Tras los 'dragones del fango': los españoles que detectan especies en el fondo marino
Apenas una decena de expertos en todo el mundo estudia los kinorrincos y los loricíferos, algunas de las especies menos conocidas del planeta. Entre ellos están biólogos de la Universidad Complutense de Madrid
Describir nuevas especies parece una labor científica propia de exploradores e investigadores con monóculo del siglo XVIII, pero la realidad es que en 2024 aún desconocemos gran parte de los animales con los que compartimos el planeta. El misterio está, principalmente, en los océanos. Los cálculos más optimistas indican que solo hemos identificado un tercio de la biodiversidad marina, es decir, poco más de 200.000 especies, según el estudio de referencia publicado hace ya más de una década en la revista Current Biology.
Como es lógico, la parte de los océanos mejor conocida es la más accesible, las zonas próximas a la costa, pero las aguas más profundas apenas se están empezando a explorar. Su profundidad media es de 3,5 kilómetros, pero llega hasta los 11 kilómetros en la fosa de las Marianas, en el océano Pacífico. En el mejor de los casos, las zonas más cristalinas apenas permiten que la luz penetre unos 200 metros, así que es difícil saber qué hay exactamente ahí abajo. "En los fondos marinos la diversidad es brutal, pero suelen ser animales de pequeño tamaño y están en ecosistemas de difícil acceso, así que todavía no se conoce prácticamente nada", afirma a El Confidencial Nuria Sánchez, bióloga de la Universidad Complutense de Madrid (UCM).
Esta investigadora y su compañero Alberto González Casarrubios participan en la Iniciativa para el Conocimiento Sostenible de los Fondos Marinos, promovida por la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos (ISA, por sus siglas en inglés). Dicha entidad, que trata de organizar y controlar las actividades de exploración y explotación de los recursos oceánicos, propuso un reto a los científicos, describir mil especies nuevas en aguas internacionales antes de 2030. De las 67 propuestas recibidas, solo ha financiado nueve y una de ellas fue la de estos dos biólogos de la UCM.
Animales que son una incógnita
Su especialidad es realmente insólita: los kinorrincos, conocidos como dragones del fango, y los loricíferos. En todo el mundo, solo hay una decena de personas que se dediquen a estudiar los primeros y tres que investigan los segundos. Estos dos grupos de animales forman parte de la meiofauna, organismos microcópicos que "viven entre las partículas de los sedimentos marinos, los huecos que dejan las partículas de arena". A pesar de su pequeño tamaño, entre 0,1 y 0,5 milímetros, son realmente fascinantes.
En realidad, kinorrincos y loricíferos son filos independientes. Eso significa que hay muchas más diferencias entre ellos que entre un ser humano y un ave o un delfín. Ante nuestros ojos, "nos resultan parecidos por su pequeño tamaño y porque tienen una cubierta exterior rígida, que mudan", explica Alberto González. También tienen en común que "sacan y meten la cabeza y tienen un montón de ganchos llamados escálidas". Sin embargo, la distancia entre ellos es abismal.
Los dragones del fango son relativamente comunes y se han encontrado en hábitats marinos muy distintos en cuanto a profundidades y temperaturas. A pesar de todo, "casi la mitad de las veces que los encontramos, se trata de especies completamente nuevas". Por el contrario, los loricíferos son extremadamente raros. De hecho, son tan desconocidos que existe una controversia científica con respecto a un hallazgo que tuvo lugar en el fondo del mar Mediterráneo: ¿es posible que sobrevivan sin oxígeno? Los datos indican que sí, según publicaron científicos italianos hace años, pero sería necesario ratificarlo, porque es algo extraordinario en el mundo animal.
De la minería submarina a la descripción de especies
La realidad es que "no sabemos casi nada de estos animales, cuánto viven o qué comen", reconocen los biólogos. Muchas veces, los investigadores de la UCM recogen muestras por sí mismos, pero los medios con los que cuentan no les permiten ir más allá de los 50 metros de profundidad. Por eso, también reciben las que se recogen en grandes campañas oceanográficas, como en el caso del proyecto respaldado por la ISA. En su laboratorio ya trabajan con sedimentos recogidos en el Pacífico por una expedición alemana, a una profundidad de entre 4.000 y 5.000 metros, con la participación del biólogo marino español Pedro Martínez Albizu.
El origen de la investigación está en el interés por explotar los recursos mineros de los fondos marinos, en particular, en la Clarion–Clipperton fracture zone, un enclave del océano profundo que "tiene unas condiciones especiales que permiten que se vayan depositando en el fondo y acumulando una serie de minerales, algunos muy raros, de los que en tierra empiezan a escasear", comenta Nuria Sánchez. La ISA otorga permisos de explotación de estas concentraciones, conocidas como nódulos de manganeso, pero las empresas deben identificar la fauna que hay en estas zonas.
La idea es que, aunque se realicen actividades mineras, también puedan establecerse futuras reservas que garanticen el mantenimiento de la biodiversidad marina. Muchos biólogos advierten de que el cambio climático unido y otras alteraciones provocadas por el ser humano están acelerando la pérdida de especies, de tal manera que, probablemente, muchas desaparecerán antes de que las lleguemos a descubrir. ¿Significa eso que estas especies, aun sin catalogar, podrían estar en peligro? "En realidad, no tenemos ni idea", confiesa Alberto González.
Cómo salvar lo desconocido
No obstante, es probable que, en el caso de los fondos marinos, la desaparición de animales que ni siquiera hemos llegado a identificar sea más grave que en otros lugares del planeta. El motivo sería no solo el desconocimiento de la mayor parte de vida que albergan, sino que estos ecosistemas podrían ser poco resilientes frente a amenazas globales como la subida de las temperaturas. Por el momento, "solo es una hipótesis", ya que "no podemos saber si se están perdiendo especies antes de describirlas", comentan los expertos de la UCM.
Por eso, su trabajo es tan importante. Los investigadores esperan que este proyecto financiado por la ISA sirva, al menos, para describir ocho especies desconocidas para la ciencia. En realidad, lo que hacen no es muy diferente de la labor que han realizado los taxónomos durante siglos, aunque ahora con la ayuda de microscopios mucho más sofisticados: identifican caracteres morfológicos distintos de los de especies ya conocidas, los describen y hasta los dibujan. Las características de las muestras hacen que sea muy difícil extraer ADN de estas pequeñas criaturas para realizar análisis moleculares que corroboren sus hallazgos, ya que les llegan en formol, un elemento muy destructivo. Por eso, el proceso es "meticuloso" y "muy laborioso", aseguran.
¿Qué pasaría si nadie analizara la vida de nuestros fondos marinos? "El mero conocimiento ha movido siempre al ser humano" recuerda Nuria Sánchez, pero en este caso, además, "nos estaríamos perdiendo una gran biodiversidad y no sabemos si podría sernos de utilidad en el futuro". De hecho, hoy en día, existen 17 fármacos aprobados por la Agencia Europea de Medicamentos (EMA) o la Administración de Alimentos y Medicamentos de EEUU (FDA) que proceden de organismos marinos, directa o indirectamente. "Los descubrimientos realmente revolucionarios vienen de la ciencia básica", asegura Alberto González.
Describir nuevas especies parece una labor científica propia de exploradores e investigadores con monóculo del siglo XVIII, pero la realidad es que en 2024 aún desconocemos gran parte de los animales con los que compartimos el planeta. El misterio está, principalmente, en los océanos. Los cálculos más optimistas indican que solo hemos identificado un tercio de la biodiversidad marina, es decir, poco más de 200.000 especies, según el estudio de referencia publicado hace ya más de una década en la revista Current Biology.
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