Estudian un desierto en Asia y descubren que la humanidad ha alterado la estructura interna de la Tierra
Una reciente investigación ha logrado demostrar que la acción del hombre tiene impacto sobre la tectónica de placas. Para ello, han investigado el antiguo mar de Aral, en Asia Central
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2F1cc%2F6db%2Fd57%2F1cc6dbd5736c0c22d077cf37659db785.jpg)
- Exploran el desierto del Sáhara y encuentran “un linaje desconocido” con 7.000 años de antigüedad
- Exploran un desierto en África y encuentran 'túneles' con 1M de años creados por “una forma de vida desconocida”
Una región desértica de Asia Central ha revelado un fenómeno geológico inédito: las acciones humanas pueden estar modificando los procesos profundos que rigen la estructura interna de la Tierra, según demuestra una reciente investigación publicada en la revista Nature Geoscience.
El hallazgo se localiza en el antiguo mar de Aral, una masa de agua que durante décadas ocupó una extensión colosal entre Kazajistán y Uzbekistán. A mediados del siglo pasado, un ambicioso plan de irrigación promovido por la Unión Soviética desvió los principales ríos que lo alimentaban, provocando su desaparición progresiva y convirtiendo la zona en un desierto salino de enormes proporciones.
Humans Caused The Interior Of Planet Earth To Shift - IFLScience https://t.co/gd7qSV9Qrp
— Carolyn Hailstones (@CarolynHailston) April 9, 2025
Más allá de los efectos ambientales y sanitarios que esta transformación ha causado en la región, el estudio revela un impacto geofísico aún más profundo, que viene dado por la desaparición del peso ejercido por el mar. Esto ha provocado un rebote tectónico que afecta a capas internas del planeta.
El suelo asciende y el manto reacciona
Mediante técnicas de radar por satélite, el equipo investigador ha detectado que el terreno en torno al antiguo mar asciende de forma sostenida, a razón de hasta 7 milímetros al año, a lo largo de una superficie de más de 500 kilómetros. Pero lo más sorprendente es que esta deformación no se limita a la corteza terrestre.
Según los modelos elaborados por científicos de la Universidad de Pekín, la Universidad del Sur de Ciencia y Tecnología y la Universidad del Sur de California, el rebote afecta también al manto superior. A más de 150 kilómetros de profundidad, las rocas calientes están reajustando su posición tras la pérdida del colosal peso de la masa acuática.
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2Fbf7%2F6c5%2Fc8e%2Fbf76c5c8efef721234637ab24d78ec30.jpg)
Este proceso se denomina relajación viscoelástica y consiste en el retorno paulatino del material del manto a su estado original, como si se tratase de un colchón de espuma que recupera su forma. El fenómeno, que podría mantenerse durante décadas, ha sido descrito como un experimento natural único para estudiar el comportamiento de las placas tectónicas.
Consecuencias profundas
El geofísico Simon Lamb, de la Universidad de Wellington, ha valorado este trabajo en un artículo adjunto publicado también en Nature. Según afirma: "Parece que hemos afectado la tectónica de placas solo para mejorar los cultivos". Una frase contundente que resume el alcance global de este hallazgo.
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2Feed%2Fe86%2Fb0a%2Feede86b0a5202b2bd3a4bdbf1f8cb16f.jpg)
Hasta ahora, se había asumido que los cambios generados por el ser humano impactaban principalmente sobre la atmósfera, los océanos y los ecosistemas superficiales. Este estudio demuestra que, al alterar el equilibrio de masas en la superficie terrestre, también es posible generar respuestas geodinámicas que alcanzan zonas profundas del interior del planeta.
- Exploran el desierto del Sáhara y encuentran “un linaje desconocido” con 7.000 años de antigüedad
- Exploran un desierto en África y encuentran 'túneles' con 1M de años creados por “una forma de vida desconocida”
Una región desértica de Asia Central ha revelado un fenómeno geológico inédito: las acciones humanas pueden estar modificando los procesos profundos que rigen la estructura interna de la Tierra, según demuestra una reciente investigación publicada en la revista Nature Geoscience.