¿Problemas de atención y memoria? Este neurocientífico sabe qué le pasa a tu cerebro
Javier Ortiz Tudela lleva años estudiando cómo procesamos la información. Ahora inicia un nuevo proyecto para encontrar las claves de la percepción y el aprendizaje
Este verano, Javier Ortiz Tudela se fue de viaje a Islandia. La experiencia fue memorable, pero al final de cada jornada acababa agotado y tenía muchísimo sueño. Cualquiera lo habría achacado al cansancio físico, pero este experto en neurociencia cognitiva de la Universidad de Granada (UGR) tenía una explicación alternativa: por primera vez en su vida estaba viendo géiseres, fumarolas, auroras boreales y cascadas gigantescas; así que su cerebro tenía que hacer un esfuerzo enorme para procesar toda esa información nueva, imposible de relacionar con recuerdos anteriores.
Haciendo un símil con un ordenador, “es como si mi cerebro tuviera que hacer carpetas nuevas para almacenar todas esas cosas”, explica en declaraciones a El Confidencial, “era un cansancio cognitivo”. Si hubiera optado por hacer turismo en ciudades europeas también habría almacenado información nueva, pero el esfuerzo mental habría sido mucho menor, porque el tráfico, las tiendas y los monumentos que habría visto se parecerían mucho más a referencias ya conocidas y los habría agrupado junto a otros archivos similares.
La anécdota sirve para explicar algunos mecanismos de procesamiento de la información del cerebro humano, pero queda mucho por saber. Por eso, una de las tareas que tiene Ortiz Tudela en el arranque de este curso académico es poner en marcha el proyecto CONNECTS (acrónimo de Cognitive and Neural Computations of Semantics; en español, cálculos cognitivos y neuronales de la semántica), para el que acaba de recibir 1,5 millones de euros a través de las ayudas europeas ERC Starting Grant. En los próximos cinco años, este investigador Ramón y Cajal del Centro de Investigación Mente, Cerebro y Comportamiento (CIMCYC) de la UGR va a hacer otro viaje, en este caso, por caminos inexplorados de la mente que revelen nuevas claves sobre la percepción, la atención y la memoria.
El estudio no puede ser más oportuno, ahora que la sociedad está más preocupada que nunca por el uso de la tecnología y sus posibles repercusiones en nuestras capacidades para mantener la concentración o aprender. Voluntarios de entre 18 y 35 años participarán en pruebas de psicología experimental clásica a las que se añadirán medidas de resonancia magnética y electroencefalografía. La primera “nos permite tener una resolución espacial muy grande de las distintas partes del cerebro, para ver dónde se está representando la información en cada momento”, comenta el experto. La segunda, basada en la colocación de electrodos, ofrece la señal temporal: “Vamos a saber en qué milésima de segundo y con qué características” aparecen esas representaciones.
Todo es contexto
El proyecto analizará cómo trabaja el cerebro con lo que los expertos llaman información semántica contextual, es decir, “la que codifica el significado de las cosas en el mundo”. El investigador de la UGR suele explicar este concepto hablando de vacas. “Si te encuentras una en un prado mientras paseas por el campo, no te llama la atención, forma parte del paisaje”, comenta, “pero si vas conduciendo y la ves en medio de la carretera, estás ante una situación sorprendente que captura tu atención y tienes que reaccionar rápido para esquivarla”. La vaca es la misma, pero el contexto cambia completamente el procesamiento de la información por parte del cerebro y su respuesta.
De hecho, para nuestro cerebro, un mismo objeto en diferentes situaciones puede ser completamente diferente. “Si te encuentras un perro suelto en la calle con una actitud agresiva mientras llevas un bocadillo en la mano, tu cerebro va a pensar en los dientes y las garras del animal, e incluso en los lugares hacia los que puedes huir si te llega a atacar; pero si ese mismo perro resulta que es tu mascota y le estás acariciando en el sofá, la representación cambia completamente, no pensarás en dientes y garras, sino en la suavidad de su pelo”, afirma el experto.
En los experimentos, gracias a las técnicas de neuroimagen, los investigadores van a comprobar cómo se producen estos cambios de representación en función del contexto. “Nuestro cerebro está reaccionando siempre, tanto en las situaciones de alerta como en las normales. Mientras no pasa nada extraordinario, se maneja de manera óptima; pero cuando hay una situación de alerta tiene que hacer algo distinto, salir del piloto automático y reaccionar”, explica.
Atención y memoria van por caminos distintos
Los investigadores van a analizar al detalle estas cuestiones, porque todo lo que tiene que ver con el procesamiento de información y su integración en el cerebro “tiene consecuencias directas en la atención y la memoria”. Sin embargo, el sistema no funciona exactamente como podríamos pensar. El hecho de que algo llame nuestra atención no quiere decir que después deje huella en nuestra memoria. “Sin duda, esa fue una de las cosas que más me sorprendió cuando empecé a hacer este tipo de experimentos”, asegura el investigador. “Yo estaba convencido de que prestar más atención siempre iba a conllevar tener más recuerdos de un hecho, pero hemos encontrado que es mucho más complicado que eso y que, de hecho, tiende a pasar lo contrario”, añade.
