Trump y Musk sueñan con una misión tripulada a Marte, pero van a tener que esperar
El presidente de EEUU relanza la carrera espacial con un ambicioso objetivo, pero que va a ser muy difícil alcanzar durante su mandato a pesar del impulso del magnate de SpaceX
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Una de las grandes hazañas de la historia de la humanidad comenzó con las palabras de un presidente de EEUU, John F. Kennedy. En un discurso solemne, el 25 de mayo de 1961, anunció su intención de "llevar a un hombre a la Luna y traerlo sano y salvo a la Tierra" antes del final de esa década. La apuesta era más que atrevida, no solo porque técnicamente aún parecía inalcanzable, sino porque la URSS llevaba mucha ventaja en la carrera espacial y el plazo resultaba muy ajustado. Finalmente, aunque el político demócrata más famoso de todos los tiempos ya no estaba para verlo, la promesa se cumplió el 20 de julio de 1969, cuando Neil Armstrong dejó su huella en el satélite ante el asombro del mundo entero.
Este lunes, Donald Trump realizó un anuncio que suena parecido, aunque en su estilo, no tan concreto y un tanto menos solemne, a pesar de que se trataba de su discurso de investidura: "Perseguiremos nuestro Destino Manifiesto hacia las estrellas, lanzando astronautas estadounidenses para plantar la bandera de las barras y estrellas en el planeta Marte". Aun así, las palabras no dejan de ser grandilocuentes y han sido cuidadosamente elegidas. El Destino Manifiesto es la doctrina que justificó la expansión territorial de EEUU en el siglo XIX, una especie de mandato divino para la conquista del oeste y la adquisición de nuevos territorios. La gran incógnita es qué se va a traducir exactamente este propósito.
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Recursos y voluntad política
La reacción de euforia de Elon Musk tras las palabras del presidente muestra por dónde van los tiros. Hace tan solo unos meses, el magnate aseguró que SpaceX pretendía enviar cinco naves a Marte en 2026 y que, si todo va bien, la primera misión tripulada podría llegar en 2028. ¿El anuncio de Trump significa que se suma a la idea y quiere llevarla a cabo antes de que acabe su mandato? ¿Es posible algo así cuando el programa Artemis de la NASA, que pretende el regreso del ser humano a la Luna, no hace más que acumular retrasos? Varias agencias espaciales han llegado al planeta rojo con éxito, pero hacer llegar astronautas es harina de otro costal.
En principio, la posibilidad de que viajen seres humanos es "un horizonte bastante lejano", afirma David Barrado Navascués, investigador del Centro de Astrobiología (CAB, centro mixto del CSIC y el Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial, INTA). No obstante, "todo depende de los recursos que se inviertan, como ocurrió con el Programa Apolo en los años 60". Ahora, como entonces, la clave es la "voluntad política", asegura en declaraciones a El Confidencial. Además, el panorama internacional vuelve a incitar a las superpotencias a una aventura de este tipo, aunque esta vez "la competición es con China".
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Sin embargo, existen problemas tecnológicos y de protección de los astronautas muy complejos de resolver. Aunque se ponga toda la carne en el asador y un nuevo programa espacial disponga de recursos ilimitados, el investigador del CAB ve casi imposible que un ser humano pise el planeta rojo antes de la década de 2040. Incluso poner esa fecha, "puramente especulativa", resulta muy optimista, salvo que se asuman grandes riesgos para la tripulación. Daniel Marín, astrofísico y divulgador científico experto en exploración espacial, considera que no existe "ninguna posibilidad" de que un humano pise Marte en los próximos cuatro años. Una alternativa sería una misión tripulada alrededor de este planeta, pero tampoco eso está al alcance de la tecnología actual con unas mínimas condiciones de seguridad.
Obstáculos técnicos
En un viaje a Marte, sin la protección de la atmósfera terrestre, el cuerpo humano sufriría unos niveles de radiación insoportables. "Es similar a estar expuesto a material radiactivo", comenta Barrado Navascués, "el material genético se ve afectado y todos nuestros procesos bioquímicos sufren las consecuencias, dejando de funcionar adecuadamente". La diferencia con respecto a una breve incursión en la Luna es que la exposición sería muy prolongada y, por lo tanto, el daño, muy significativo. Para tratar de resolver el problema, habría que incorporar algún elemento que bloquease la radiación o generar un campo magnético que proteja a los astronautas. Cualquiera de las dos opciones complica la misión de forma extraordinaria, sobre todo por peso y volumen.
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Además, hay que tener en cuenta que esto depende de la actividad solar. Hay periodos de mayor intensidad, con llamaradas que provocan un exceso de radiación, lo que implica un riesgo adicional. El ciclo de actividad del Sol tiene unos 11 años, con fases más y menos activas; pero, incluso cuando la radiación es menor, se pueden producir importantes eyecciones de material, de manera que "partículas atómicas altamente cargadas pueden ir en la dirección de la nave y afectar a la tripulación", advierte el experto.
Esto significa que escoger el momento oportuno para lanzar una misión es importante, pero la radiación no es el principal motivo. La distancia mínima de la Tierra a Marte es 54,6 millones de kilómetros, pero el planeta rojo se aleja hasta los 401 millones de kilómetros. Por eso, hay que aprovechar el momento en el que está más próximo, de manera que las ventanas de lanzamiento de las misiones marcianas ocurren cada 26 meses. Aun así, hay que recorrer, al menos, 140 veces la distancia de la Tierra a la Luna, lo que implica que el viaje duraría meses, previsiblemente, entre seis y nueve.
