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El nuevo motor espacial chino que humilla a la NASA y los EEUU
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Tecnología más avanzada, potencia doble

El nuevo motor espacial chino que humilla a la NASA y los EEUU

China ha dado un nuevo gran paso en la nueva carrera espacial a la Luna con el éxito de un innovador motor espacial que doble la potencia del RL-10B2 del programa Artemis usando nuevas tecnologías

Foto: El Larga Marcha 9 tendrá cinco veces la capacidad de carga del Larga Marcha 5B que aparece en la imagen. (CNSA)
El Larga Marcha 9 tendrá cinco veces la capacidad de carga del Larga Marcha 5B que aparece en la imagen. (CNSA)

Mientras el lanzamiento de Artemis — la misión que devolverá a los EEUU a la Luna — ha sido suspendida hasta finales de año por problemas derivados de su anticuado diseño, China acaba de probar con éxito un nuevo propulsor para su Larga Marcha 9, la nave pesada con la que planea ir a la Luna para establecer una base permanente. Es un motor desarrollado con tecnología punta que deja en evidencia los problemas de la NASA, que sigue enredada en tecnología del pasado por orden de los políticos norteamericanos en vez de apostar por nuevas soluciones.

Foto: China arranca la construcción de una central nuclear de fusión y fisión.

Como recoge el diario hongkonés South China Morning Post, el constructor del propulsor anunció ayer el “éxito completo” de la prueba, publicando un vídeo en redes sociales. El motor, dice el fabricante China Aerospace Science and Technology Corporation, será clave para el nuevo cohete pesado que llevará a astronautas y maquinaria a nuestro satélite y más allá.

Qué es lo que han probado

Este nuevo motor chino es el equivalente del RL-10B2, el motor de la segunda estapa del Space Launch System, el cohete de la misión Artemis I. El RL-10B2 es una variante del motor de RL-10, que también se utilizó en la segunda etapa del cohete Saturno I. Fabricado en la actualidad por Aerojet Rocketdyne, el motor fue originalmente desarrollado en los años 50. Es una máquina que ha sido uno de los caballos de batalla de la flota espacial americana en cohetes como el Atlas, Centaur o la serie Delta.

Como el RL-10B2, el nuevo cohete chino está diseñado para usarse en la segunda etapa del ascenso, donde no hay aire para quemar el combustible. El motor chino también utiliza hidrógeno y oxígeno. Sin embargo, el diseño del motor chino es diferente, más grande y mucho más moderno. El resultado es que su potencia es mucho mayor: 25 toneladas fuerza contra las 11 toneladas fuerza del diseño americano.

placeholder Fotograma del vídeo del test publicado por el fabricante.
Fotograma del vídeo del test publicado por el fabricante.

Si es cierto lo que los chinos dicen, conseguir más del doble de potencia en un motor de segunda etapa es un logro sobresaliente. Según un estudio publicado en el diario científico Journal of Rocket Propulsion, el equipo de desarrollo chino liderado por el ingeniero Chu Baoxin tuvo que enfrentarse a varios retos para lograr el aumento de potencia. A máxima potencia, apuntan en su estudio, la presión del hidrógeno es extremadamente difícil de controlar en un motor del tamaño del RL-10B2, que tiene un peso total de 277 kilogramos.

Al doblar el tamaño del motor, los problemas del equipo chino aumentaron en proporción. Chu afirma que, para poder conseguir un motor con este empuje, tuvieron que crear “un nuevo intercambiador de calor que consta de muchos componentes en forma de costilla para absorber el calor de la superficie de la cámara de combustión y pasarlo a hidrógeno líquido con una eficiencia sin precedentes”. Para ello, dicen, han inventado nuevas aleaciones de titanio y han usado tecnología de impresión 3D. Como apunta el SCMP, este proceso “produce una superficie extremadamente lisa que puede acelerar el intercambio de calor mucho más rápido que los componentes tradicionales”. El esfuerzo ha merecido la pena porque el resultado, aseguran, ha sido todo un éxito.

