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La prueba de que la industria militar rusa se desmorona
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Las armas futuristas son una quimera

La prueba de que la industria militar rusa se desmorona

Las últimas compras de Rusia a Irán y Corea del Norte indican que la industria militar rusa no está en condiciones de fabricar las armas del futuro que promete Putin

Foto: Prototipo no funcional a escala 1:1 del Su-75 Checkmate en su presentación en Moscú
Prototipo no funcional a escala 1:1 del Su-75 Checkmate en su presentación en Moscú

Rusia tiene un gran problema con su guerra en Ucrania. No es el contraataque relámpago de las fuerzas de Kiev en la región de Járkov. Tampoco es que esté perdiendo fuerzas a un ritmo insostenible, según analistas independientes. El gran problema ruso es que ha demostrado que ya no son una potencia en tecnología militar y eso significa que las armas del futuro que Vladimir Putin ha vendido durante todos estos años tienen poca substancia real.

El último indicador de que la industria militar rusa está K.O. es la noticia de que el país ha comprado armas a Corea del Norte para poder seguir luchando contra Ucrania. Es la segunda parte de una debacle ya se anunciada cuando admitió la adquisición de drones militares a Irán. ¿Cómo puede un país decir que es una potencia tecnológica militar capaz de fabricar cazas de combate del futuro cuando no puede ni fabricar unos drones del montón? La respuesta es clara.

Foto: Éste es la nave que los rusos han encontrado dentro de su base y que al parecer estaba cargada de explosivos. (Ministerio de Defensa ruso)

La realidad es que Rusia no sólo está viendo como sus planes de invasión se desmoronan sino que además está demostrando al mundo que sus máquinas de guerra son una chapuza y su cacareada tecnología militar del futuro es imposible de realizar. Por lo menos en estos momentos y en cualquier medida que tenga sentido para un conflicto real. Más allá del prototipo y una docena de unidades de demostración, Rusia no tiene la capacidad tecnológica e industrial para fabricar ninguna arma avanzada.

Historia de un desastre

Como dice el New York Times, la compra de armas a Irán y Corea del Norte es "una señal de que las sanciones globales han restringido severamente sus cadenas de suministro y han obligado a Moscú a recurrir a los estados parias en busca de suministros militares". También lo cuenta el experto en oriente medio Paul Iddon en Forbes, que dice parece que Rusia está hoy como Irán estuvo en los años 80: son un estado tan paria obligado a depender de otros estados parias con tecnología obsoleta.

Artillería obsoleta de Corea del Norte. (EFE)

La publicación militar Defense News afirma que “las municiones que Corea del Norte tiene la intención de vender a Moscú son probablemente copias de las armas de la era soviética que pueden caber en lanzadores rusos. Pero todavía hay preguntas sobre la calidad de los suministros y cuánto podrían ayudar realmente al ejército ruso”. Según Joseph Dempsey, investigador del ‘think tank’ Instituto Internacional de Estudios Estratégicos, “[Corea del Norte] puede representar la mayor fuente de munición de artillería heredada compatible fuera de Rusia, incluidas las instalaciones de producción nacional".

Bruce Bennett — analista del think tank Rand — asegura que estas armas son muy malas. Pone un ejemplo sorprendente: sólo 80 de los 300 a 400 proyectiles norcoreanos disparados hacia la isla de Yeonpyeong de Corea del Sur en 2010 dieron en el blanco. El resto cayó al mar. Bennett es categórico, afirmando que "ése es un rendimiento miserable de su artillería. Los rusos pueden experimentar lo mismo, lo que no les hará muy felices”.

placeholder MiG-31K llevando un misil Kinzhal. Foto: Mil.Ru.
MiG-31K llevando un misil Kinzhal. Foto: Mil.Ru.

Pero acierten o no estas armas contra Ucrania, la compra de material a un estado casi tercermundista ofrece al mundo da una imagen tan nefasta que Rusia se ha tenido que apresurar a negar la noticia vehementemente. Fuentes del Pentágono, sin embargo, insisten en que la compra se ha realizado y dicen que es una “muestra la desesperación” de los rusos. Los hechos, con incontables y vergonzosos fallos de sus armas en el campo de batalla, parecen indicar que Rusia estaba viviendo de las rentas de su época soviética. Algo que, por lo que conocemos, no va a cambiar en muchos años.

La situación no va cambiar

A los embargos de material electrónico que limitan la construcción de armas — que llegan hasta tal punto que han obligando a la industria rusa a buscar chips en electrodomésticos occidentales — hay que añadir otro obstáculo aún más importante que tendrá consecuencias muy graves durante décadas: la fuga de cerebros.

placeholder Putin durante el evento de presentación de sus seis armas superavanzadas en el centro Manezh Central Exhibition Hall, cerca de el Kremlin, el 1 de marzo de 2021
Putin durante el evento de presentación de sus seis armas superavanzadas en el centro Manezh Central Exhibition Hall, cerca de el Kremlin, el 1 de marzo de 2021

Como ya dijimos en su día, la sangría de talento ruso es tan grande que, el pasado marzo, el gobierno de Putin prohibió la salida del país de ingenieros y científicos, dando órdenes a sus guardias de frontera para detener a cualquier experto en tecnología informática. La fuga de cerebros dura ya varios años, pero la invasión de Ucrania y el progresivo incremento de la represión política la han acelerado aún más en los últimos meses.

La hemorragia de cerebros ha ido de mal en peor a medida que Putin apretaba las tuercas a las élites científicas y técnicas rusas. Éstas no ven con buenos ojos ni la invasión de Ucrania ni el incremento del ya grave autoritarismo. Sin ingenieros ni científicos, la industria militar y civil rusa sufrirá quizás para no volver a levantarse jamás.

Además hay que añadir el problema de la corrupción rampante endémica en el tejido militar e industrial soviético, que es brutal. Es una plaga que afecta a todos los estamentos militares de diferente manera. Por abajo, los soldados, que tienen que luchar con equipos anticuados y defectuosos. Por arriba, los generales y conseguidores profesionales de la industria militar, que se llenan sus bolsillos desviando dinero de los presupuestos para pagar sus yates en Chipre y sus apartamentos en Marbella.

Con todos estos problemas, parece totalmente imposible que Putin pueda materializar las amenazas de sus armas del futuro. Desgraciadamente, lo que sí puede todavía es lanzar su arsenal nuclear convencional. Aunque fallasen el 95%, el resto de cabezas nucleares serían suficiente para meternos a todos en una guerra nuclear de la que nadie saldría vivo.

Rusia tiene un gran problema con su guerra en Ucrania. No es el contraataque relámpago de las fuerzas de Kiev en la región de Járkov. Tampoco es que esté perdiendo fuerzas a un ritmo insostenible, según analistas independientes. El gran problema ruso es que ha demostrado que ya no son una potencia en tecnología militar y eso significa que las armas del futuro que Vladimir Putin ha vendido durante todos estos años tienen poca substancia real.

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