En alerta por el virus del Nilo: días decisivos para saber qué pasará este año en España
El aumento de cultivos encharcados y la llegada del calor hace temer un brote similar al de 2024, que puede ser contrarrestado por las medidas preventivas
Control de larvas en un cultivo de arroz. (EFE/Julio Muñoz)
El verano de 2024 fue una pesadilla para miles de vecinos de varias localidades sevillanas. Si querían estar a salvo de la picadura de los mosquitos que transmiten el virus del Nilo Occidental, apenas podían salir a la calle. El peor año de esta grave enfermedad en España dejó un balance de 152 infecciones y 11 muertes, una en Extremadura y 10 en Andalucía. Los científicos advirtieron de los errores que se habían cometido y de una clamorosa falta de prevención para evitar la proliferación de los insectos. Ahora que vuelven las altas temperaturas, la cuestión es si volverá a repetirse la dramática situación. ¿Estamos otra vez a las puertas de unos meses de pánico en Sevilla?
El cóctel que el año pasado provocó la explosión de mosquitos del género Culex, los transmisores del virus, estaba formado por una serie de ingredientes ambientales (especialmente, el calor y las grandes extensiones de cultivo de arroz encharcadas), la ausencia de tratamientos preventivos y cierta desidia de las administraciones en la vigilancia y la fumigación. Lo lógico es pensar que, tras lo sucedido en 2024, se hayan tomado las medidas necesarias para mitigar el problema, pero los expertos no descartan que algunas circunstancias incluso hayan empeorado. En teoría, el riesgo vuelve a ser muy alto y las próximas semanas van a ser clave para cuantificarlo.
Los científicos detectaron la primera señal de alarma el año pasado por estas fechas, el 4 de junio, cuando una PCR identificó el virus del Nilo Occidental en uno de los lotes de mosquitos capturados en las trampas. La sorpresa fue monumental, porque normalmente no aparecía hasta mediados de julio, casi un mes y medio más tarde. “Si volviera a pasar esto, sería muy preocupante, significaría que hay mucha circulación del virus”, advierte Jordi Figuerola, investigador de la Estación Biológica de Doñana (EBD-CSIC) en declaraciones a El Confidencial. “El trabajo que estamos haciendo ahora consiste en ver cómo evoluciona la población de mosquitos y la incidencia del virus en ellos, cuanto más tarde lo encontremos, mejor”, añade.
En cambio, una detección tan temprana implicaría que el virus tiene mucho más tiempo para expandirse. En 2024, el último positivo se detectó en noviembre, pero los meses más intensos fueron julio, agosto y septiembre. En el 12% de los lotes (formados por un máximo de 50 hembras, las que pican y transmiten la enfermedad) se identificó el virus, lo que tuvo su reflejo en el récord de casos en personas infectadas a través de las picaduras. Hasta entonces, el brote más grave había tenido lugar en 2020, cuando el Ministerio de Sanidad contabilizó 77 pacientes (57 en Sevilla, 14 en Cádiz y seis en Badajoz) y ocho muertes.
Fumigación para prevenir el virus del Nilo en Sevilla. (EFE)
Más terreno encharcado cuando llega el calor
Por el momento, las poblaciones de mosquito son ligeramente inferiores a las del año pasado. En 2025, los científicos ya han capturado 8.000 hembras, una cantidad aún lejana de las 192.000 del año anterior, sin que se haya detectado el virus. Sin embargo, “esperamos que empiecen a aumentar mucho ahora, con la subida de las temperaturas”, comenta el experto de la EBD-CSIC. La primavera ha sido muy cambiante, ligeramente más fría que en 2024 en las localidades que se han convertido en el epicentro del problema, como La Puebla del Río, a menos de 20 kilómetros del centro de la capital sevillana. Por el contrario, las precipitaciones se han disparado este año y ese dato es muy preocupante, porque a los mosquitos de la especie Culex perexiguus, que arroja la mayor parte de los positivos, le viene estupendamente la humedad.
De hecho, el principal foco de proliferación está en los arrozales de la zona, terrenos que se inundan para cultivar. Justo en estos días está arrancando la temporada de siembra y la Federación de Arroceros de Sevilla tiene previsto que se siembren36.500 hectáreas, una cifra muy superior a las 25.000 del año pasado y que se puede alcanzar, precisamente, por el aumento en la disponibilidad de agua embalsada. En 2023, un año de sequía, no se pudo cultivar arroz y apenas hubo mosquitos. ¿El incremento de la superficie arrocera agravará el problema este verano? No necesariamente. Para algunos expertos, el principal error de 2024 fue no haber aplicado tratamientos aéreos larvicidas en esta época, algo que se subsanará en esta ocasión.
