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Un patólogo forense te explica 'la verdadera ciencia' de la combustión espontánea en humanos
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El efecto mecha

Un patólogo forense te explica 'la verdadera ciencia' de la combustión espontánea en humanos

Su nombre es Roger Byard y ha sido entrevistado sobre el tema. Ha asegurado que existe una explicación completamente lógica acerca de este fenómeno

Foto: Roger Byard ha explicado científicamente este fenómeno (Freepik/Universidad de Adelaida)
Roger Byard ha explicado científicamente este fenómeno (Freepik/Universidad de Adelaida)

La combustión humana espontánea ha sido durante siglos uno de los fenómenos más inquietantes y misteriosos del imaginario colectivo. Casos descritos desde el siglo XVII muestran cadáveres completamente calcinados, especialmente en la zona del torso, mientras el entorno permanece casi intacto. Esta singularidad ha alimentado teorías fantásticas e incluso ha inspirado a destacados autores como Charles Dickens.

Los informes históricos, en muchos casos, describían a víctimas mayores, con sobrepeso y antecedentes de consumo de alcohol, encontradas calcinadas en sus hogares sin signos evidentes de fuego en la estancia. Estos elementos reforzaron la narrativa de una supuesta combustión interna, sin necesidad de fuente externa de ignición. Curiosamente, todos ellos se encontraban solos en el momento de producirse el suceso.

Según los expertos, no existe ninguna prueba sólida de que el cuerpo humano pueda prenderse fuego sin intervención externa. Roger Byard, patólogo forense de la Universidad de Adelaida, afirmó al medio Popular Science: "Si las personas pudieran arder de forma espontánea, lo habríamos presenciado en lugares públicos". Es más, reflexiona acerca de por qué este supuesto fenómeno solo se da en humanos y no en el resto de animales.

El efecto mecha, clave para entender el fenómeno

La explicación más verosímil, respaldada por investigaciones forenses, se encuentra en lo que se conoce como efecto mecha. En este proceso, la grasa corporal actúa como combustible, mientras que la ropa o mantas hacen las veces de mecha, manteniendo la combustión de forma lenta pero intensa. Una simple chispa o brasa puede ser el desencadenante.

Esta hipótesis se vio reforzada por un experimento llevado a cabo en 1998. En él, se prendió fuego a un cerdo envuelto en mantas, simulando las condiciones descritas en casos reales. El resultado fue alarmantemente similar: el cuerpo fue consumido desde el interior, mientras el entorno apenas se vio afectado.

“El factor que falta para que otros animales pudiesen sufrir combustión espontánea es que ellos no acostumbran a taparse con mantas, beber whisky y fumar”, añadió Byar con un toque de humor. Conviene recordar que, a lo largo del siglo XIX, hubo científicos que achacaron este fenómeno a la cetosis, a los gases intestinales e, incluso, a la electricidad estática.

El caso Faherty y su impacto mediático

A lo largo del siglo XX y de lo que llevamos de siglo XXI, el número de casos de combustión espontánea se redujo progresivamente hasta llegar casi a cero. La excepción sucedió en 2011, cuando un hombre de 76 años hallado muerto en su domicilio en Galway, Irlanda, en 2010. Su cuerpo apareció quemado junto a una chimenea encendida, sin señales de acelerantes ni daños en el mobiliario cercano. El forense, sin hallar una causa clara, apuntó a la combustión espontánea como explicación oficial.

Su nombre era Michael Faherty y, a pesar del revuelo mediático, fue un claro ejemplo del efecto mecha descrito por Roger Byard. La presencia de una fuente de calor cercana, la posible impregnación de alcohol y el hecho de que el suceso ocurriera sin testigos, refuerzan esta teoría como la más plausible.

La combustión humana espontánea ha sido durante siglos uno de los fenómenos más inquietantes y misteriosos del imaginario colectivo. Casos descritos desde el siglo XVII muestran cadáveres completamente calcinados, especialmente en la zona del torso, mientras el entorno permanece casi intacto. Esta singularidad ha alimentado teorías fantásticas e incluso ha inspirado a destacados autores como Charles Dickens.

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