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Este científico quiere 'salvar el planeta'... detonando una bomba nuclear en el océano
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En el océano Antártico

Este científico quiere 'salvar el planeta'... detonando una bomba nuclear en el océano

Se llama Andy Haverly y cree que la explosión puede capturar el equivalente a 30 años de emisiones de dióxido de carbono. Eso sí, su proyecto no está exento de riesgos

Foto: Simulación de una explosión nuclear en el océano Antártico (Generada con IA)
Simulación de una explosión nuclear en el océano Antártico (Generada con IA)

La crisis climática ha impulsado la búsqueda de soluciones cada vez más radicales para frenar el aumento de la temperatura global. En este contexto, el investigador Andy Haverly, del Rochester Institute of Technology, ha presentado una propuesta muy controvertida: detonar una bomba nuclear en el fondo del océano Antártico con el objetivo de acelerar la captura de dióxido de carbono (CO₂) y mitigar sus efectos en la atmósfera.

El plan de Haverly, que se puede consultar en la plataforma arXiv, se basa en un proceso conocido como meteorización forzada de rocas, mediante el cual el basalto oceánico reacciona con el CO₂ y lo transforma en minerales estables. Según su hipótesis, una explosión nuclear en el lecho marino podría fragmentar grandes cantidades de basalto, facilitando la absorción del gas de efecto invernadero y acelerando un mecanismo natural de captura de carbono.

Para materializar esta idea, el investigador propone explotar una bomba de hidrógeno en la meseta de Kerguelen, una región geológicamente estable del océano Antártico. La explosión se produciría a una profundidad de entre 3 y 5 kilómetros bajo el lecho marino y a más de 6 kilómetros por debajo de la superficie. Según los cálculos de Haverly, el basalto absorbería la mayor parte de la radiación generada, reduciendo la contaminación radiactiva en la zona.

Los riesgos y el escepticismo de la comunidad científica

El impacto de esta detonación podría ser masivo. Se estima que una explosión de esta magnitud permitiría capturar el equivalente a 30 años de emisiones de CO₂. Sin embargo, para lograrlo, sería necesario emplear un artefacto nuclear con una potencia superior a cualquier explosión registrada hasta la fecha, lo que ha generado escepticismo en la comunidad científica.

Foto: Una imagen por satélite de la calima llegando a Canarias (EFE/NASA)

Numerosos expertos han expresado su preocupación ante las posibles consecuencias de una detonación nuclear en el fondo del mar. Aunque el proyecto de Haverly busca aprovechar un proceso geológico natural, los riesgos asociados a la radiación y la alteración del ecosistema marino son motivo de debate. Además, se teme que la fragmentación del lecho oceánico pueda provocar la liberación de metano atrapado en los sedimentos, lo que agravaría el problema del calentamiento global.

Otro aspecto crítico es la viabilidad legal y política del proyecto. La fabricación y uso de una bomba nuclear de estas características violaría los tratados internacionales de no proliferación y requeriría una inversión estimada en 10.000 millones de euros. Pese a los argumentos del investigador, las posibilidades de que un experimento de esta magnitud reciba luz verde son prácticamente nulas.

Foto: Recreación generada por IA de la explosión de una bomba nuclear (Freepik)

El propio Haverly reconoce que su propuesta no está exenta de riesgos. Eso sí, asegura que el impacto de la detonación sería insignificante en comparación con los efectos devastadores del cambio climático. “Cada año emitimos más radiación procedente de las centrales de carbón y hemos detonado más de 2.000 dispositivos nucleares a lo largo de la historia”, argumenta, restando importancia a las consecuencias de volverlo a hacer.

La crisis climática ha impulsado la búsqueda de soluciones cada vez más radicales para frenar el aumento de la temperatura global. En este contexto, el investigador Andy Haverly, del Rochester Institute of Technology, ha presentado una propuesta muy controvertida: detonar una bomba nuclear en el fondo del océano Antártico con el objetivo de acelerar la captura de dióxido de carbono (CO₂) y mitigar sus efectos en la atmósfera.

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