Mosquito del género 'Culex'. (EFE)
Según los científicos, esta actuación preventiva es muy eficaz y casi inocua. Consiste en aplicar una bacteria que produce una toxina muy específica, ya que solo mata las larvas de los mosquitos implicados (se denomina Bti por las siglas de su nombre científico, Bacillus thuringiensis israelensis). A menudo, se realiza desde el aire, por medio de drones. Este tratamiento es habitual en muchas otras zonas arroceras, como el Delta del Ebro. La alternativa son las fumigaciones posteriores contra insectos adultos, mucho menos eficaces y más agresivas, que fueron el último recurso el año pasado, cuando el problema ya era incontrolable. No obstante, “habrá que ver la efectividad de los tratamientos y que realmente se ejecuten como está previsto”, apunta Figuerola.
Fumigar e informar
La desconfianza está justificada, porque el brote de hace un año destapó muchas carencias en la vigilancia y el control de los mosquitos. Los municipios en los que históricamente se ha detectado el virus están obligados a contar con planes para abordar el problema, pero las fumigaciones no siempre llegan hasta donde deberían. Los tratamientos apenas se aplican en algunas pedanías y urbanizaciones. Los expertos esperan que este año sea diferente. De hecho, los ayuntamientos que se vieron más afectados no han dejado de trabajar durante el invierno para que no les vuelva a pillar el toro.
Una técnico del plan de control. (Europa Press)
Otras administraciones también se han puesto las pilas después del desastre de 2024 y han mejorado notablemente sus programas de vigilancia. El equipo de Figuerola revisa desde hace años 15 estaciones con trampas para atrapar mosquitos en cinco localidades (en esta campaña, desde marzo), pero este año ha sumado nuevos lugares de muestreo a partir de mayo para la Diputación de Sevilla (más de una treintena de municipios) y para la Junta de Andalucía (más de una veintena distribuidos entre Sevilla y Cádiz). A esto hay que añadir las muestras que les envía el servicio de control de la Diputación de Huelva.
La información se actualiza semanalmente y, por primera vez, se pondrá a disposición de los ciudadanos de forma directa. Una aplicación móvil desarrollada por iniciativa de la Diputación de Sevilla ofrecerá datos sobre las poblaciones de los mosquitos transmisores y consejos a los ciudadanos. Cuando se presentó la idea, la entidad provincial aseguró que su intención era combatir la desinformación y consensuar con los ayuntamientos los mensajes científicos “que sean pertinentes para tranquilizar e informar a la población”, enviándolos a través de la nueva app, que debería empezar a funcionar a lo largo de junio. El pasado año, la plataforma vecinal que se creó para reclamar soluciones desconfiaba de las cifras oficiales.
Protesta vecinal. (Europa Press)
Un virus complejo
No obstante, el número de insectos no es el dato definitivo. “Las condiciones son favorables para que haya mucho mosquito, pero eso no quiere decir que haya mucho virus del Nilo”, aclara el investigador de la EBD-CSIC. “En algunas zonas donde el virus lleva circulando muchos años, a veces, disminuye después de un episodio intenso”, comenta, “así que es difícil saber qué es lo que va a pasar, lo único que podemos hacer es vigilar”, destaca.
Figuerola lleva más de dos décadas estudiando a fondo este problema y es autor de un reciente estudio publicado en la revista científica One Health que aclara cuáles son los factores determinantes para que el virus del Nilo Occidental se convierta en un problema de salud pública en países europeos donde hasta hace pocos años era desconocido. Entre ellos, el más importante es que los mosquitos del género Culex cuenten con un hábitat idóneo para su proliferación, especialmente, unos inviernos suaves, como los que viene registrando el sur de España en los últimos tiempos.
Los científicos suelen monitorizar la incidencia de la enfermedad en animales. El hospedador natural del virus son las aves, pero la picadura de los mosquitos lleva la infección a otras especies, sobre todo a los caballos. En personas, el 80% de los casos son asintomáticos, pero hay un 1% que sufre una patología grave, generalmente, personas mayores. Lo más habitual es tener fiebre, dolores de cabeza, cansancio, náuseas, vómitos, erupciones cutáneas y un agrandamiento de ganglios linfáticos. El peor síntoma es la encefalitis.
A pesar de que los datos y los cambios ambientales parecen conducirnos a un escenario cada vez más complicado, el investigador se muestra relativamente optimista con respecto a 2024. “Lo lógico es que salgamos más airosos”, resume, con cierta cautela. “Ha llovido mucho y tenemos todas las condiciones para que haya mucha reproducción de mosquitos, pero esta vez se han iniciado los protocolos de control con bastante antelación”, apunta.
El verano de 2024 fue una pesadilla para miles de vecinos de varias localidades sevillanas. Si querían estar a salvo de la picadura de los mosquitos que transmiten el virus del Nilo Occidental, apenas podían salir a la calle. El peor año de esta grave enfermedad en España dejó un balance de 152 infecciones y 11 muertes, una en Extremadura y 10 en Andalucía. Los científicos advirtieron de los errores que se habían cometido y de una clamorosa falta de prevención para evitar la proliferación de los insectos. Ahora que vuelven las altas temperaturas, la cuestión es si volverá a repetirse la dramática situación. ¿Estamos otra vez a las puertas de unos meses de pánico en Sevilla?