Estudian el ADN de las chinches y descubren que los humanos somos los culpables de que sigan existiendo
Se sabe que las chinches fueron capaces de sobrevivir a eventos de extinción masiva. Sin embargo, cuando atravesaban su peor momento, un comportamiento humano les permitió prosperar
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El análisis genético de las chinches, unos parásitos que llevan años generando preocupación en el sector sanitario y turístico, revela que su número aumentó de forma notable cuando los seres humanos comenzaron a establecerse en ciudades, según un estudio liderado por Virginia Tech. Así lo han explicado desde el medio The Guardian.
La investigación asegura que las chinches fueron capaces de sobrevivir a eventos de extinción masiva, como el meteorito que terminó con la vida de los dinosaurios. Sin embargo, no fue hasta la aparición de los primeros núcleos urbanos cuando encontraron el entorno ideal para reproducirse y expandirse. Es más, los científicos afirman que estaban en claro declive antes de que esto empezase a suceder.
Humans moving to ancient cities sent bedbug numbers soaring, say scientists https://t.co/ok1x4FX1HS
— Paul Fowler (@GrumpybaldProf) May 28, 2025
Los investigadores han identificado una conexión directa entre el crecimiento de estos insectos y el desarrollo de las primeras comunidades sedentarias. Según los resultados publicados en la revista Biology Letters, el incremento de las poblaciones de chinches asociadas a humanos se produjo hace aproximadamente 8.000 años, coincidiendo con el surgimiento de asentamientos estables como Çatalhöyük, en el territorio que hoy ocupa Turquía.
El origen urbano de la plaga
El estudio, liderado por el entomólogo Warren Booth, se basa en el análisis del ADN de 19 ejemplares de chinches procedentes de la República Checa. Nueve de ellas se encontraban en contacto con humanos, mientras que el resto habitaban refugios de murciélagos. El equipo detectó que las poblaciones vinculadas al ser humano dejaron de decrecer hace 12.000 años, estabilizándose antes de experimentar un aumento exponencial.
“Cuando empezamos a vivir en ciudades, juntamos a muchas personas, y cada una llevaba consigo sus propias chinches”, declaró Booth. “A medida que la civilización se fue extendiendo, también lo hicieron los insectos, hasta volverse omnipresentes en nuestra sociedad”.
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Estos hallazgos refuerzan la teoría de que la evolución de las chinches está directamente relacionada con los cambios sociales de nuestra especie. Ciudades como Uruk, que llegó a tener hasta 60.000 habitantes hace cinco milenios, ofrecieron las condiciones perfectas para que los insectos prosperaran: densidad de población, espacios cerrados y una fuente constante de alimento.
Los datos genéticos también indican que, mientras las chinches que dependen de los murciélagos continúan reduciendo su número, las que parasitan a los humanos han mantenido una tendencia ascendente desde el inicio de la era agrícola. Eso sí, otros entomólogos, como es el caso de Michael Siva-Jothy, se muestran prudentes respecto a los resultados. Fundamentalmente, porque el estudio se limita a un número reducido de muestras procedentes de un único país.
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