El peligro desconocido de las placas solares: por qué pueden generar grandes incendios
El auge de las instalaciones fotovoltaicas incrementa la posibilidad de incendios: la seguridad, el mantenimiento y la gestión del entorno son esenciales para evitar desastres
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En julio de 2024, hace casi un año, la localidad cacereña de Talaván se sobresaltó ante un importante incendio forestal. Las llamas devoraron rápidamente una zona de pastizales y obligaron a movilizar 95 efectivos, incluyendo medios aéreos y maquinaria pesada. Llegó a activarse el nivel 1 de peligrosidad por el riesgo que suponía para personas e inmuebles y el balance final fue de casi 900 hectáreas calcinadas. Sin embargo, la peculiaridad de este fuego estuvo en su origen: se inició en una planta fotovoltaica.
Para algunos, este caso es algo más que una anécdota. “A los agricultores se nos ha criminalizado durante muchos años, pero ahora se está viendo que una chispa de una planta fotovoltaica que, en muchos casos, nos quitan tierra y no están vigiladas, puede provocar un gran destrozo”, afirmaba Unión de Uniones de Agricultores y Ganaderos en un comunicado, tras conocerse que la principal hipótesis era que el incendio de Talaván había comenzado en un cable eléctrico de la instalación solar. A las puertas del verano y del arranque de una nueva temporada de incendios, la pregunta es inevitable. ¿Son habituales este tipo de sucesos?
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Algunos expertos calculan que entre 2022 y 2023 se produjeron en España más de mil incendios en instalaciones fotovoltaicas. La cifra se dio a conocer en una jornada de prevención celebrada el pasado año y corresponde en gran medida a edificios e instalaciones industriales, pero es difícil de corroborar por el retraso en la publicación de las cifras oficiales. Vivimos un “apagón informativo sobre las causas de los incendios”, lamenta el experto Víctor Resco de Dios, profesor de Ingeniería Forestal en la Universidad de Lleida. Las estadísticas que recopila el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico solo están actualizadas hasta 2016. Desde hace una década, las comunidades autónomas deben transmitir la información de forma telemática, pero esta obligación, en la práctica, ha provocado la parálisis de “una de las bases de datos más importantes a nivel mundial”.
Teniendo en cuenta que la inmensa mayoría de las plantas solares son mucho más recientes, “es una ausencia llamativa”. Entonces, ¿cómo podemos saber si estas instalaciones tienen realmente un peso significativo como origen de los incendios? Los científicos encuentran una referencia en los datos europeos que recoge una tesis doctoral de la Universidad de Edimburgo, según la cual, por cada gigavatio (GW) de energía solar se originan entre 14 y 29 igniciones al año. Ese amplio abanico se justifica porque, en algunas ocasiones, no es posible determinar si la causa concreta del fuego ha sido un fallo de los paneles o, simplemente, se ha originado en ese lugar por otros motivos. Teniendo en cuenta que España tiene instalados unos 25 GW, el cálculo arroja entre 362 y 725 incendios cada año. “No conviene alarmar, pero al menos deberíamos estudiarlo y entender qué es lo que está pasando”, comenta el experto.
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Plantas solares como origen del fuego
Esa es la cuestión: ¿por qué sucede? Como instalación eléctrica, la mayor peculiaridad de los paneles solares es que se encuentran a la intemperie, sometidos a las inclemencias del tiempo, ya estén sobre un tejado o en mitad del campo. Esta circunstancia, según los expertos, obliga a extremar la seguridad, y a cuidar especialmente el mantenimiento. “En teoría, deben tener sistemas de prevención de incendios, pero en muchos casos, brillan por su ausencia”, señala Resco. En líneas generales, los protocolos de seguridad son mejores en las instalaciones más nuevas y es más probable que haya más problemas de deterioro en las más antiguas.
Sin embargo, a veces el fallo está en el diseño o la instalación inicial, según los expertos. Las malas conexiones eléctricas entre cables y paneles pueden generar un arco eléctrico, es decir, una descarga de corriente por diferencia de voltaje. Ese problema puede estar presente desde el inicio o ser fruto del paso del tiempo. El propio panel también puede sufrir pequeñas fisuras que contribuyen a calentarlo en exceso. Cuando se trata de instalaciones en edificios, especialmente en tejados de viviendas particulares, la calidad de los materiales es otro factor importante. Por ejemplo, el cableado especial para instalaciones fotovoltaicas está más protegido para el deterioro que provoca el propio sol y el ambiente exterior. Asimismo, las instalaciones más modernas cuentan con optimizadores de potencia que, además de mejorar la eficiencia general del sistema, pueden apagarlo si detectan un incremento anormal de la temperatura.
