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Viajes baratos al espacio en un 'ovni' esférico japonés
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25 kilómetros de altura

Viajes baratos al espacio en un 'ovni' esférico japonés

Una nueva nave espacial japonesa promete viajes a los límites de la atmósfera a precios relativamente asequibles para este mismo año

Foto: La nave espacial de Iwaya Giken parece de Star Wars pero utiliza un globo meteorológico para llegar a los 25 kilómetros de altura. (Iwaya Giken)
La nave espacial de Iwaya Giken parece de Star Wars pero utiliza un globo meteorológico para llegar a los 25 kilómetros de altura. (Iwaya Giken)

Keisuke Iwaya quiere que todo el mundo pueda ir al espacio, no sólo multimillonarios con dólares para quemar en los motores de los cohetes en forma de pene de Jeff Bezos. Afirma que su nave esférica — cuyo diseño parece salido de un episodio de The Mandalorian — es la llave para conseguirlo. Es, dice, “segura, económica y amable con la gente”, justo lo contrario que los métodos actuales.

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Su bola de metal y cristal uede lanzar dos personas a 25 kilómetros de altura, más que suficiente para ver la negrura del espacio y la curvatura de la Tierra con claridad. Una vez a esa altura, puede mantenerse a flote durante una hora antes de comenzar a caer a tierra lentamente, durante una hora más. El viaje total, añadiendo las dos horas de ascenso, lleva cuatro horas. Por ahora, dice su compañía Iwaya Giken, los vuelos partirán desde la isla de Hokkaido, en Japón, famosa por su marisco y ser la base de Koji Kabuto y Mazinger Z.

Podéis ver el resto de episodios de Control Z aquí.

Cómo funciona

Como apunta la AP, Iwaya lleva desde 2012 trabajando en esta cápsula estratosférica. Fabricada con aluminio y acero, la cabina tiene un diámetro de 1,5 metros. Su frontal y trasera cuenta con grandes paneles curvados de cristal blindado para ofrecer vistas de 360 grados de la Tierra en todo momento, divididos como la cabina de un caza imperial TIE Fighter de Star Wars.

placeholder La bola espacial de Iwaya.
La bola espacial de Iwaya.

Dentro, dos asientos de piel que recuerdan a los de un coche de carreras, asegurarán al piloto y su pasajero con arneses de seguridad. Lógicamente, la bola espacial está presurizada para poder respirar a gran altitud y cuenta con un sistema de climatización para que sus ocupantes puedan sobrevivir las temperaturas extremas de frío y calor por las que la nave pasa al ir subiendo hasta los 25 kilómetros, cerca del ecuador de la estratosfera, donde se sitúa la capa de ozono que nos protege contra la radiación del sol.

La nave se eleva usando exactamente la misma tecnología de los globos meteorológicos como el globo espía chino que EEUU derribó sobre su territorio hace unas semanas. Es sencillo: para subir sólo necesita un gran volumen de helio — que la compañía no ha especificado — atrapado dentro de una gran globo de material ultraligero. A medida que el globo sube, el gas se expande hasta que llega un punto en que el gas comienza a perderse lentamente y el globo comienza a caer.

placeholder La nave Blue Origin (Reuters)
La nave Blue Origin (Reuters)

Mientras que cada billete de Blue Origin cuesta 1,25 millones de dólares y los de Virgin Galactic casi medio millón, los de la bola de Iwaya Giken comenzarán con un precio de 180.000 dólares en sus primeros vuelos, que se celebrarán este mismo año. Todavía es una cantidad imposible para la inmensa mayoría de personas pero, según promete su fundador, estos precios irán bajando hasta que sean asequibles para mucha más gente, quizás al nivel de un billete de primera clase transoceánico.

Noble propósito

Iwaya recalca que quiere “democratizar” el espacio, un objetivo noble que espero que tenga éxito para que otras compañías le sigan. Aunque hay muchos, yo incluído, que consideran el turismo espacial una pérdida de tiempo y recursos en su forma actual, la idea de que los humanos puedan experimentar la curvatura de la Tierra y contemplar nuestra existencia no sólo es deseable sino necesaria.

placeholder La famosa fotografía 'Earthrise' (NASA)
La famosa fotografía 'Earthrise' (NASA)

A nivel global, la icónica visión de nuestro planeta amaneciendo sobre el horizonte lunar tomada por el Apolo 8, motivó un profundo cambio en nuestra percepción del mundo y la humanidad. Después de verla, alguien como Nixon, que no era precisamente un hippie, impulsó la creación de la primera agencia medioambiental del mundo, la EPA, y aprobó el Acta de Aguas Limpias federal, que ordenaba medidas para evitar que la polución arruinara ríos, lagos y costas de los Estados Unidos. Esa visión también impulsó la creación de organizaciones como Médicos Sin Fronteras e instaló una idea clave en el cerebro común de la humanidad: debemos cuidar de nuestro único hogar, solos ante la negrura del espacio.

Pero la visión de la Tierra desde las alturas también tiene el poder de cambiar las mentes humanas a nivel individual. Sabemos que algo ocurre en el cerebro de los que tienen esa increíble oportunidad, un fenómeno ampliamente documentado que fascina a los psicólogos. Algo que afecta profundamente a todos aquellos que pasan por la experiencia. Según los testimonios de todos los astronautas, la visión de la Tierra les sobrecoge, les hace sentirse humildades y, sobre todo, más humanos. Como si la comprobación práctica de la idea de que todos navegamos juntos en esta pequeña y solitaria bola de barro, roca, y agua nos hiciera comprender lo absurdo de nuestras miserias, lo vano de nuestros egoísmos y la inutilidad de nuestros conflictos. Y así, parece, les hace aspirar a ser mejores y apreciar al prójimo.

Quizás si todos pudiéramos pasar por ese trance y subirnos a la esfera espacial de Iwaya, nuestra civilización podría convertirse en un lugar mejor y juntos superaríamos los grandes filtros de extinción que nos acechan cada día.

Keisuke Iwaya quiere que todo el mundo pueda ir al espacio, no sólo multimillonarios con dólares para quemar en los motores de los cohetes en forma de pene de Jeff Bezos. Afirma que su nave esférica — cuyo diseño parece salido de un episodio de The Mandalorian — es la llave para conseguirlo. Es, dice, “segura, económica y amable con la gente”, justo lo contrario que los métodos actuales.

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