Los errores que han desatado el pánico a los mosquitos en Sevilla por el virus del Nilo
A pesar del grave brote de 2020, nadie actuó para evitar la proliferación de mosquitos en varios municipios sevillanos que ya ha provocado tres muertes
"Hemos vuelto al confinamiento", afirmaba hace pocos días Juan José Sánchez Silva, portavoz de la plataforma vecinal que se ha creado en varias localidades sevillanas para pedir acciones urgentes contra el virus del Nilo Occidental. Desde hace semanas, el calor es insoportable durante el día, pero los vecinos tampoco pueden salir a respirar cuando cae la tarde, porque los mosquitos se apoderan de localidades como La Puebla del Río, Coria del Río o Dos Hermanas. En total, se ven afectadas decenas de miles de personas de núcleos muy poblados aledaños a la capital andaluza. El miedo está más que justificado: además de numerosos contagios provocados por las picaduras, ya han fallecido tres pacientes en poco más de un mes.
A pesar de que tenga un nombre exótico (procede de la región de Uganda donde se identificó por primera vez en 1937), el virus del Nilo Occidental es bien conocido en España. Los científicos llevan más de 20 años siguiendo su evolución en animales. Su hospedador natural son las aves, pero cuando un mosquito les pica puede llevar la infección a otras especies, especialmente, los caballos. En personas, el 80% de los casos son asintomáticos y solo el 1% provoca una enfermedad grave, generalmente, en personas mayores, como las tres fallecidas este año en Sevilla, de entre 71 y 87 años. Los pacientes suelen tener fiebre, dolores de cabeza, cansancio, náuseas, vómitos, erupciones cutáneas y agrandamiento de ganglios linfáticos. La peor consecuencia es la encefalitis o inflamación del cerebro.
No obstante, a lo largo de dos décadas, en España tan solo se llegaron a identificar seis casos, pero todo cambió en 2020. El Ministerio de Sanidad contabilizó 77 pacientes (57 en Sevilla, 14 en Cádiz y seis en Badajoz) y ocho muertes. La alarma estaba más que justificada, aunque el brote pasó relativamente desapercibido porque todo el mundo estaba más preocupado por el covid. El aviso tendría que haber servido para tomar medidas contundentes, ya que existen las herramientas adecuadas para prevenir la proliferación de mosquitos. Por eso, cuesta más comprender por qué en 2024 el problema se ha vuelto a ir de las manos.
Jordi Figuerola, investigador de la Estación Biológica de Doñana (EBD-CSIC), con sede en Sevilla, explica a El Confidencial un dato que ilustra la dimensión del problema. Su equipo de investigación captura insectos para analizar la presencia del virus, pero la diferencia entre el verano de 2023 y el actual es abismal. “El número máximo de mosquitos transmisores que llegamos a capturar el año pasado en tres trampas en una sola noche fue de 80, mientras que este año, en la misma zona, hemos llegado a contabilizar 35.000”, comenta.
Campos encharcados y altas temperaturas
Los expertos tienen claro cuál es el cambio que ha provocado la proliferación de mosquitos. El entorno del río Guadalquivir a su paso por la provincia de Sevilla es la mayor zona productora de arroz de España. Sin embargo, en 2023 la sequía impidió su cultivo, porque los arrozales requieren un terreno encharcado. Las esperadas lluvias de este año han permitido que miles de hectáreas vuelvan a dedicarse a este uso, ofreciendo un ambiente ideal para los insectos del género Culex, los transmisores del virus.
No obstante, hay otros ingredientes importantes. A pesar de que en los meses estivales del año pasado no se registró ni un solo caso humano del virus del Nilo Occidental en esta zona y que el número de mosquitos era muy bajo, los científicos seguían detectando el patógeno incluso en noviembre, algo bastante extraordinario. “Estamos teniendo unos inviernos muy suaves, no hace frío”, destaca Figuerola, y cuando las temperaturas invernales están por encima de lo normal, “en la primavera y el verano siguiente tenemos una mayor incidencia”, según han comprobado tanto en caballos como en fochas (aves acuáticas de Doñana).
