Ucrania ha demostrado como practicamente inútil.
El MiG-35 fue anunciado a bombo y platillo por el gobierno de Vladimir Putin como el cazabombardero que era la bomba. Pretendía ser la estrella de la industria rusa de aviación militar y el caballo de trabajo principal de las fuerzas aéreas rusas, pero ha terminado por estrellarse y convertirse ser uno de los principales símbolos de la caída del antaño todopoderoso imperio del aire ruso. De hecho, sólo han sido capaces de fabricar un número estimado de 6 a 10 unidades para los propios rusos, que en principio querían más de 170. Y aunque han intentado vender el avión a otros países, nadie lo quiere.