Exploran la Fosa de las Marianas y descubren que todos los seres que viven allí comparten un secreto
El fondo de la Fosa de las Marianas alcanza los 11 km de profundidad. Las criaturas que se han adaptado a vivir allí lo han hecho a través de una curiosa mutación genética
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Un estudio genético ha revelado que los peces que sobreviven en las zonas más profundas del océano comparten una misma mutación, a pesar de no tener un origen evolutivo común. El hallazgo, publicado en la revista Cell, pone de relieve cómo el entorno extremo de la Fosa de las Marianas condiciona la biología de los seres vivos que la habitan.
El equipo científico responsable del trabajo analizó el ADN de once especies de peces que viven por debajo de los 3.000 metros de profundidad. Para ello, se emplearon vehículos operados a distancia y sumergibles tripulados que permitieron obtener muestras entre los 1.200 y los 7.700 metros bajo la superficie.
Deep-sea fish adapt to some of the most extreme conditions on Earth. New research analyzing their evolution finds the same mutation across fish species that have evolved on separate timelines — alongside human-made pollutants contaminating the deep sea. https://t.co/0RWAM275v1
— Live Science (@LiveScience) April 28, 2025
El resultado fue inequívoco: todas las especies que habitan por debajo de los 3.000 metros presentan una alteración en el gen Rtf1, encargado de controlar cómo se expresa el ADN. Esta mutación se detectó en al menos ocho linajes distintos, lo que demuestra que se produjo de manera independiente en cada uno de ellos, como respuesta a las condiciones extremas del medio.
Una misma solución ante un entorno implacable
La presencia recurrente de esa mutación genética evidencia un fenómeno conocido como evolución convergente. Es decir, distintas especies desarrollaron soluciones biológicas similares al enfrentarse a desafíos ambientales comunes, como la presión descomunal, la ausencia de luz y las temperaturas cercanas al punto de congelación.
“Este estudio demuestra que los peces de aguas profundas, pese a tener orígenes evolutivos muy distintos, han desarrollado adaptaciones genéticas semejantes para sobrevivir en el océano profundo: frío, oscuro y con alta presión”, afirmó Ricardo Betancur, ictiólogo de la Universidad de California en San Diego.
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Entre las especies estudiadas figuran ejemplares de snailfish, cusk-eels y lizardfish. Todas ellas presentan no solo esta mutación genética, sino también alteraciones fisiológicas como estructuras óseas adaptadas, cambios en los ritmos circadianos y sistemas sensoriales agudizados para detectar estímulos sin depender de la vista.
Contaminación industrial a 10.000 metros de profundidad
Además de este patrón evolutivo, la investigación ha identificado la presencia de residuos industriales en uno de los ecosistemas más inaccesibles del planeta. En el tejido hepático de los peces capturados en la Fosa de las Marianas se hallaron bifenilos policlorados (PCB), unas sustancias prohibidas desde la década de 1970 por su toxicidad y persistencia en el medio.
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Los científicos también encontraron éteres difenílicos polibromados (PBDE), utilizados como retardantes de llama hasta su prohibición en los años 2000, en los sedimentos extraídos a más de 10.000 metros de profundidad. Estos datos confirman que la contaminación generada por el ser humano ha alcanzado incluso las zonas más remotas del océano.
Esta coincidencia genética entre especies no emparentadas y la presencia de contaminantes en hábitats tan extremos refuerzan una idea clave: la presión ambiental del océano profundo es tan poderosa que moldea por igual a organismos distintos, mientras la huella de la actividad humana llega incluso allí donde no hay luz.
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Un estudio genético ha revelado que los peces que sobreviven en las zonas más profundas del océano comparten una misma mutación, a pesar de no tener un origen evolutivo común. El hallazgo, publicado en la revista Cell, pone de relieve cómo el entorno extremo de la Fosa de las Marianas condiciona la biología de los seres vivos que la habitan.