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En cualquier caso, no es extraño que en cualquier instalación eléctrica pueda saltar alguna chispa de vez en cuando. Normalmente, es algo que no tiene consecuencias, pero el riesgo se multiplica en determinados entornos al aire libre. Un artículo publicado en la revista científica Renewable and Sustainable Energy Reviews en 2022 dejó claro que la vegetación aumenta el riesgo de incendio. La hierba seca prende con facilidad, pero la forma de gestionar los terrenos que ocupan las energías renovables es un asunto controvertido incluso entre los expertos. “Una de las críticas habituales a las instalaciones fotovoltaicas es que afectan negativamente a la biodiversidad y para aminorar este problema se fomenta el crecimiento de la vegetación”, explica el profesor de la Universidad de Lleida, “pero cuanto esta se seca, puede dar lugar a incendios”. Ajustar este balance es complicado, pero “creo que tenemos que priorizar la prevención y garantizar la seguridad de las personas”, opina.
Otros riesgos se derivan, simplemente, del hecho de estar en campo abierto, por ejemplo, la caída de un rayo. En realidad, esto es aplicable a cualquier línea de alta tensión, otro foco importante de incendios, pero una de las consecuencias del auge de las energías renovables es, precisamente, la multiplicación del cableado en entornos naturales. A esto hay que añadir las particularidades de cada fuente de energía. Por ejemplo, en el caso de la eólica, un fallo en una turbina también puede originar un incendio, pero es menos probable que llegue a propagarse a ras de suelo, como ocurre con las plantas fotovoltaicas.
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Además, hay que tener en cuenta que las grandes instalaciones solares pueden llegar a crear un microclima a su alrededor, aunque faltan más estudios para conocer los detalles. Por una parte, “se pueden alcanzar los 60ºC o los 70ºC”, indica Resco, pero también generan sombra, lo cual compensaría el efecto sobre el suelo. Sin embargo, por la noche, los paneles contribuyen a que no se disipe el calor. “Necesitamos mejores datos”, apunta, ya que son contradictorios. Las circunstancias de cada localización concreta pueden ser decisivas.
Instalaciones pasto de las llamas
Aparte de que las placas solares puedan ser origen de incendios, también pueden ser devoradas por fuegos que tengan otra causa. Un informe de la Agencia Internacional de la Energía (IEA, por sus siglas en inglés) advierte de que un 25% de todas las plantas solares del mundo están instaladas en zonas que muestran un riesgo de incendio elevado —debido a las condiciones meteorológicas— durante más de 200 días al año. En EEUU, el 50% de los partes que reciben los seguros por daño en instalaciones solares está relacionado con incendios. Las pérdidas económicas por esta cuestión comienzan a ser un motivo de preocupación.
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Además, el hecho de que ardan este tipo de plantas implica nuevos riesgos ambientales. Las placas solares son una fuente de contaminación si no se gestionan correctamente al final de su vida útil, pero cuando ese final llega de forma abrupta por un incendio es difícil evitar que los metales que las componen no acaben en los suelos y los acuíferos. En el caso de los paneles termosolares (no producen electricidad, sino que convierten la luz del sol en calor), hay que añadir la presencia de aceites que pueden resultar tóxicos y actuar como un combustible adicional para el fuego.
Por otra parte, aunque una instalación solar no se vea atrapada por las llamas, puede sufrir efectos indirectos. En los grandes incendios de Australia de 2020, en algunos momentos, la producción de electricidad llegó a disminuir un 66% debido al humo. Con los cielos cubiertos de una densa humareda, la radiación solar cayó en picado y estas instalaciones apenas producían energía. Lo peor es que “estos incendios ocurren justo cuando hay más demanda, cuando sufrimos olas de calor y necesitamos aire acondicionado”, recuerda Resco.
En julio de 2024, hace casi un año, la localidad cacereña de Talaván se sobresaltó ante un importante incendio forestal. Las llamas devoraron rápidamente una zona de pastizales y obligaron a movilizar 95 efectivos, incluyendo medios aéreos y maquinaria pesada. Llegó a activarse el nivel 1 de peligrosidad por el riesgo que suponía para personas e inmuebles y el balance final fue de casi 900 hectáreas calcinadas. Sin embargo, la peculiaridad de este fuego estuvo en su origen: se inició en una planta fotovoltaica.