La última humillación de la industria militar rusa: su arma del apocalipsis es un fiasco
Vladimir Putin presume de tener el misil nuclear más grande y potente del planeta plenamente operativo y en estado de alerta. Lo cierto es que no para de explotar en las pruebas
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El 21 de septiembre de 2024, Rusia volvió a demostrar que su industria militar está plagada de corrupción y chapuzas: un nuevo test del misil balístico intercontinental RS-28 Sarmat, conocido en Occidente como Satán II, falló de manera catastrófica, explotando y dejando un enorme cráter en la plataforma de lanzamiento. El fallo es una nueva humillación para Vladimir Putin, que comprueba cómo su promesa de tener ‘armas supremas’ con las que doblegar al resto del mundo se queda en papel mojado una vez más.
Las imágenes por satélite obtenidas por Maxar Technologies y analizadas por George Barros —experto de OSINT, la organización no gubernamental que vigila movimientos militares a nivel global— revelan un enorme cráter de aproximadamente 60 metros de diámetro en el cosmódromo de Plesetsk, al norte de Rusia. Según el análisis de Barros, la explosión ocurrió poco después del lanzamiento del Sarmat, dejando una destrucción evidente en el silo que aparecía intacto en imágenes obtenidas antes de la prueba.
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Cuatro fallos garrafales
El fallo marca la cuarta vez consecutiva que el arma ‘invencible’ de Putin no cumple con las expectativas. Según Pavel Podvig —analista con sede en Ginebra y responsable del proyecto Russian Nuclear Forces— afirma que todos los indicios apuntan a un fallo catastrófico. Timothy Wright —experto del International Institute for Strategic Studies (IISS)— afirma que "una posible causa es que la primera etapa [propulsor] falló al encenderse correctamente o sufrió un fallo mecánico catastrófico, haciendo que el misil cayera cerca del silo y explotara".
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Este incidente no es un hecho aislado. Desde que se presentó por primera vez el RS-28 Sarmat en 2018 como parte de las seis nuevas armas estratégicas de Rusia, su desarrollo ha estado plagado de contratiempos y retrasos. A pesar de ser presentado como el misil más grande y potente del mundo, capaz de recorrer 18.000 kilómetros y transportar hasta 16 ojivas nucleares o los cacareados vehículos de planeo hipersónicos Avangard —otra de las ‘wunderwaffe’ de Putin, usando el término acuñado para las armas fabulosas con las que Hitler creía que iba a ganar la Segunda Guerra Mundial— el Sarmat ha fallado en varias pruebas críticas. Su desarrollo debería haber concluido en 2021, pero las continuas demoras y las pruebas fallidas han minado la credibilidad del programa. En palabras de Wright, "este es el cuarto fallo consecutivo de prueba del Sarmat que, como mínimo, retrasará aún más su ya pospuesta introducción en servicio".
Símbolo de cartón piedra
El Sarmat no es solo un misil. Es el máximo emblema de las ambiciones de Putin, que necesita modernizar el arsenal nuclear ruso y mantener a Rusia como una potencia militar de primer orden. Cuando lo presentó en 2018, Putin lo describió como una respuesta directa al sistema estadounidense de defensa antimisiles. "La fase activa de pruebas ha comenzado", declaró en su discurso ante la Asamblea Federal de Rusia. Pero las pruebas pintan un panorama muy diferente. En septiembre de 2023, Rusia afirmó haber puesto el Sarmat en servicio de combate, pero este último fallo en Plesetsk cuestiona seriamente esa afirmación.
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Los problemas del Sarmat no son recientes. Ya en 2014, se esperaba que el misil estuviera listo para ser desplegado en 2020. En 2015, el calendario de producción se retrasó, y en 2017, las pruebas fueron pospuestas nuevamente para revisar componentes clave. Aunque se realizaron algunas pruebas exitosas —como el test del motor PDU-99 en 2016— el Sarmat no ha demostrado ser la solución nuclear definitiva que Putin prometió. En febrero de 2023, se realizó otra prueba, que según fuentes estadounidenses también fue un fracaso, aunque Rusia nunca confirmó ni desmintió esta información.
Imponente sobre el papel
Cuando esté realmente operativo —si llega ese momento— el RS-28 Sarmat será un arma terrorífica, con un imponente peso de 208 toneladas y una longitud de más de 35 metros. Esta bestia tecnológica tiene dos opciones de carga útil: puede portar ojivas nucleares de 750 kilotones o vehículos de planeo hipersónico, también nucleares. Teóricamente, esto lo convierte en un arma capaz de evadir cualquier defensa existente.
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Los repetidos retrasos en el programa han obligado a Rusia a mantener en servicio los viejos misiles SS-18, diseñados en la época soviética y que ya deberían haber sido retirados. Wright afirma que "los SS-18 tendrán que permanecer en servicio por más tiempo de lo esperado, lo que agrega presión a su operatividad".
A pesar de estos fracasos, los expertos creen que Rusia seguirá adelante con el programa Sarmat. El exfuncionario de control de armas ruso Nikolai Sokov asegura que el ejército ruso está decidido a mantener la carrera nuclear y que el programa Sarmat es demasiado importante para ser abandonado.
Mientras, los estadounidenses también están teniendo retrasos con su propio programa de reemplazo, los misiles Centinela que reemplazarán a los viejos Minuteman III. Mientras, los expertos militares occidentales apuntan a que China avanza a buen ritmo en la expansión de su arsenal nuclear con nuevos misiles y silos, aumentando la producción de plutonio. Con la invasión de Ucrania elevando las tensiones entre Rusia y la OTAN a niveles no vistos desde la Guerra Fría, el juego nuclear está empezando a ponerse cada vez más peligroso.
El 21 de septiembre de 2024, Rusia volvió a demostrar que su industria militar está plagada de corrupción y chapuzas: un nuevo test del misil balístico intercontinental RS-28 Sarmat, conocido en Occidente como Satán II, falló de manera catastrófica, explotando y dejando un enorme cráter en la plataforma de lanzamiento. El fallo es una nueva humillación para Vladimir Putin, que comprueba cómo su promesa de tener ‘armas supremas’ con las que doblegar al resto del mundo se queda en papel mojado una vez más.