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Varios vehículos de exploración espacial han hecho ese trayecto para posarse sobre la superficie marciana. Sin embargo, "es muy diferente mandar astronautas y mandar robots, requieren cosas absolutamente diferentes y el perfil de misión cambia por completo", comenta Jorge Hernández Bernal, miembro del equipo científico de Mars Express, misión de la Agencia Espacial Europea (ESA, por sus siglas en inglés). Según este astrofísico, experto en ciencias planetarias de la Universidad de la Sorbona y del Centro Nacional para la Investigación Científica de Francia (CNRS, por sus siglas en francés), un aspecto clave para el éxito sería la producción de oxígeno y de metano en Marte.
El verdadero problema es volver
En concreto, el metano es importante porque "se podría utilizar para impulsar la nave de vuelta" y producirlo in situ permitiría evitar tener que transportar una enorme carga hasta allí."Cuando tienes que llevar un kilo de carga útil, necesitas X kilos de combustible; pero ese combustible es un peso más, con lo cual, necesitas más combustible adicional; y para este, más aún", comenta. Es decir, que "la ecuación es exponencial, y eso hace que el peso en el espacio sea crítico". Por eso, repostar durante la misión resulta esencial para grandes viajes y la producción de metano con los recursos de Marte aún es un desafío técnico. También lo es el aterrizaje: para una sonda de unos pocos cientos de kilos se emplea un paracaídas y, ya en el último tramo, motores de retropropulsión. Sin embargo, una misión humana implicaría toneladas, con lo cual, es necesario frenar con mucha más potencia.
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En cualquier caso, esa necesidad de manejar toneladas de peso complica especialmente el regreso. En realidad, "es un tipo de misión diferente", comenta el experto del CAB. La NASA aún está desarrollando estrategias para traer a la Tierra muestras de Marte. De hecho, "van a ser necesarias varias naves en diferentes momentos para subir las rocas a la órbita y recogerlas desde allí", explica, "y estamos hablando de unos pocos kilos", frente a los miles que implicaría una misión tripulada.
En definitiva, las dificultades logísticas van a ser extraordinarias. Sin embargo, había un plan para irlas abordando poco a poco en las próximas décadas, al menos, hasta ahora: el programa Artemis. En 2022, la misión Artemis 1 orbitó la Luna sin tripulación. Está previsto que Artemis 2 lo haga con astronautas y que Artemis 3 alunice. Todo ello se planteaba de aquí a 2028 como un trampolín para llegar a Marte mucho más tarde. Sin embargo, la irrupción de Elon Musk en la política estadounidense, con sus nuevos planes, genera mucha incertidumbre.
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¿Debemos ir?
¿Cambiarán el objetivo de regresar a nuestro satélite por Marte manteniendo la fecha de 2028? "Lo lógico y lo alcanzable dentro del mandato de Trump es intentar ir a la Luna. Creo que el propio Elon Musk sabe que lo otro no tiene sentido", comenta Hernández Bernal. De hecho, explica el astrofísico español, ya hay algunos expertos en EEUU que advierten de que"si intentan hacer eso, el resultado puede ser la muerte de astronautas y la retirada del apoyo popular" al proyecto.
En cualquier caso, más allá de las cuestiones técnicas, los expertos creen que se abre una nueva época en el espacio y que es necesario plantear muchas reflexiones. El salto de pasar de un programa de exploración robótico a uno tripulado tiene muchas más implicaciones de las que parece."Es muy caro y no está claro para qué sirve", apunta el investigador de la Universidad de la Sorbona, pero desde luego "es una forma de desviar mucho dinero público a empresas privadas".
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Según explica, "en el momento en el que empezamos a extraer recursos in situ para los astronautas", tal y como parece requerir la hipotética llegada del ser humano al planeta rojo, "se abre la veda, porque esto requiere de una tecnología que todavía está muy poco desarrollada; pero, en el momento en que la usemos para producir metano a partir del hielo de Marte, será más fácil utilizarla también para extraer otros recursos en Marte, en la Luna o en un asteroide y, por lo tanto, comercializarlos".
Por su parte, Barrado Navascués asegura que "no hay ninguna razón lógica" para empezar un proceso de colonización de Marte. "¿Cuál es el objetivo? No vamos a resolver los problemas de la Tierra, ni de población, ni de falta de recursos, eso es una ficción", afirma. Desde su punto de vista, los cuerpos celestes deberían reservarse para la investigación científica y la búsqueda de nuevos conocimientos. Sin embargo, el enfoque actual — quizá guiado por ese Destino Manifiesto del siglo XIX — "no ayuda a los habitantes de este planeta ni al ciudadano americano, sino que es una forma de beneficiar a una gran empresa y de satisfacer el sueño infantil de una persona".
Una de las grandes hazañas de la historia de la humanidad comenzó con las palabras de un presidente de EEUU, John F. Kennedy. En un discurso solemne, el 25 de mayo de 1961, anunció su intención de "llevar a un hombre a la Luna y traerlo sano y salvo a la Tierra" antes del final de esa década. La apuesta era más que atrevida, no solo porque técnicamente aún parecía inalcanzable, sino porque la URSS llevaba mucha ventaja en la carrera espacial y el plazo resultaba muy ajustado. Finalmente, aunque el político demócrata más famoso de todos los tiempos ya no estaba para verlo, la promesa se cumplió el 20 de julio de 1969, cuando Neil Armstrong dejó su huella en el satélite ante el asombro del mundo entero.