Los investigadores disponen de siete estaciones de trampeo en otras tantas localidades, a las que hay que sumar otra serie de trampas que van cambiando de sitio para cubrir en total unos 450 puntos de la provincia de Sevilla, dentro del proyecto ARBOPREVENT. Los mosquitos que caen en ellas se llevan a los laboratorios de la EBD-CSIC, donde se clasifican por sexo y especie con el objetivo de realizar una PCR a un grupo de hembras, las únicas que pican. Cuando el resultado es positivo, se informa a la Junta de Andalucía de que en un determinado municipio se ha detectado la circulación del virus. La lista, que incluye la capital sevillana, es cada vez más larga. Más del 90% de los positivos pertenecen a la especie Culex perexiguus, presente en Andalucía occidental y sur de Extremadura; pero el virus también se encuentra en Culex pipiens, el mosquito común que es habitual encontrar en las ciudades, en Culex modestus y Culex laticinctus.
Un problema que nadie atendió
“Lo primero que hay que hacer es prevenir, si cada año sabemos que al inundar los campos de arroz vamos a tener un crecimiento de las poblaciones de mosquito y que se van a mover a los núcleos urbanos, lo primero es realizar tratamientos con larvicidas desde el momento en que se planta el arroz”, explica el experto del CSIC. De hecho, es lo habitual en países como Italia y en Grecia. No obstante, no hay que irse tan lejos: en el Delta del Ebro, otro referente de los cultivos de arroz en España, está establecido que el tratamiento con larvicidas se repite cuatro veces a lo largo de la temporada.
Por el contrario, en la provincia de Sevilla nadie tomó cartas en el asunto pese a la gravedad del brote que se había registrado en 2020. La federación que agrupa a los arroceros en la provincia aseguraba al año siguiente, cuando también se registró una víctima mortal por esta enfermedad, que sus cultivos no tenían nada que ver con los mosquitos. Las administraciones públicas, que se hacen cargo de los tratamientos en otras zonas donde se cultiva arroz, se desentendieron del problema a pesar de las advertencias de los científicos.
No obstante, más allá de los campos de cultivo, existen otros ámbitos de actuación que podrían mejorar. Los municipios donde históricamente se ha detectado el virus están obligados a tener un plan de control de vectores que recoja las medidas que deben ejecutar. Sin embargo, algunos expertos denuncian que existen pedanías desatendidas y urbanizaciones ilegales donde no se aplican los tratamientos. Otro problema añadido habitual, según los expertos, es que los concursos públicos para contratar el servicio suelen ganarlos las empresas más baratas, pero no las que ofrecen un mejor servicio.
Para los científicos, es imprescindible prevenir el problema con tiempo. Los tratamientos larvicidas están basados en una bacteria que produce una toxina tan específica que solo mata las larvas de los mosquitos implicados, (se conoce como Bti por las siglas de su nombre científico, Bacillus thuringiensis israelensis). Frente a esta actuación preventiva, muy eficaz y casi inocua, “las fumigaciones contra los insectos adultos implican productos que hay que manejar con cuidado, porque pueden tener efectos perjudiciales para la salud y ya no son tan específicos, es decir, no matas mosquitos, matas insectos en general”, señala Figuerola. Según este experto, “los mosquitos se matan en invierno”, así que para evitar que se repita esta situación en el futuro, “en enero tendría que estar claro qué tratamientos se van a hacer, en qué zonas, quién los va a ejecutar y quién los va a pagar”, algo que “venimos reclamando desde 2020”, añade.
En cualquier caso, llegados a la situación actual, con un brote tan importante, es demasiado tarde para aplicar la primera solución y no queda más remedio que reducir las poblaciones de mosquitos adultos como se pueda. Entre las soluciones que se están aplicando, también está la instalación de cajas nido para murciélagos, que se comen los mosquitos, pero no son suficientes. Al mismo tiempo, se recomienda a la población reducir el posible contacto a través de repelentes, el uso de manga larga o evitando tener zonas con agua en los jardines.
