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El fenómeno que explica por qué la pesca va a cambiar de forma irremediable
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No es solo la pesca de arrastre

El fenómeno que explica por qué la pesca va a cambiar de forma irremediable

Mientras Europa negocia cada año nuevas cuotas pesqueras, muchas especies marinas se desplazan hacia los polos a medida que se incrementan las temperaturas del agua

Foto: La pesca de arrastre es una de las prácticas más dañinas para la salud del mar. (iStock)
La pesca de arrastre es una de las prácticas más dañinas para la salud del mar. (iStock)
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Los pescadores de la Unión Europea ya saben qué van a poder capturar en 2025 en aguas comunitarias. Hace unas semanas, los ministros de Agricultura y Pesca lograron un acuerdo de esos que no dejan completamente satisfecho a nadie, pero que son un alivio porque había alternativas peores. Los arrastreros sufrirán una reducción de su actividad, pero con incentivos para hacerla más sostenible. Si adaptan sus redes, podrán salir más días al mar. Este complejo equilibrio refleja el auténtico problema al que nos enfrentamos: nos estamos quedando sin peces.

El Mediterráneo es el mar más afectado. Al menos desde mitad del siglo XX, según los estudios, las capturas están superando lo que la naturaleza es capaz de reponer. En gran parte, el desequilibrio se debe a la pesca de arrastre, un método con siglos de historia que consiste en lanzar grandes redes que van atrapando todo lo que encuentran a su paso en los fondos marinos. En la actualidad, los principales pescados comerciales que se obtienen de este modo son la merluza, la gamba roja y el salmonete. Sin embargo, los barcos arrastran más de 600 especies distintas y lo que sobra, los descartes, se devuelven al mar.

Los cambios en el tamaño de las redes que promueve Europa deberían ayudar a limitar el daño. En cualquier caso, como ocurre con otros conflictos del sector primario, las posiciones de los ecologistas y el sector pesquero son antagónicas. Los primeros piden más recortes para salvar el ecosistema marino no solo por las capturas, sino porque la pesca de arrastre destruye los fondos marinos (por ejemplo, afecta a la Posidonia, emblemática planta endémica del Mediterráneo). Los segundos aseguran que limitar su actividad acabará con muchos empleos.

Foto: Dos pescadores en la isla de Amorgós, Grecia, recogen sus redes después de una madrugada de trabajo en el Adriático. (RUIDO Photo/Bruna Casas)
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Las autoridades comunitarias llegaron a plantear reducir un 77% los días de pesca en el Mediterráneo (de 130 a 27 al año), pero finalmente el recorte será del 66%, con la posibilidad de mantener casi las mismas jornadas que antes si se cumplen una serie de medidas para hacer la actividad más sostenible. En el Atlántico, el hachazo se lo ha llevado la captura del jurel (se podrá pescar un 65,9% menos que en 2024), pero a cambio España ha conseguido aumentar sus cuotas para el rape, el gallo, el lenguado y la cigala para dar estabilidad a las flotas del Golfo de Cádiz y del Cantábrico.

placeholder Pescado fresco. (Europa Press)
Pescado fresco. (Europa Press)

No obstante, las medidas de protección no son nuevas, se llevan aplicando desde hace años y están dando sus frutos. Un informe de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) publicado en diciembre de 2023 muestra que la presión pesquera en el mar Mediterráneo y el mar Negro ha caído un 31 % desde 2012. Algunas de las principales especies de la zona, como la merluza, el rodaballo y el lenguado, muestran una reducción drástica de la sobrepesca e indicios de recuperación. El problema es que, en general, la explotación de los recursos pesqueros sigue siendo el doble de lo que se considera sostenible.

Los peces buscan latitudes más frías

La actividad pesquera, sin embargo, no explica todo lo que está pasando. Los pescadores no son los únicos responsables de que ya no haya peces donde solía haberlos. Las especies marinas se están redistribuyendo en todo el mundo, impulsadas por las drásticas modificaciones que están sufriendo los océanos debido al cambio climático, según un estudio publicado en Global Change Biology, que recopila las principales investigaciones sobre esta cuestión.