Es decir, que recordaríamos mejor la vaca que hemos visto en el prado que la vaca que apareció en medio de la carretera y casi nos llevamos por delante. “Cuando la atención que prestas es sorpresiva o repentina acabas teniendo un recuerdo muy malo de ese episodio”, afirma. El motivo es que la información de contexto es clave para fijar la memoria. Si tenemos más referencias, es más fácil que encontremos el camino para recuperar un recuerdo.
Entender esta diferencia tiene implicaciones para muchos contextos, como la enseñanza: captar la atención no equivale a fijar un aprendizaje. “Lo que nuestro cerebro hace todo el rato es intentar encontrar conexiones con cosas que ya sabíamos de antes”, destaca Ortiz Tudela. Por eso, cuando una información es completamente nueva, es necesario un esfuerzo extraordinario para crear una nueva red de conocimientos. De hecho, en los últimos años, los estudios están demostrando que este órgano "funciona como un todo”: aunque hay áreas que tienen un papel más relevante en determinadas funciones, tienen que estar conectadas con otras.
De las enfermedades al diseño de un móvil
Además de los experimentos con personas, una parte fundamental del estudio serán las redes neuronales artificiales. “Vamos a entrenar algoritmos de aprendizaje automático para que respondan a las tareas de la misma manera que nuestros participantes. Así, tenemos un modelo de ordenador que podemos manipular. Por ejemplo, podemos dañar alguno de sus componentes y ver cómo le afecta al rendimiento”, afirma el responsable del proyecto CONNECTS.
Aunque esta investigación tan solo pretende mejorar nuestro conocimiento del funcionamiento del cerebro, a largo plazo, los resultados podrían tener aplicaciones muy interesantes, por ejemplo, para hacer frente al deterioro cognitivo. Precisamente, “una de las cosas que sucede cuando la memoria empieza a tener fallos es que sobreestima la utilización del contexto”, así que “lo que aprendamos en este proyecto nos va a ayudar a intentar compensar posibles déficits de memoria de personas mayores a través de la creación unos contextos adecuados”, explica el experto de la UGR.
En realidad, esa posible aplicación está muy relacionada con el campo de la ergonomía cognitiva, que diseña situaciones y objetos para optimizar las interacciones. “Uno de los ejemplos clásicos son los productos de Apple, que son muy intuitivos; aunque no hayas cogido nunca un iPhone, es fácil de usar porque está construido de tal manera que encaja muy bien con lo que espera encontrar tu cerebro”, apunta el experto. Lo mismo sucede con el salpicadero de un coche y otros muchos entornos en los que el diseño es fundamental.
Este estudio también puede encontrar nuevas pistas para problemas como el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH). “Podemos estructurar la información de tal manera que la atención vaya hacia donde nosotros queremos o que se mantenga más tiempo”, asegura. Los educadores podrían adaptar su metodología para incluir más detalles o más información de contexto para intentar optimizar la tarea que tienen que hacer los estudiantes. “Si lo importante es trabajar la atención vamos a estructurar la información de una manera; y si vamos a trabajar la memoria, vamos a estructurarla de otra forma muy distinta”, asegura.
¿Estamos perdiendo capacidades?
Pensar en estos problemas lleva inevitablemente a plantearse preguntas sobre una de las grandes preocupaciones de nuestros días: ¿estamos perdiendo habilidades a la hora de concentrarnos, prestar atención durante tiempos prolongados y aprender cosas nuevas? “Lo que sabemos con seguridad es que nuestros cerebros son muy plásticos, es decir, que se adaptan muchísimo al ambiente en el que están”, afirma el experto. En los últimos 15 años estamos viviendo una “revolución digital” que nos ha sumergido en “un ambiente nuevo, en el que hay información por todas partes”. Sin embargo, “esto no quiere decir que nuestro cerebro esté sufriendo un entorno nocivo, sino que es distinto y se está adaptando; y, en los periodos de adaptación, se pierden cosas por el camino”.
Si muchas personas están perdiendo la capacidad de leer un texto largo, es porque ya no lo hacen. “Si utilizas los nuevos dispositivos, pero, al mismo tiempo, sigues leyendo textos largos, tu cerebro se va a adaptar con relativa facilidad”, asegura Ortiz Tudela. De hecho, “si ya no lees libros, pero estabas acostumbrado a hacerlo y lo vuelves a intentar de forma constante, tu cerebro recuperará esa capacidad en menos de un mes”.
Entonces, ¿resulta preocupante la relación de los jóvenes con las nuevas tecnologías? Lo cierto es que van a tener que manejarse en un mundo digital y, si en el futuro su entorno les exige concentrarse para leer textos largos, probablemente también se adaptarán. “En los periodos de cambio, como el que vivimos ahora, tenemos un problema de desajuste con respecto a las metodologías, las aptitudes y la crianza”, opina. Es decir, que “tenemos una manera de valorar las cosas que pertenece a una determinada era, pero ya estamos viviendo en la siguiente”. De alguna manera, “somos viajeros temporales”.
Este verano, Javier Ortiz Tudela se fue de viaje a Islandia. La experiencia fue memorable, pero al final de cada jornada acababa agotado y tenía muchísimo sueño. Cualquiera lo habría achacado al cansancio físico, pero este experto en neurociencia cognitiva de la Universidad de Granada (UGR) tenía una explicación alternativa: por primera vez en su vida estaba viendo géiseres, fumarolas, auroras boreales y cascadas gigantescas; así que su cerebro tenía que hacer un esfuerzo enorme para procesar toda esa información nueva, imposible de relacionar con recuerdos anteriores.