En busca de una vacuna española
No obstante, ¿acabar con los mosquitos es la única vía para luchar contra el virus del Nilo Occidental? Los vecinos de las localidades afectadas creen que se puede hacer más y, en sus concentraciones, reclaman insistentemente más financiación para el desarrollo de una vacuna. El ejemplo del covid parece apuntalar la idea: si desde 2020 se hubiera apostado por ello, argumentan algunos, quizá ya estaría disponible. Sin embargo, en este caso, no es tan fácil.
El virus del Nilo Occidental afecta gravemente a EEUU desde que fue detectado en 1999 en las aves de Central Park, en Nueva York. A pesar de que esta gran potencia científica acumula en un cuarto de siglo miles de casos y cientos de muertes (el peor brote fue en 2002, con 284 fallecidos), ha sido incapaz de sacar al mercado una vacuna. Aunque ha habido varios proyectos, ninguno de ellos ha llegado más allá de la fase 2 de ensayos clínicos. Es decir, no ha llegado a probarse con miles de personas, como requiere su aprobación.
Sin embargo, un proyecto europeo va a recoger el testigo. Con 5,7 millones de euros de financiación hasta 2027 y la participación de científicos de cuatro países, la iniciativa está coordinada desde Badalona (Barcelona) por el Instituto de Investigación del Sida IrsiCaixa. El reto “es complicado porque es un virus de ARN que pertenece al género Flavivirus, igual que otros transmitidos por mosquitos, como el del dengue”, admite Jorge Carrillo, investigador principal. Una hipotética vacuna podría dar problemas de reacciones cruzadas si la persona se ve expuesta posteriormente al dengue o a virus de la misma familia. “Sus proteínas son bastante similares, así que es necesario fabricar una vacuna específica sin que reaccione con los otros”, explica el experto. Otro problema es que “no se conocen bien cuáles son los receptores que utiliza este virus para infectar las células, todo apunta a que el receptor clave no ha sido detectado todavía”.
A pesar de las dificultades, los promotores del proyecto tienen clara cuál es su hoja de ruta, a través de dos estrategias. Una de ellas pasa por usar proteínas recombinantes, producidas de forma artificial en el laboratorio. La otra apuesta por las llamadas partículas similares a virus (llamadas VPL por sus siglas en inglés), moléculas no infecciosas, ya que no contienen el material genético del virus, pero que imitan su estructura, para que el sistema inmunitario pueda reaccionar en caso de infección. Hasta ahora, el único caso de éxito en la lucha contra el virus del Nilo son las vacunas desarrolladas para caballos, que pueden servir de punto de partida. “Nuestro prototipo es más evolucionado, vamos a unas proteínas más diferenciadas con la idea de buscar una vacuna que cubra toda la diversidad del virus, porque tiene varios linajes diferentes y solo dos afectan a humanos”, comenta Carrillo.
Los investigadores cuentan con el asesoramiento de Hipra, el laboratorio con sede en Amer (Girona) responsable de la única vacuna española contra el covid. “Vamos a buen ritmo, soy muy optimista con respecto a que conseguiremos una vacuna en los próximos meses o años”, afirma el coordinador del proyecto. Sin embargo, después de lograr un prototipo sería imprescindible conseguir financiación para los ensayos clínicos. Otro frente abierto dentro de esta misma iniciativa es el desarrollo de anticuerpos, una herramienta que podría ser muy útil “como profilaxis y como tratamiento”, afirma.
"Hemos vuelto al confinamiento", afirmaba hace pocos días Juan José Sánchez Silva, portavoz de la plataforma vecinal que se ha creado en varias localidades sevillanas para pedir acciones urgentes contra el virus del Nilo Occidental. Desde hace semanas, el calor es insoportable durante el día, pero los vecinos tampoco pueden salir a respirar cuando cae la tarde, porque los mosquitos se apoderan de localidades como La Puebla del Río, Coria del Río o Dos Hermanas. En total, se ven afectadas decenas de miles de personas de núcleos muy poblados aledaños a la capital andaluza. El miedo está más que justificado: además de numerosos contagios provocados por las picaduras, ya han fallecido tres pacientes en poco más de un mes.
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