Una larga marcha por delante

El supuesto éxito del motor chino debería preocupar a la NASA y el gobierno norteamericano. China quiere llegar a la luna y establecer una base permanente la década que viene. El conflicto está empezando a agudizarse no sólo por la rivalidad en la Tierra — que ha llevado a la NASA a acusar a la CSNA de espionaje industrial — sino también por la competencia en la propia Luna: los dos países están ahora mismo evaluando los mismos sitios para alunizar y establecer una base en el polo sur de nuestro satélite. Aún más preocupante es el hecho de que las dos agencias espaciales no tienen apenas relación.

El logro chino contrasta con el estancamiento de la NASA. A pesar de ser un cohete formidable, el SLS es una tecnología anticuada, una mezcla de componentes ligeramente actualizados del Saturno V y el transbordador espacial. Su razón de ser no es lógica, sino producto de la política norteamericana. Es una derivación del proyecto Constellation, que el Congreso norteamericano puso en marcha para mantener los miles de puestos de trabajo que la NASA proporciona en varios estados del país.

placeholder Comparativa de tamaños de los cohetes. El Larga Marcha 9 será tan grande como el Saturno V y podrá llegar más carga a la Luna.
Comparativa de tamaños de los cohetes. El Larga Marcha 9 será tan grande como el Saturno V y podrá llegar más carga a la Luna.

Problemas para la NASA, ventaja china

De hecho, Artemis surge de Constellation cuando el Presidente Obama canceló el último por anticuado, ordenando a la NASA centrarse en proyectos científicos como el James Webb — que sólo dan beneficios científicos y tecnológicos — y dejar los cohetes tripulados a la Luna y Marte a compañías privadas como SpaceX y Blue Origin. Gracias a la presión de varios congresistas que querían mantener el escaño, el Congreso vetó la orden de Obama y comisionó a la NASA la misión Artemis para proteger los puestos de trabajo (de hecho, la ley contenía estipulaciones que decían que todos los contratistas del proyecto Constellation debían mantenerse). El resultado es una máquina anticuada que, aunque cumplirá su misión, tiene problemas y no obedece a criterios de eficiencia como los de SpaceX.

Mientras tanto, el gobierno chino hace lo que quiere basándose en objetivos finales, estableciendo estrategias a largo plazo que, generalmente, están controladas por tecnócratas que lo fían todo a sus científicos e ingenieros, invirtiendo cantidades enormes de dinero en planes a largo plazo. Es quizás la única ventaja que tiene la dictadura asiática comparada con las democracias occidentales, que se ven frecuentemente lastradas por la inacción política o compromisos que no siguen criterios objetivos. El desastre de Constellation y Artemis son buenos ejemplos.

Y así hemos llegado a este punto en el que China amenaza seriamente la supremacía actual americana, según el Pentágono, que urge a actuar con prontitud para evitarlo. Objetivamente, el país asiático sigue todavía por detrás de los Estados Unidos en la nueva carrera espacial. Todavía les queda construir el Larga Marcha 9 completo, que es muy más que estos motores para la segunda fase (aunque los motores sean impresionantes). Una cosa es probar un motor de cohete en tierra y otra es integrarlo en una nave y ponerlo en una rampa de lanzamiento. La complejidad de una nave completa es mucho mayor.

Pero eso no quiere decir que la NASA pueda dormirse en los laureles. Al contrario: lo que esta noticia confirma es la evolución progresiva y firme de China para conseguir sus objetivos de colonización lunar y del sistema solar. Para los chinos, la conquista de la Luna no es sólo una cuestión de orgullo nacional — que también — sino la gran oportunidad económica del siglo XXI y siguientes.

Mientras el lanzamiento de Artemis — la misión que devolverá a los EEUU a la Luna — ha sido suspendida hasta finales de año por problemas derivados de su anticuado diseño, China acaba de probar con éxito un nuevo propulsor para su Larga Marcha 9, la nave pesada con la que planea ir a la Luna para establecer una base permanente. Es un motor desarrollado con tecnología punta que deja en evidencia los problemas de la NASA, que sigue enredada en tecnología del pasado por orden de los políticos norteamericanos en vez de apostar por nuevas soluciones.

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