El gran dilema de encontrar los restos de una posible nave alienígena

En mi última clase antes de las vacaciones de verano, pregunté a todos los alumnos del aula: "Si encontráis un artilugio extraterrestre, ¿pulsaríais sus botones?".

Esta pregunta es relevante ahora que me preparo para dirigir el equipo del Proyecto Galileo en una expedición para recuperar los restos del primer meteorito interestelar, IM1, en el océano Pacífico. La resistencia del material de este meteoro es superior a la de todos los demás 272 meteoros del catálogo CNEOS de la NASA, por lo que existe la posibilidad de que recuperemos un trozo grande de él, como decimos en un artículo científico reciente que escribí con mis alumnos.

La realidad podría ser que los seres más inteligentes que han existido en el cosmos desde el Big Bang, hace 13.800 millones de años, están dotados de inteligencia artificial

La clase se dividió. La mitad de los alumnos dijeron que preferían no pulsar ningún botón por miedo a que tuviera consecuencias desastrosas para ellos o para la humanidad en general. La otra mitad de la clase se mostró juguetona y prefirió explorar el artilugio. Algunos sugirieron estudiarlo primero antes de tocar sus botones, pero otros estaban ansiosos por pulsarlos y comprobar qué ocurría a continuación. Uno de los alumnos me preguntó qué haría yo. Le contesté que primero examinaría cuidadosamente el artilugio interestelar por medios pasivos en un laboratorio, igual que si se tratase de un animal inteligente traumatizado que se encuentra en la naturaleza. Preferiría entenderlo antes de manipularlo y provocarlo para que hiciera algo.

La diversidad de respuestas pone de manifiesto el dilema de cómo afrontar lo inesperado. Dado que nuestra centenaria era tecnológica es muy joven en comparación con los miles de millones de años transcurridos desde los tiempos de formación de civilizaciones tecnológicas en otras estrellas, cualquier encuentro con un artilugio extraterrestre en funcionamiento puede ser una enorme experiencia de aprendizaje para nosotros. La razón es sencilla: en tal caso, los extraterrestres llegaron a nosotros antes que nosotros a ellos. La "supervivencia del más apto" les seleccionó como posiblemente el mejor alumno de la clase de civilizaciones inteligentes. Deberíamos mantener la "mente de principiante" del budismo zen y no caer en la mente trampa de la Reina Malvada de la película de Disney "Blancanieves y los siete enanitos".

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Jesús Díaz

La Reina Malvada miraba regularmente al Espejo Mágico y le preguntaba: "Espejo mágico, ¿quién es la más bella de todas?", y el espejo le respondía que ella. Nosotros solemos mirar al espejo y preguntar: "Espejo mágico, ¿quién es la especie más inteligente de todas?". Nuestro espejo repite las palabras de Enrico Fermi y Carl Sagan: "Las afirmaciones extraordinarias sobre la existencia de una inteligencia extraterrestre requieren pruebas extraordinarias... ¿dónde está todo el mundo?"

Combina esos sentimientos del espejo con las recientes palabras de Elon Musk: "Estoy muy familiarizado con las cosas del espacio. No he visto pruebas de extraterrestres" y tendrás una profecía autocumplida en el que sólo vemos el reflejo de nuestra propia imagen en el espejo porque no nos atrevemos a mirar más allá de su marco en busca de artilugios extraterrestres. Esta es una perspectiva particularmente sorprendente, si imaginamos que muchos emprendedores como Musk en exoplanetas podrían haber lanzado sus propias versiones del Tesla Roadster de Musk — que SpaceX lanzó al espacio como carga útil en 2018 — durante miles de millones de años.

Una reciente encuesta reveló que dos tercios de los estadounidenses creen en la existencia de vida inteligente más allá de la Tierra. Pero creer no es el verbo apropiado en este contexto. Para averiguar la realidad, debemos buscar pruebas científicas. En un podcast reciente me preguntaron cómo se puede convencer a la corriente dominante de la comunidad científica de la existencia de inteligencia extraterrestre. Mi respuesta fue sencilla: "Una vez que encontremos pruebas irrefutables de esta revelación, mis colegas argumentarán que ellos pensaron en ello primero, y que esta posibilidad evidente se discutió durante muchas décadas, así que en realidad no hay nada nuevo".

Ante un edificio cerrado, podemos golpear la puerta con el cuerpo con la esperanza de que se abra. Pero un niño que encuentre las llaves de la puerta la abrirá tranquilamente con poco esfuerzo y nos hará pasar. Este niño es el científico que descubrirá las pruebas, más allá de toda duda razonable, de que los extraterrestres existen. Le dije a mi clase: "Tenéis el don de la juventud no contaminada por los prejuicios y el bagaje de la historia. Podéis ser el chico que encuentre las claves. Yo intentaré ser ese chico en la próxima expedición. La mente de un principiante no la dicta la edad biológica".

Encontrar un artilugio extraterrestre en funcionamiento en el Océano Pacífico nos ofrecería las claves de nuestro propio desarrollo futuro como especie interestelar. Negarse a buscar las llaves es el mayor error que puede cometer la humanidad. Abundo en este tema en mi próximo libro Interstellar.

Si un artilugio extraterrestre incluye la inteligencia de un GPT-100, tardaremos en entenderlo, dado que actualmente observamos con asombro al GPT-4 y el cerebro humano. Tendemos a imaginar nuestra competición con criaturas biológicas extraterrestres en otro planeta habitable. Y la mejor manera de ganar esa competición es mirarnos en nuestro Espejo Mágico e insistir en que no tenemos competidores.

Pero la realidad podría ser que los seres más inteligentes que han existido en el cosmos desde el Big Bang, hace 13.800 millones de años, están dotados de inteligencia artificial (IA). Mientras nosotros mantenemos nuestro orgullo a salvo jugando al béisbol siempre dentro del campo, estos astronautas de la IA pueden golpear la pelota fuera de su propio campo en cada lanzamiento. La conmoción de los humanos al presenciar la aparición de un artilugio extraterrestre de esta clase podría desencadenar sentimientos parecidos a los que tuvo la Reina Malvada al darse cuenta de la belleza de Blancanieves.

Las fronteras del conocimiento se encuentran a menudo en la encrucijada entre el arte y la ciencia. Para procesar adecuadamente nuestra respuesta, quizá lo mejor sería exponer cualquier artilugio alien en un museo y hacer una pausa antes de preocuparnos de él. Ya le he prometido a Paula Antonelli, conservadora jefe del Museo de Arte Moderno, que traeré cualquier hallazgo importante del Océano Pacífico para exponerlo en Nueva York.

Concluí mi clase preguntando a mis alumnos si creen que ha habido una especie más inteligente en nuestro pasado cósmico. Todos levantaron la mano. Ahora tengo más fe en el futuro de la humanidad. Espero que una nueva generación de científicos nos aporte la visión de lo que hay más allá del marco de nuestro espejo.

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