Los pulpos invaden UK: el inesperado fenómeno que está pasando factura a Europa
La llegada masiva de pulpos a la costa suroeste británica revoluciona la economía local y plantea retos ecológicos, impulsados por el calentamiento marino
El pulpo Salvador, residente en aguas de Ibiza. (EFE)
El amanecer en Brixham, donde está el mayor mercado de pescado de Inglaterra, ya no huele solo a sal y gasoil. Este pueblo al suroeste de Inglaterra ahora también huele a tinta. Donde antes los pescadores descargaban lenguados y rodaballos, hoy las cubiertas se tiñen de negro con los tentáculos enredados de un visitante inesperado: el pulpo. La criatura de ocho brazos ya ilumina fachadas con luces de neón y adorna menús en restaurantes que hasta hace un año no sabían ni cómo cocinarla.
Los pescadores de Devon hablan de "dólares con tentáculos", pero los de Cornualles suspiran al ver sus nasas vacías. El mismo cefalópodo que multiplica las ganancias para unos, para otros está devorando sin piedad las poblaciones de cangrejo y langosta en la costa. Lo que empezó como anécdota se ha transformado en un fenómeno económico y científico que está poniendo patas arriba a la pesca británica, convertida ahora en el mejor reflejo de un océano que se recalienta. Este verano, se llegaron a subastar 43,5 toneladas de pulpo en un solo día, una cifra que hace apenas un año habría sido impensable en este rincón del Canal de la Mancha.
Mientras la flota británica celebra ventas hacia el sur, muchas plantas de procesado y puestos de trabajo en Marruecos y Mauritania —donde históricamente se faenaba pulpo para el mercado europeo— han sentido la presión de la menor disponibilidad en sus caladeros. Además, los compradores españoles se benefician de recibir productos más cerca, pero también deben preguntarse por la sostenibilidad de una pesca tan dependiente de condiciones climáticas erráticas. En suma, el auge inglés no es un fenómeno aislado, sino un movimiento en la marea que reordena cadenas comerciales e industriales.
Steve Simpson, catedrático de biología marina de la Universidad de Bristol, asegura que "el cambio climático es un impulsor probable" del aumento de la población de cefalópodos. "Estamos justo en el límite norte del área en el que suelen habitar especies de pulpos, pero nuestras aguas son cada vez más cálidas, por lo que nuestra pequeña isla británica es cada vez más favorable para las poblaciones de pulpos", dijo.
Pescadores en Brixham, Reino Unido. (EFE)
Con todo, no hay una sola causa: científicos y gestores hablan de una "tormenta perfecta" que combina una ola de calor marino histórica —con aguas del suroeste inglés entre 2 °C y 4 °C por encima de lo normal esta primavera—, cambios en las corrientes oceánicas y presiones humanas como la sobrepesca de depredadores naturales. Todo ello habría creado unas condiciones idóneas para que el pulpo, especie típica de aguas más cálidas, encuentre alimento en abundancia y mayor supervivencia de sus crías. El resultado es una explosión demográfica que ha sorprendido tanto a los biólogos como a los pescadores.
Desde el punto de vista económico, la situación es un contrasentido con sabor a exportación. Al pulpo no le aplican cuotas en el Reino Unido y en puertos como Brixham se está pagando hasta unas 8 libras por kilo en subasta —precio que hace que, en días buenos, algunos marineros tengan una ganancia extra de más de 10.000 libras semanales—. Gran parte de ese producto sale rumbo a España y Portugal, donde la cocina del cefalópodo es un mercado maduro. En esta cadena hay ganadores evidentes: barcos que han vendido toneladas enteras; carniceros del mar que han visto aumentar sus ingresos; y, no menos importante, la industria de transporte y procesado que encuentra un repentino flujo de materia prima.
Gran parte del producto capturado sale hacia España y Portugal, provocando un cambio en las cadenas comerciales
Pero la bonanza tiene su cara B —siempre la tiene—. Los pulpos —con nueve cerebros y tres corazones— son depredadores inteligentes y eficientes, entran a las nasas por las trampillas diseñadas para dejar escapar crías de crustáceos y, una vez dentro, rompen caparazones con su pico y succionan la carne. El resultado es, según los pescadores especializados en cangrejo y langosta, una reducción notable de las capturas tradicionales en zonas donde los cefalópodos se han asentado. "Es como si hubieran abierto un McDonald’s en nuestras nasas", resumía un pescador en la prensa local.
¿Qué hacemos con la pesca?
Ese choque de intereses plantea preguntas de gestión pesquera: ¿qué hacer cuando una especie que no tiene cuota y que responde al calentamiento llega y trastoca a otras actividades? Las autoridades locales ya han tomado nota. La Devon & Severn IFCA (la autoridad consultada sobre conservación y pesca) aplica medidas como las trampillas de escape en las nasas para proteger juveniles, pero los pescadores sostienen que esos mismos orificios facilitan el acceso de los pulpos a la comida. Mientras tanto, se ha puesto en marcha una alianza de investigación —también con participación gubernamental— para estudiar el fenómeno y entender si esto será un paréntesis temporal o el inicio de una nueva normalidad marina.
En el mercado, Barry Young, director ejecutivo de Brixham Trawler Agents, que gestiona la subasta, explica que entre enero y agosto se vendieron 10.880 toneladas de pulpo. Young cree que la última vez que los pulpos llegaron en grandes cantidades a las aguas cercanas fue a principios de la década de 1950, sólo para volver a desaparecer al cabo de uno o dos años, por lo que es imposible predecir lo que ocurrirá el próximo año. De momento, a medida que el verano se ha tornado en otoño, las capturas han ido disminuyendo.
Pulpos en una pescadería de un mercado. (EFE)
El debate público en Reino Unido ha saltado ya a la cuestión de la gobernanza marina: proteger áreas sensibles, estudiar la conveniencia de cuotas o límites cuando nuevas especies emergen, y acelerar la ratificación de acuerdos internacionales que contemplen la conservación del 30 % del océano para 2030. El Tratado de Alta Mar —ese instrumento global del que tanto se habla— aparece en el horizonte como herramienta de gestión. Su entrada en vigor y aplicación podrían dar margen para políticas más coherentes frente a estos cambios.
Los científicos afirman que proteger partes clave del océano como reservas naturales marinas serviría como protección contra las presiones de la actividad humana en otras zonas. Hasta la fecha, 50 países, además de la UE, han ratificado el Tratado de Alta Mar de las Naciones Unidas, que compromete a los países a proteger el 30 % del océano para 2030. Otros nueve países necesitan ratificarlo para que entre en vigor. El gobierno del Reino Unido ha anunciado que lo hará a finales de año.
El amanecer en Brixham, donde está el mayor mercado de pescado de Inglaterra, ya no huele solo a sal y gasoil. Este pueblo al suroeste de Inglaterra ahora también huele a tinta. Donde antes los pescadores descargaban lenguados y rodaballos, hoy las cubiertas se tiñen de negro con los tentáculos enredados de un visitante inesperado: el pulpo. La criatura de ocho brazos ya ilumina fachadas con luces de neón y adorna menús en restaurantes que hasta hace un año no sabían ni cómo cocinarla.