Los biólogos aseguran que la temperatura tiene un papel clave en las funciones fisiológicas de estos animales y que el ascenso que se está experimentando en los últimos tiempos cambia la delimitación tradicional de las distintas poblaciones. Sin las condiciones ideales, muchas especies son incapaces de sobrevivir y reproducirse, pero el mar no tiene fronteras que les impidan moverse hasta encontrarlas.

placeholder Barco de pesca del Mediterráneo. (EFE)
Barco de pesca del Mediterráneo. (EFE)

Un artículo publicado en Science en 2018 ya alertaba sobre los desplazamientos de peces y otros animales marinos hacia áreas más frías, calculando que los movimientos a nuevos territorios se producen, de media, a una velocidad de 70 kilómetros por década. En la inmensidad de los océanos, no parece mucho, pero los cambios se están acelerando y a nivel local pueden ser demoledores. Según anticipaban los autores de ese trabajo, es muy probable que esto genere un "potencial conflicto por los recursos" entre distintos países del mundo.

Según un estudio publicado en Nature Reviews Earth & Environment, en las zonas tropicales la pesca se reducirá un 40 % en 2050 con relación a las cifras de comienzo de este siglo debido al cambio climático. Este dato es especialmente dramático si tenemos en cuenta que muchos de los países afectados, sobre todo en Asia y África, están superpoblados y muchos de sus habitantes dependen de una economía de subsistencia en la que el consumo de pescado es clave.

placeholder Pescadores. (EFE)
Pescadores. (EFE)

Por el contrario, las regiones más frías, tanto del hemisferio norte como del sur, podrían ver aumentada su biodiversidad de forma espectacular. Los cálculos de los biólogos indican que las especies de interés pesquero van a incrementarse entre un 30% y un 70% en esta primera mitad del siglo XXI en altas latitudes. Dicho de otra manera, es probable que el futuro de la pesca europea esté más cerca de Noruega y de Groenlandia que de los tradicionales caladeros de las costas africanas. Uno de los mejores ejemplos es el atún rojo del Atlántico: habitualmente se captura en aguas entre templadas y frías, pero ya se está expandiendo hacia aguas muy frías, como las de las costas de la península escandinava y el mar de Barents, en el Ártico.

Algo tiene que cambiar

¿Estamos preparados para estos cambios? Una investigación en la que han participado científicos brasileños y del Instituto Español de Oceanografía (IEO-CSIC), publicada en Nature Climate Change, proyecta una hipotética reconfiguración de las flotas pesqueras del mundo para que puedan seguir a los peces y mantener su actividad en nuevas áreas. Los investigadores incluyen en su análisis 82 países y 13 tipos de artes de pesca. La conclusión está clara: las flotas mundiales se van a desplazar hacia los polos a medida que avanza este siglo y el sector pesquero tendrá que adaptarse en todo el mundo o asumir una drástica reducción de sus capturas.

Foto: Temporal en las costas gallegas. (EFE/Sxenick)

El problema es que los países mejor preparados son los que cuentan con grandes flotas y embarcaciones diseñadas para desplazamientos largos y pesca en aguas profundas. Es decir, que los expertos prevén una industrialización del sector que iría en detrimento de las formas de pesca más tradicionales y de los lugares que disponen de menos recursos. La pesca de arrastre no es eficiente en esas condiciones y, en líneas generales, Europa estaría menos preparada que grandes potencias asiáticas como China y Japón.

En cualquier caso, el desplazamiento de los bancos de peces hacia los polos será más rápido o más lento en función de la evolución de las temperaturas del mar y, en ese sentido, las noticias son malísimas, en particular, en el Atlántico Norte y en el Mediterráneo. Año tras año, se baten récords inesperados, incluyendo el verano de 2024: la boya de Dragonera (Islas Baleares) de Puertos del Estado rozó los 32ºC el pasado mes de agosto. A este ritmo, si los peces sobreviven, es posible que acaben en las nuevas redes de pesca ya cocinados.

Los pescadores de la Unión Europea ya saben qué van a poder capturar en 2025 en aguas comunitarias. Hace unas semanas, los ministros de Agricultura y Pesca lograron un acuerdo de esos que no dejan completamente satisfecho a nadie, pero que son un alivio porque había alternativas peores. Los arrastreros sufrirán una reducción de su actividad, pero con incentivos para hacerla más sostenible. Si adaptan sus redes, podrán salir más días al mar. Este complejo equilibrio refleja el auténtico problema al que nos enfrentamos: nos estamos quedando sin peces.

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