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Estudian los incendios de Canadá y descubren que el humo transporta a España algo mucho más peligroso que ceniza
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Toxicidad global

Estudian los incendios de Canadá y descubren que el humo transporta a España algo mucho más peligroso que ceniza

Los últimos incendios de Canadá ya han arrasado más de tres millones de hectáreas. El humo generado es tal que está llegando a Europa en grandes cantidades

Foto: Imagen de la columna de humo de un incendio en Manitoba (EFE/Gobierno regional de Manitoba)
Imagen de la columna de humo de un incendio en Manitoba (EFE/Gobierno regional de Manitoba)

Canadá vuelve a ser epicentro de una amenaza ambiental que traspasa sus fronteras. Los incendios forestales que azotan sus regiones centrales y occidentales están provocando una crisis ecológica sin precedentes y, además, elevan los niveles de toxicidad del aire a escalas globales. No por el dióxido de carbono, sino también por otros elementos aún más peligrosos para la salud.

Según cuentan en Popular Science, el humo que emana de estos fuegos contiene algo más que cenizas: también lleva contaminantes que estuvieron latentes durante décadas. Las partículas finas liberadas transportan arsénico, plomo y mercurio, residuos de antiguas explotaciones mineras que ahora están siendo reactivados por el calor extremo.

Este fenómeno preocupa especialmente porque el humo no se limita a la zona afectada. Las columnas de partículas se han desplazado miles de kilómetros, generando alertas sanitarias en ciudades de Estados Unidos y alcanzando incluso regiones del continente europeo, entre las cuales está España. De hecho, es algo que ya ha ocurrido más veces.

Incendios que reactivan la huella minera

En varias localidades con pasado minero, como Flin Flon y Yellowknife, se están registrando emisiones que podrían contener metales pesados adheridos al terreno desde hace más de medio siglo. La quema de estas zonas contaminadas está devolviendo al aire componentes altamente peligrosos para la salud.

Un estudio publicado en 2024 calculó que solo en las inmediaciones de Yellowknife, donde operaron minas de oro entre 1934 y 2004, podrían haberse liberado más de 380.000 kilos de arsénico a la atmósfera entre 1972 y 2023. Este metal, clasificado por la Organización Mundial de la Salud como cancerígeno, puede desencadenar enfermedades cardiovasculares, diabetes y trastornos del desarrollo.

El impacto de estos compuestos se multiplica cuando se combinan con otras amenazas inherentes al humo, como el PM 2.5, una fracción microscópica que puede penetrar profundamente en los pulmones y agravar patologías respiratorias y cardiacas.

El papel de las turberas

Los científicos también han puesto el foco en las turberas, ecosistemas húmedos y ricos en carbono que, al secarse por el aumento de las temperaturas, se convierten en terreno ideal para incendios de larga duración. En estos casos, el fuego no solo avanza horizontalmente, sino que también se propaga hacia el subsuelo.

Foto: Vista satelital de la Puerta del Infierno (Korea Aerospace Research Institute/Wikimedia Commons)

Estas llamas subterráneas, denominadas incendios zombi, pueden prolongarse durante semanas o incluso meses, liberando de forma constante sustancias tóxicas a la atmósfera. En algunos casos, se han reactivado tras permanecer ocultas durante el invierno.

Las turberas, además de su capacidad para retener carbono durante siglos, han absorbido contaminantes industriales que ahora están siendo liberados por efecto del fuego. Esta combinación representa una amenaza doble para el medioambiente y la salud pública.

Consecuencias para la salud pública

La exposición prolongada a estos elementos químicos, combinados con gases secundarios como el ozono troposférico, puede agravar afecciones respiratorias como el asma y aumentar significativamente el riesgo de hospitalización por enfermedades pulmonares. En este sentido, una investigación realizada en California y publicada en Science reveló que la presencia de PM 2.5 durante los grandes incendios estuvo relacionada con más de 50.000 muertes prematuras entre 2008 y 2018.

Foto: Una imagen por satélite de la calima llegando a Canarias (EFE/NASA)

Por si fuera poco, los efectos del humo no son estáticos. A medida que se desplaza, sus componentes químicos interactúan con la luz solar y generan nuevas sustancias nocivas, lo que intensifica su peligrosidad incluso a gran distancia del punto de origen. "Vamos camino de enfrentar un escenario muy preocupante", advirtió al respecto el científico ambiental Mike Waddington.

Canadá vuelve a ser epicentro de una amenaza ambiental que traspasa sus fronteras. Los incendios forestales que azotan sus regiones centrales y occidentales están provocando una crisis ecológica sin precedentes y, además, elevan los niveles de toxicidad del aire a escalas globales. No por el dióxido de carbono, sino también por otros elementos aún más peligrosos para la salud.

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