En 1969, la misión Apolo XI encontró 'cuentas de vidrio naranja' en la Luna: por fin sabemos qué son
Los astronautas regresaron con las muestras a la Tierra y fueron analizadas durante décadas. Ahora, unos científicos han logrado revelar cuál es su origen exacto
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Las cuentas de vidrio naranja que los astronautas del Apolo XI hallaron sobre la superficie lunar han dejado de ser un misterio. Más de cinco décadas después de su recolección, un equipo científico ha logrado desvelar su origen gracias a la aplicación de tecnologías de análisis microscópico de última generación.
Durante aquella histórica misión de 1969, los astronautas se toparon con diminutas esferas anaranjadas que brillaban entre el polvo gris de la Luna. Aunque su aspecto resultaba fascinante, los medios de la época no permitían investigar a fondo su composición. Hoy, esas pequeñas estructuras revelan un pasado geológico más activo de lo que se creía.
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Las cuentas, que miden menos que un grano de arena, se formaron hace entre 3.300 y 3.600 millones de años. Según los expertos, su origen se remonta a erupciones volcánicas explosivas ocurridas en la juventud del satélite. En ausencia de atmósfera, el material expulsado por los volcanes se enfrió de manera instantánea al contacto con el vacío, dando lugar a estas microesferas de vidrio.
La falta de aire y erosión permitió que estos vestigios se conservaran intactos durante milenios. Hoy, su análisis ofrece una ventana sin precedentes al interior de la Luna primitiva, revelando detalles sobre la presión, temperatura y condiciones químicas que caracterizaron aquellas erupciones remotas.
Un satélite marcado por las erupciones
El estudio, liderado por un equipo de investigadores de la Universidad de Washington en San Luis y publicado en la revista Icarus, empleó haces de iones de alta energía y microscopía electrónica para examinar las perlas sin dañar su estructura. Uno de los retos principales fue proteger las muestras de la atmósfera terrestre, que podría haber alterado sus minerales originales.
“Son cápsulas prístinas del interior lunar”, explicó Ryan Ogliore, físico responsable del análisis, en una nota de prensa. La variedad en color y composición química de las esferas (algunas naranjas brillantes, otras negras y opacas) indica que no hubo un único episodio volcánico, sino múltiples fases con características geológicas distintas.
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Estos cristales actúan como una suerte de registro fósil del vulcanismo lunar. Su estructura y contenido isotópico reflejan cambios internos en el satélite, y permiten comprender cómo evolucionó desde sus primeras etapas. Según Ogliore, estudiar estas esferas es “como leer el diario de un antiguo vulcanólogo”.
El hallazgo transforma la percepción que se tenía de la Luna. Aunque hoy sea un cuerpo geológicamente inactivo, estos resultados demuestran que en sus primeros mil millones de años fue escenario de una intensa actividad interna, con fuentes de lava que emergían con gran violencia.
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